El día que Carolina Ardohain se convirtió en Pampita, el apodo que le dio fama y fortuna
La modelo llegó a Buenos Aires desde Santa Rosa en busca de oportunidades como bailarina y modelo; hoy conduce su propio programa y tiene una serie sobre su vida en el streaming
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“Secretaria, ordenarles los papeles”, le respondía Carolina Ardohain al conductor del programa Vision Sport que se emitía por un canal local de La Pampa. Corría 1995 y el tono de voz de la muy jovencita Carolina dejaba entrever que iría por mucho más, que no se conformaría con poco. Así fue. A fuerza de empeño, dedicación, deseo profundo y de no hacerse cargo de las críticas por más virulentas que sean. Al contrario, siempre pareció disfrutar cuando se habló críticamente sobre ella. Rebelde con causa, se juró superar esa infancia donde no sobraba nada. Carolina fue Pampita. Un mote que la definió, pero no la constituye. Hasta renegó del apodo hasta que entendió que le daba identidad pública y masividad. Le molestó menos que aquel “Muqui” despectivo que otra colega le endilgó en base al prejuicio y la discriminación.
Se sobrepone a cada uno de los escándalos en los que se ve envuelta. Hizo de su vida privada un eje del marketing personal con fines laborales. Hace todo, y más, por sostener su estatus y fama. Resiliente. Ni la tragedia personal más tremenda pudo con ella. Hoy es más que aquellas que la denostaban por ser la adolescente provinciana de baja altura y tez trigueña. Cuando precozmente fue chica de tapa de la revista Gente, aguardó durante la madrugada que se colocara la publicidad de la publicación en un letrero de Libertador y Pueyrredón. Ni bien se encendió el cartel, se tomó una fotografía. Había logrado una primera meta. Un objetivo fundacional. Aquella portada del 26 de diciembre del 2000 fue el puntapié de una carrera que jamás se detuvo. Ese día nació Pampita, el personaje al que le da vida Carolina.
¿Quién ese esa chica?
Nació el 17 de enero de 1978 en General Acha, provincia de La Pampa. Su madre brasileña, Tanhia Dos Santos, había tenido un fugaz romance con Guillermo Ardohain, un estanciero de La Pampa. La cosa no pasó de una pasión fugaz. Tanhia quedó al cuidado de Carolina no solo porque jamás se constituyeron como pareja, sino también porque Guillermo falleció muy joven en un accidente vial. Madre e hija vivieron unos años en General Acha para luego trasladarse a Santa Rosa, donde Carolina culminó sus estudios. En la capital provincial comenzó a desarrollar su vocación temprana. Y su deseo de notoriedad. Era una adolescente muy tímida cuando fue declarada Reina de los Estudiantes en Jujuy y Reina Provincial del Trigo. Durante nueve años estudió danza clásica, su pasión. Se soñaba interpretando El Lago de los Cisnes en el Teatro Colón.
En 1995 se decidió. A pesar de los miedos y la incertidumbre por lo nuevo partió hacia Buenos Aires casi con lo puesto. Un bolso y muy pocos ahorros. Un monoambiente compartido con una amiga y trabajos de mesera, empleada en un bowling y en una tienda de shopping. No había llegado a la gran ciudad para eso. Lo sabía.
Hizo todo por acercarse al mundo de la publicidad y el modelaje. Su belleza abría puertas. Pero ella era muy tímida, aunque decidida. Primero fue un concurso que organizó la revista Gente con chicas desconocidas. Salió tercera. Luego le llegó la posibilidad de una tapa compartida junto a otra ignota: Julieta Prandi, luciendo, junto a Susana Sadej, los hot jeans. Finalmente, la tercera fue la vencida: sería tapa de la misma publicación, pero sola, sin nadie que le hiciese sombra. Fueron justamente los responsables de esa nota quienes le sugirieron el apodo de Pampita. A ella no le cayó bien. Prefería su Carolina original. Pero periodistas y productores la alentaron, le explicaron las razones de diferenciarse del resto por belleza e identidad. “Si llamarme Pampita permite que salga en la tapa, entonces llámenme Pampita”. Así fue.
La razón del apodo tiene dos fundamentos precisos. Uno marcado por la territorialidad. Allí estaba Carolina plantándose como una mujer sexy, seductora, de erotismo naif ante las cámaras demostrando la belleza que llegaba de las pampas, de su La Pampa natal. Por otro lado, el apodo también daba cuenta de aquella creación del historietista Horacio Altuna, uno de los próceres del género. La Pampita de Horacio Altuna nació en la década del ´70. Se trataba de una mujer muy sexy, de curvas pronunciadas. Aunque, quizás, un poco más barroca y sexual que Carolina. Aquella edición de la revista Gente batió récords de venta. Y la fotografía que la nueva bomba sexy argentina se tomó junto al aviso publicitario de la portada con su rostro, marcó el camino de una mujer de objetivos claros que se admira mucho a sí misma.
Rápidamente llegaron los desfiles de Roberto Giordano y la posibilidad de trabajar en televisión. Primero como notera en ciclos como El Rayo. Varios años después, lograría tener su propio ciclo como conductora. Fue ganadora de Bailando por un sueño . Y hoy es una de sus jurados estelares. En el medio, casamientos, divorcios y escándalos. En 2002, se casó con Martín Barrantes, pero el cuento de hadas duró un suspiro. Luego llegó un matrimonio estable con el actor Benjamín Vicuña . Tuvieron cuatro hijos. En 2012, la familia vivió la tragedia de perder a Blanca, la hija mayor. El duelo y el dolor de lo inexplicable la apartaron un tiempo de los medios. Argentina y Chile acompañaron a los papás en el dolor más horrendo que puede transitar un ser humano. Con el correr de los meses, Carolina comenzó a mostrarse y a trabajar de nuevo. El deportista Juan Mónaco fue una de sus parejas posteriores a la separación de Vicuña, de quien se alejó por una supuesta infidelidad de él. A fines de 2019 se casó con Roberto García Moritán, un empresario gastronómico reconocido.
Carolina Ardohain conoce muy bien su negocio. Sabe que Pampita es esa gallina de los huevos de oro a la que debe proteger. Persona y personaje se confunden. Indisolubles. Acaso porque una no puede sobrevivir sin la otra. Carolina construyó parejas, amores intensos. Pampita, es la criatura que le permite notoriedad, alimentar el ego, y acumular fortuna. Carolina y Pampita viven como reinas, cumpliendo aquel deseo primigenio de la adolescente de Santa Rosa. Esa que, entre dientes, dijo que llegaba al set del canal local para acomodar papeles. Inteligente como pocas, aquella jovencita sabía que quería y estaba para más. Pampita fue la herramienta que le permitió concretar esos sueños. Ese apodo, al que ella se resistió tibiamente, y que la convirtió en una figura pública. Menos barroca que la de Horacio Altuna. De carne y hueso. Sugestiva, misteriosa e inteligente. Sabe cómo derrotar a las que compiten con ella. Memoriosa y con rencores. Aquellas carencias de la infancia la forjaron. El mal vínculo con su madre le dio independencia. Y Pampita, le dio fama y fortuna. Carolina, la chica pampeana que siempre quiso comerse el mundo. Y lo logró.
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