Joan Manuel Serrat se despidió del público argentino con un concierto histórico
A más de cincuenta años de sus primeros recitales en el país, El Nano cantó anoche por última vez en un escenario argentino, en el Movistar Arena, sede de las cinco fechas porteñas de su gira El vicio de cantar
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Cómo hacer que no se piante un lagrimón incluso antes de tiempo. Pocos públicos tan fieles como el argentino de Joan Manuel Serrat. Y esta noche de martes el aire que se respira no es el mismo de las noches anteriores. Es el quinto concierto de los cinco previstos en el Movistar Arena. El séptimo de los tildados para las siete despedidas argentinas de los escenarios. Es que de eso se trata este tour, El vicio de cantar, de decirle chau a su audiencia allí donde sea que ella esté. Y aquí, sabemos, se cuenta de a montones y de diversas generaciones.
“Dale que dale” marca el comienzo después de la ovación que recibe a Serrat ni bien aparece sobre el escenario. “Buenas noches queridos… qué gusto verles aquí y poder estar aquí y darles las gracias por acompañarme esta noche como lo han hecho en tantas ocasiones. Esta noche sin dudas es una noche especial que no es más que la prolongación de otras noches especiales… No me queda otra que despedirme, pero lo pienso hacer como corresponde, personalmente… Eso sí, con alegría, con mucha alegría… Este quizás sea el último concierto en Buenos Aires, espero llegar al final, que los acontecimientos no sé precipiten sobre mí “.
A sus primeras palabras de la noche, Nano las acompaña con humor negro. “¿Qué pasaría si esta noche fuera la última? Van a valer mucho los boletos en San Telmo si eso sucediera”. Segundos después y ya con toda la audiencia repuesta de la humorada, Serrat lanza un estocada digna de un torero consagrado: “Todo lo que nos queda ahora es futuro”.
Aquello que decía el catalán al comienzo, de que se trata de un concierto antológico, se cumpliría con creces. Un repaso por su obra pero también por su vida y la de los suyos. Allí en pantalla está su abuelo, por ejemplo, al que le dedica “El carrusel del Furo” y de quien cuenta su historia: la iglesia de su pueblo se incendió y no quedó registro alguno del antepasado de Serrat: “Ni partida de nacimiento, ni de matrimonio, ni de defunción... Fue asesinado por el franquismo y enterrado en una fosa común.
“Lucía” y “Señora” le dan continuidad al repertorio y provocan la primera de tantísimas ovaciones. Dos largas horas después, el aplauso definitivo baja el telón de la historia del Nano con su público argentino. Pero en el medio el tiempo parece detenerse, sobre todo en las ocasiones en las que Serrat aprovecha para contar alguna historia poco conocida de una canción, bromear sobre la reina Isabel (”Murió, ¿saben? Pobrecita, tan joven”) o detenerse en la inmortalidad de los personajes de fantasía: “¿Su matrimonio lleva 30 años? ¡Romeo y Julieta llevan 400 años enamorados!”
Canta las “Nanas de la cebolla” y recuerda tanto al poeta Miguel Hernández como al autor de la música, el entrañable Alberto Cortez. Completamente a merced de Serrat, el público pasa de las lágrimas a la ovación en segundos, una y otra vez durante todo el concierto. Recuerda el amor de su padre por el tango y la historia que su progenitor le contó de chico, cuando vio a Carlos Gardel en Barcelona y de la cual dudó desde el primer instante. Cuenta que “Los ejes de mi carreta”, de Atahualpa Yupanqui, fue de las primeras canciones que aprendió a tocar con la guitarra y para homenajear a Don Ata hace una canción menos conocida, “Vendedor de yuyos”.
“No hago otra cosa que pensar en ti”, “Tu nombre me sabe a hierba”, “Es caprichoso el azar”, “Mediterráneo”... Todas aquellas canciones que el público quiere escuchar en directo una vez más suenan en una noche tan histórica como emotiva, con un Joan Manuel Serrat en muy buena forma pero firme en la decisión que tomó ni bien dio a conocer el carácter de su gira. Es cierto que todo lo que nos queda ahora es futuro, incluso estas canciones que vienen del pasado y que nos seguirán acompañando a nosotros y a las generaciones venideras.
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