El enigmático crimen mafioso de Poli Armentano, el rey de la noche porteña
Dueño de las discos Trumps y El Cielo, epicentros de la élite porteña de los ’90, le dispararon en la cabeza en la madrugada del 20 de abril de 1994. Una historia de rumores, acusaciones y misterios
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-Poli, ¿de verdad no querés viajar mañana a Salta para ver el partido Argentina-Marruecos? Dejate de joder, vení, así te despejás un poco.
-Estoy agotado, prefiero quedarme. Tengo varias cosas que hacer temprano y no quiero descuidarlas.
-Está bien, Tano, vos te lo perdés.
-No hay drama Guille, nos vemos a la vuelta… cuidate.
-Vos también.
Este fue el último diálogo que Leopoldo “Poli” Armentano mantuvo con su amigo, Guillermo Coppola, a las 4.10 de la mañana del 20 de abril de 1994. Sucedió en la mismísima puerta de Trumps (Triunfos en castellano, inaugurada en 1987), célebre disco de la época ubicada en Bulnes y Avenida Del Libertador de la que Poli era dueño, al igual que de El Cielo, los dos boliches a los que concurría lo más top del jet set porteño y la farándula casera por aquellos años: desde Guillermo Vilas, Pata Villanueva, el Conejo Tarantini, Nico Repetto y Beatriz Salomón, hasta Carlitos Menem Junior, su hermana Zulemita, Charly Alberti, Ginette Reynal y Franco Macri. Mauricio, su hijo, como presidente de Sevel hizo la presentación en El Cielo del Fiat Tempra. Y Manuel Antelo, su rival de entonces de Renault, del Twingo.
Poli lucía extenuado cuando regresó a su departamento de Demaría 4719 en Palermo manejando su BMW, que alcanzó a guardar en la cochera 29 del cuarto piso del Automóvil Club Argentino, que también está sobre esa calle. Caminó unos metros y alguien lo sorprendió con un disparo de pistola calibre .38 que le perforó el pómulo izquierdo, la oreja, el cerebro, le hizo perder el habla y la visión de un ojo.
Pero Poli no se entregó así nomás. Se arrastró como pudo hasta su edificio, se encontró con el encargado, Luis Vizcarra, se metió en el ascensor y se mantuvo parado como pudo, con los ojos hinchados y el rostro desfigurado.
El portero dio aviso a un vecino, José Luis Pozutto, quien llamó a una ambulancia. Cuando llegó y los paramédicos hablaban con él para trasladarlo, se resistió, justo en el momento en que llegaba también la policía. Al advertir la presencia del patrullero Poli entró en pánico. Sacó fuerzas quien sabe de dónde y corrió escaleras arriba. Llegó al quinto piso y en un estado de confusión, creyendo que lo perseguían, cayó desplomado, agonizante. Dos días más tarde murió en el Hospital Fernández.
Poli, el rey de la noche porteña
Tenía 37 años y lo habían bautizado El Rey de la noche. Y no era poco. Quizás sabiéndolo -o no- tenía tantos amigos del campeón como enemigos. Había llegado a ser el propietario de las dos boites, como también se las llamaba, más trascendentes del momento en la noche porteña: El Cielo y Trumps, nada más y nada menos. Le reconocían haberse hecho de abajo y lo definían como “laburador, creativo, incansable, eficiente y, por sobre todo, exitoso, ejemplo de tenacidad”. Claro que estaban los que se referían a él como a veces ángel, otras demonio, y muchas ambos a la vez. Una especie de Dr. Jekyll y Mr. Hyde.
Solía repetir: “Dejé la joda, cambié mucho, soy otro. Me enamoré y quiero tener un hijo, me reencontré con Dios. Hace siete años que hago otra vida. Me tuve que venir de Europa porque la verdad, si no, no contaba el cuento…”. Sus íntimos aseguran que no hacía mucho había regresado de los Estados Unidos con mucho miedo.
Como el típico referente de la noche de esos años, Armentano salía con todas las mujeres que podía, pero se le conocían pocos amores. En el momento de su muerte tenía una relación con una joven de nombre Carolina. Hasta comenzar el verano, su novia oficial había sido Florencia Berazategui. Antes había vivido una intensa relación de dos años con Fernanda Villar, hija de Quique Villar, exesposo de Teté Coustarot. “Poli tenía muchos enemigos”, repitió Fernanda a los periodistas cuando trasladaban el cadáver a la morgue judicial.
Otra mujer importante en la vida de Poli fue Leonor Coviello, exmujer del famoso arquitecto Ricardo Plant. Y alguna vez se llegó a especular con que había mantenido un romance oculto con Zulemita Menem, versión que siempre ambos se encargaron de desmentir.
¿Quién lo mató?
Las hipótesis de por qué lo habían matado se sucedieron una tras otra. Había algo claro: no se trataba de un empresario de negocios diurnos. La noche era su ámbito predilecto, con todo lo que ella implicaba, para bien y para mal.
Para colmo de males, la investigación de su caso fue a parar al Juzgado de Instrucción 25, a cargo del magistrado Francisco Miguel Ángel Trovato, aquel que cuando lo encontraron bailoteando con Silvia Süller en una disco dijo que fue en un acto de servicio. Luego posó en la tapa de la revista Caras ostentando relojes y anillos y lo investigaron por cohecho agravado, abuso de autoridad, enriquecimiento ilícito y extorsión, entre otros delitos. Se terminó fugando a Brasil, lo encontraron, resultó condenado, fue a parar a la cárcel de Caseros, pero lo descubrieron teniendo sexo en un baño con una presunta amante y tuvieron que trasladarlo al penal de Devoto.
Con semejante juez a cargo, los investigadores estaban desconcertados en el arranque de la pesquisa. Las primeras especulaciones apuntaban a buscar a un argentino oriundo de Corrientes, exsocio de Armentano en el restaurante Amapola, situado a pocos metros de Trumps. Esta persona le habría prestado una suma importantísima en dólares para abrir ese boliche. Testigos consultados revelan en off que su forma de reclamar lo adeudado era bastante violenta. Luego ese hombre fue detenido en Londres sospechado de tráfico de drogas.
Los que acuñaban esta versión sostenían que en el mundo del hampa las deudas que no se cobran se pagan caro. Aquel que mejicanea (significa traicionar la confianza de un cómplice, robarse entre ladrones) o no salda sus compromisos económicos asumidos se enfrenta a una de las más temibles reglas mafiosas no escritas: la vendetta, en especial cuando provienen de negocios a los que califican “de otro palo”, como era el caso del socio correntino de Armentano.
Su hermana Andrea y sus padres, Leopoldo y Blanca, siempre dijeron que lo mataron porque Poli no transaba con los narcos que pretendían vender droga en sus boliches y entonces estos lo sentenciaron a muerte.
Otra hipótesis estaba sostenida en la versión de un buche (soplón) de la Policía Federal que apuntaba que dos exagentes penitenciarios le mencionaron que iban a apretar esa madrugada a un “logi” (gil) con el siguiente comentario: “Y lo mandamos a El Cielo”. Era una obvia referencia al boliche de Poli. Fueron procesados, pero luego un tribunal de alzada revocó la medida.
Hasta se mencionó que Poli tenía una deuda de 300 mil dólares con Daniel Bellini, otro Rey de la noche, dueño Pinar de Rocha. El propio Guillermo Coppola contó en varios programas de TV que él le había prestado dinero, que Armentano destinó a su disco, El Cielo. Nunca quiso decir cuánto, pero trascendió que fueron 200 mil dólares. Y sentía mucha bronca cuando alguien tomaba eso como sospecha de que podría haber actuado contra su amigo. “No saben el daño que me hacen cuando especulan con algo semejante, porque Poli era como un hermano para mí”, sostenía por aquellos tiempos.
La noche previa al crimen, Armentano había cenado cerca de las 23 en el restaurante Mirasol, en 9 de Julio y Posadas, con Guillermo Coppola, su hija Natalia y su novio, Ramón Hernández (secretario del entonces presidente Carlos Menem) y el doctor Néstor Chudnovsky, ex de Adriana Brodsky y dentista de Poli. Se repitió hasta el cansancio que Coppola y Hernández discutieron esa noche con Armentano, hecho que Guillermo desmintió ante la consulta de este cronista.
El juez Trovato puso en su mira a Coppola pero nunca pudo involucrarlo. Quienes hilan fino aseguran que de este caso abrevó el por entonces Juez Hernán Bernasconi para dos años más tarde lanzarse sobre Guillermo, meterlo preso y apuntar como objetivo final a Diego Maradona.
No fue todo. El abogado de la familia Armentano, Roberto Polito, llegó a solicitar que declare el propio Diego basado en que “conoce desde hace muchos años a los vinculados a la causa”. Un dato anecdótico se sumó tiempo después: el Diez conoció a la madre de su hija Jana, Valeria Sabalain, en El Cielo.
Además de las de Trovato, la causa pasó por las manos de unos veinte jueces que se fueron subrogando uno tras otro. Y sin procesado alguno terminó archivada en 2006.
Durante la cobertura del caso, este cronista conversó con Guillermo Coppola, a quien todos definían como “un padre para Poli”, cuando se hablaba de que existía un pacto de silencio entre sus amigos más cercanos que también habían sido amenazados. “Quienes hablaron de pacto de silencio mienten. Todos nos presentamos espontáneamente a la Justicia para colaborar. Miedo no tengo, pero de ahora en adelante voy a tomar precauciones porque locos hay en todas partes. Fijate vos, el Papa, Ronald Reagan, todos iban con seguridad y con un entrenamiento terrible, y sin embargo sufrieron ataques. Tienen que dejar de inventar, lo mismo pasa con el tema de la droga. Hablan pero nadie aporta pruebas y ensucian a la gente”, supo decir en aquellos años.
Coppola lo despidió en la puerta de la bóveda del cementerio de la Recoleta ataviado con traje y gafas negras ante la atenta mirada de Pety Peltenburg, socio de Poli y casado con Florencia Galán, la hija del legendario Roberto del Yo me quiero casar, ¿y usted? Empleó estas palabras: “Hoy logró que todo el mundo hablara de él, ser tapa de revista. Gracias a la prensa por haberlo proclamado rey de la noche y del jet set. Y gracias Señor por haberlo llevado adonde iba todos los días: El Cielo”. Después continuaron los llantos y el chirriar de la puerta de la bóveda marcó la silenciosa despedida para siempre.
En 2012 sus restos fueron llevados al cementerio de la Chacarita para ser cremados y trasladados a Asunción del Paraguay, donde Poli supo jugar al rugby en el club CURDA (Club Universitario de Rugby de Asunción). Fue su destino final ¿para descansar en paz?
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