El drama de Ana María Giunta

A los 70 años, Ana María Giunta ya no puede caminar, recibe oxígeno mientras está acostada, toma diecisiete medicamentos por día, tiene psiquiatra, psicóloga y kinesióloga tres veces por semana. Además, una enfermera todos los días y un médico clínico que la ve cada siete días. En 2014, estuvo tres veces en terapia intensiva. Durante la última internación, un cura le dio la extremaunción. Sin embargo, no se detiene. En estos días, debe abandonar la casa del barrio de Once que usa hace cinco años para su Asociación Civil de talleres integrales y a la que también adoptó como su hogar. Pero no pierde las esperanzas ni el humor. "No me morí de pedo", dice desde su cama a Personajes.tv, algo cansada, pero alegre.

-¿Qué tuviste?

-Primero tuve un ataque cardíaco-respiratorio, me sacaron con una inyección de adrenalina en el corazón. Después me detectaron diabetes y presión alta, pero estoy bien. Mi marido se ha deteriorado más que yo, porque cada vez que me llevaban a la clínica, le decían que no salía. Y se ponía loco.

-¿Cómo es tu relación con él?

-Es una relación muy especial. Yo lo cacé de muy pendejo y fui una especie de esposa-madre. El me escuchaba en la radio, en Mendoza, sin saber cómo era yo, desde que él tenía 15 años. Después me empezó a ir a ver al teatro. Y como él estudiaba teatro, dio la casualidad que lo llamaron para una obra donde yo hacía de madre de él.

-¿Cuantos años le llevás?

-Diez.

-No es tanto.

-No es tanto, pero yo al ser gorda, me veo mayor. Y por la personalidad mía, mandona. El era muy tímido, era muy hermoso. Ahora ha engordado...

-¿Te enamoraste de él en esa obra de teatro?

-La verdad que a mí no me gustaba y él se inhibía conmigo. Entonces se estableció una relación muy distante, él ni me hablaba porque me tenía cagazo. Además, tenía una noviecita. Pero se fueron dando las cosas, nos empezamos a reír mucho, nos hicimos amigos y bueno...

-¿Cuánto hace que están casados?

-Cuarenta años, tenemos dos hijas, Alfonsina y Jimena. Cuatro nietos y cuatro bisnietos. Una de las bebitas, Paloma, nació con 500 gramos, la pasamos muy mal. Entre eso y el chico que se me murió que era de la escuela, al que yo consideraba mi hijo, empecé a sentirme mal. Ahí tuve el primer paro. Yo soy madraza y cosas como la de Paloma, que hasta la tuvieron que operar del corazón, me afectan.

-¿Por qué te tenés que ir de esta casa?

-Esta casa me la dio una señora en comodato, la conocí a través de Gonzalo Urtizberea. Ella no tiene marido, no tiene hijos, pero tiene un sobrino que reclama la casa como herencia adelantada. Yo no tengo nada firmado y entonces se la voy a entregar.

-¿Vos tenés donde vivir, no?

-Sí, pero no volví a mi casa después de mi última internación. Tenía que hacer terapia de recuperación y en mi casa hay escaleras, desniveles... Pero por una cuestión de honestidad y de amor propio, yo me voy a ir de acá.

-¿Para qué usás esta casa?

-Esto se llama Asociación Civil Ana María Giunta. Dentro de esa asociación están los talleres integrados de arte para la vida. Les enseño teatro, pero también a comer, a defenderse, a caminar, a sumar y a restar, a atender el teléfono, a cruzar la calle. Lo que deben saber para sobrevivir. El alumno más chiquito tiene dos años y el más grande se murió hace tres meses, tenía 86. Viene gente con y sin discapacidad. Tengo nenas de la villa también.

-¿Dónde te mudarías ahora?

-No sé. Le pedí ayuda a todo el mundo. Me ofrecieron el lugar que tenía antes, en Callao 56. Pero es un edificio que se está viniendo abajo. También me ofrecieron muchas salas, pero no me entran todas las cosas que tengo.

-¿El gobierno de la Ciudad te ofreció algo?

-Una carta muy formal... Nada más.

-¿Seguís dando clases aunque no puedas caminar?

-Sí, me llevan en la silla de ruedas, me pongo detrás del escritorio y doy las indicaciones. Ahora están las vacaciones, espero que en marzo ya tengamos algo.

-¿Por qué te dedicaste a esto?

-Soy asistente social, desde los 13 años que hago esto. A esa edad estaba trabajando de voluntaria en un internado de chicas huérfanas. Yo fui para contarles cuentos y terminé haciendo todo un sistema, con gran éxito.

-¿No pensaste en dejar de trabajar y descansar un poco?

-No. Lo que sí decidí es no meterme más con drogadictos ni con enfermos terminales... Se mueren y yo sufro mucho, no lo puedo tomar profesionalmente.

-¿Cómo está tu relación con Roberto Piazza?

-Mirá, nosotros trabajábamos con el tema de la pedofilia y de los chicos abusados, con la integración... Y un día estoy mirando televisión y veo que dice "muerte a todos los negros"… Me enojé. Yo estoy en contra de la pena de muerte, totalmente.

-¿No sos más amiga?

-No. Pero ahora me voy a abuenar porque el otro día en la tele le preguntaron por mí y él dijo que me amaba. Yo lo quiero mucho, pero es medio tilingo. El día que leí su libro, me dio ganas de tomarme un taxi, ir hasta su casa y abrazarlo. Había cosas terribles que le habían pasado que yo no sabía.

-¿Tenés amigos en el ambiente?

-Yo en realidad no tengo amigos. Sí me llevo muy bien con Osvaldo Laport, pero este ambiente es bravo. Yo los protegía, después se iban de mis manos o yo me iba cuando me avivaba que empezaban en las drogas...

-¿Los actores?

-Sí, sí. Me dolía mucho porque yo sé el efecto que causan las drogas y hacia donde te llevan. Yo soy una enamorada de la libertad y de saber dónde tengo puestos los pies. Y si a mí la cocaína me hace creer el Increíble Hulk y soy un sorete, me hace daño. Y si la marihuana me hace ver que todo está bien y que ja ja ja, me hace mucho daño. Yo quiero tener el dominio y el manejo de mí.

-¿Te da miedo a veces ser tan frontal?

-Tengo miedo como cualquier persona. Sólo los locos no tienen miedo y yo no estoy loca. Pero me cago en el miedo.

-¿Te desilusiona la gente a veces?

-Las que más me han desilusionado fueron las mujeres. No hice amigas actrices, en muchas cosas no estamos de acuerdo. A mí me gusta la política... Y no me comí la alfombra roja. Para mí, los actores somos trabajadores. Esas cosas de competencia no me gustan. O por ejemplo ver que en una tira cuando llega un actor nuevo, lo ignoran. ¿No se acuerdan cómo empezaron ellos? No nos hablamos con Soledad Silveyra, por ejemplo. Pero ella compite conmigo. Solita es una primera figura, yo no. Es preciosa, tiene un cuerpo divino.

-¿Por qué decís que compite?

-Porque se le nota, hemos estado en muchas reuniones juntas... Un día le dijo a mi marido: "Yo la verdad que la envidio a tu mujer, porque ella no es primera, pero se maneja como si fuera primera". Y mi marido le dijo "porque mi mujer es primera en la vida". Y es verdad. Yo no me voy a creer que soy primera sólo porque encabezo un elenco. Solita muere porque la consideren intelectual y esto (se señala el cerebro) se envidia mucho.

-¿Por qué no te llaman para hacer televisión?

-No sé, a lo mejor creen que me quiero hacer la estrella y nada que ver, soy así como persona, pero actuando hago cualquier cosa.

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