Bafici 2017: el espíritu de Cemento volvió sólo por una noche
El documental sobre la historia del local se proyectó en el lugar donde funcionó durante veinte años y hoy es un estacionamiento
Hay metaleros, punkies, rockeros, periodistas y curiosos. Hay muchas camperas de cuero y remeras negras, como siempre. Hace un frío que te cala hasta los huesos y la chapa de la puerta de entrada marca, efectivamente, el 1234 de la calle Estados Unidos. Parece Cemento, pero no lo es. Estamos en un estacionamiento que hoy pertenece a una dependencia del gobierno de la ciudad y en donde ayer nomás (treinta años atrás) se llevó adelante una gesta de la cultura y contracultura porteña.
En el mismo espacio donde durante casi dos décadas funcionó Cemento, anteanoche se realizaron dos funciones en el marco del Bafici (mañana, a las 22, habrá otra, gratuita, en la plaza Francia), con la proyección del documental dirigido por Lisandro Carcavallo, que recorre la historia del mítico local fundado y regenteado por Omar Chabán.
Una noche en la que el pasado y el presente se confunden y se mezclan con emociones de todo tipo. "El temploooo", grita mirando al cielo un joven antes de ingresar, mientras a su lado un cuarentón muestra orgulloso a quien se cruce en el camino su última entrada de Cemento (un show de Buda, el grupo de Superman Troglio, ex baterista de Sumo). "¡No lo puedo creer! ¡Voy a entrar otra vez a Cemento!", señala un viejo periodista de rock que, una vez adentro, se suma a las decenas de rondas formadas entre amigos o incluso desconocidos que se desviven por contar "su" anécdota en Cemento. Los baños, la barra, el frío colosal en invierno, el calor descomunal en verano, las peleas entre metaleros y skinheads, entre rolingas y ramoneros, los encuentros casuales debajo del escenario con Luca Prodan o Pil Trafa, el descontrol de la boletería, la humedad de los camarines, las delirantes propuestas teatrales de Chabán y su pareja de entonces Katja Aleman. Todos trajeron hasta aquí sus memorias más privadas apañadas por un lugar irreemplazable e irrepetible del que hoy sólo quedan en pie sus paredes.
De espíritus y sobrevivientes
"Estamos acá, en Cemento, por fin para reivindicarlo. Este fue un trabajo en equipo que pone al cine independiente en lo más alto, creo que todos tenemos que estar orgullosos de lo que está pasando acá, de reconocer estos espacios culturales y de construir siempre para avanzar y no para poner estacionamientos. Eso no ayuda en nada", dice emocionado el director Carcavallo, minutos antes de que se apaguen las luces. Luego hubo palabras de reconocimiento para Chabán y para Raúl Villarreal (preso en Carlos Paz tras ser condenado en la causa por el incendio en Cromagnon), se recordó a los músicos que ya no están y que escribieron varios capítulos de Cemento: Luca Prodan, Korneta Suárez, Osvaldo Civile, Ricky Espinosa, Pappo. Aplausos, gritos y un sentimiento de hermandad que cruza de pared a pared.
La noche, aquí y ahora, parece estar cargada de fantasmas y espíritus. Y será cuestión de creer o reventar: a veinte minutos de haber comenzado la proyección, una vez narrado los inicios del local y sus primeras y extravagantes performances teatrales que marcaron a la Buenos Aires posdictadura, llega el cambio de rumbo en la programación de Cemento con la incursión en los shows de rock y ni bien aparece Luca Prodan al frente del siempre caótico Sumo, primero se corta el sonido y enseguida la película se detiene. "Este hijo de puta todavía está por acá", celebra la interrupción un barbado rockero con las batallas de Cemento curtidas en la piel. Será la única "presencia" de la jornada, pero alcanza para sumarse al anecdotario del lugar.
"Hacer Cemento fue una postura ideológica", dice Aleman, en una de las más de ochenta entrevistas realizadas para el documental, y encierra así el concepto guía del film que, alejándose lo más posible de un discurso nostálgico, busca reivindicar una idea, un proyecto estético y artístico que le abrió las puertas a marginales y discriminados culturales, y se construyó con bases policlasistas.
Intercalados por imágenes de archivo memorables, frente a la cámara de Carcavallo pasan decenas de "sobrevivientes" de Cemento, de Ricardo Mollo a Ricardo Iorio, de Hernán "Cabra" De Vega (Las Manos de Filippi) a Gustavo Cordera, de Ciro Pertusi a Pil Trafa, de Los Brujos a Loquero, y de Superuva a Catupecu Machu. Cada aparición recibe los aplausos del público emocionado, con la extraña excepción del Indio Solari: sus palabras son escuchadas en silencio y dejan entrever la confusa dicotomía que se plantea hoy el público rockero en relación a "la estampita" de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.
Pero la potencia del film y su postura de rechazar todo tipo de gesto nostálgico se refuerza sobre el final. ¿Cómo es posible que tamaña gesta se haya convertido hoy en un estacionamiento "para burócratas"?, se pregunta el director y los protagonistas ofrecen las respuestas: "Por la ineptitud de la clase política argentina", "porque así se trató siempre a la cultura rock en este país", "porque quieren eliminar todo rastro de que un espacio de libertad y contracultura es posible".
Así, aquella frase de Aleman se resignifica: "Hacer Cemento - El documental, también es una postura ideológica".