El Colón-Ring marcha firme hacia su estreno
Valentina Carrasco se despegó de lo que había sido hecho por Katharina Wagner
Un hijo de Wagner está a punto de nacer. La fecha prevista es el próximo martes 27, y el lugar, el Teatro Colón. Todos tratan de imaginar cómo serán sus rasgos, aunque también están pendientes de si Wagner, a través de su legión de guardianes, adictos, prosélitos y sobre todo deudos, reconocerá su paternidad. Hay alguien que no tiene ninguna duda de que la respuesta será positiva y la gente quedará encantada. Vale la pena tomar en cuenta su opinión, porque es la responsable principal de que este nacimiento se produzca en las mejores condiciones posibles.
Se llama Valentina Carrasco, es argentina y a los 39 años, como una de las directoras escénicas de la Fura del Baus, ya tiene las credenciales artísticas internacionales para emitir juicios de valor sobre todas las formas del espectáculo. Fue convocada telefónicamente por el Colón hace tres semanas cuando se encendió la alarma, a raíz del abandono imprevisto, y el regreso a Alemania, de Katharina Wagner, bisnieta del compositor, quien había sido portadora de la idea original y encargada de llevar adelante el proyecto y dirigir la puesta.
Carrasco pidió 48 horas para pensar la propuesta y acto seguido, sobre el mismo filo de los tiempos, desembarcó en el Colón, donde conoce bien las caras y el trabajo de todos, porque integró la dirección de las puestas de El gran macabro , de Ligeti, y el Edipo, de George Enescu, y dejó un recuerdo que en la sala porteña agendaron con especial cuidado.
-Usted viene de uno de los grupos creativos más activos e importantes de la vanguardia artística europea. Es difícil entender su acuerdo y su vinculación mental para continuar el trabajo de una profesional y empresaria vinculada a Bayreuth, como Katharina Wagner.
-¿Continuar? Mi compromiso fue empezar de cero. Yo ni sé lo que había planeado esta señora. No tengo ningún documento con sus ideas escénicas. A mí lo único que me entregaron fue una escenografía diseñada por Frank Schloessmann, el escenógrafo original. Él se quedó. Yo he traído un escenógrafo y hemos modificado algunas partes, pero con el acuerdo total de Frank, quien me autorizó a usar su escenografía y modificarla como quisiera. Yo no vine a continuar nada.
-¿Cree que este replanteo hará más hermético a Wagner?
-Por lo que veo, lo hará más accesible a una mayor cantidad de público. En él, es más fácil descubrir a Wagner. Está más abierto, más despojado de repeticiones y de tiempo vacío. Pienso que la gente lo disfrutará más. Y lo recordará.
-¿Cómo se lleva con los tiempos?
-Vamos muy bien en los ensayos. Con luces, con todo. Somos absolutamente obsesivos, locos por la calidad. Con el director de orquesta, Roberto Paternostro, no pasamos por alto un solo detalle. El tiempo no actúa como un condicionador de la calidad. La gente verá y escuchará algo rigurosamente elaborado y terminado. Como si hubiéramos tenido un año para construirlo.
-¿Y el apoyo del teatro?
-Conozco teatros de todo el mundo. El Colón tiene mucha energía. La gente que trabaja en todos los sectores siempre está lista para ayudar, mejorar, corregir, repetir. No he visto una sola cara amarga, desagradable ni indiferente. Mi recuerdo de esta increíble aventura será la forma en que todos se involucraron.
-Hay tres cantantes muy importantes para Wotan, Brunilda y Sigfrido. ¿Cómo son?
-Están estupendamente elegidos. Ya verán a Jukka Rasilainen, el finlandés que hace el Wotan. Y a la Brunilda de la norteamericana Linda Watson. Y al Siegfried de Leonid Zakhozhaev. Escucharán el volumen que tienen, manejado por una excelente técnica vocal para cantar Wagner. Y verán lo buenos actores que son. Y el buen nivel de alemán que cantan. Igual que Mime, Alberich, Fafner, Freia, Loge, Fricka, Sieglinde, Waltraute, Hagen y seguro que me olvido de nombrar a la mitad o más. El cast es espléndido.
-¿Y el público? ¿Han pensado que, por más entregada a Wagner que esté la gente, el esfuerzo de concentración a lo largo de siete horas de espectáculo es cosa para tener en cuenta?
-Si no pensamos en el público, ¿para quién hacemos todo esto? El espectáculo se desarrollará en cuatro partes: una para cada obra. Entre ellas habrá un intervalo de 30 minutos entre El oro del Rin y La Walkiria, y entre Sigfrido y El ocaso de los dioses , y 60 minutos entre La Walkiria y Sigfrido (la segunda y tercera parte). En esos intervalos, a la gente se le dará de comer y beber, porque el menú completo está incluido en el valor de las entradas.
-¿Las siete horas sin moverse del teatro?
-El objetivo de este espectáculo es que el público no pierda el hilo de la historia completa. Que no se vaya del teatro. Que se sienta permanentemente ligado a la escena, que participe, que se involucre, que la gente hable entre ella de lo que vio y de lo que verá, que no se desentienda de la continuidad del relato, cosa que podría suceder, si las cuatro obras se dieran en cuatro días distintos. En el tiempo de un día entero, el espectador vivirá la Tetralogía. ¿No es fantástico?
-¿Qué dirán los adictos de Wagner, los de la tradición wagneriana ortodoxa?
-Esta nueva obra sorprenderá positivamente a muchos viejos y nuevos conocedores de Wagner. Y los acercará aún más a sus grandes amores musicales.
- Colón-Ring
Versión adaptada de siete horas de El anillo del Nibelungo
Teatro Colón, Tucumán 1171
Funciones, martes 27 y viernes 30, a las 14.30.
El inmenso mar wagneriano
Carrasco defiende la idea de una nueva obra
-Mucha gente considera a este Ring como un highlight de la Tetralogía. Algo como "Los grandes momentos del Anillo" o "Tenga la Tetralogía en sólo siete horas".
-No es así. Esto no es ni una adaptación ni un highlight . Es una reversión, como podrían serlo Las Meninas, de Picasso, con relación a las de Velázquez, como la Antígona, de Jean Anouilh, y la de Sófocles.
-¿Aquí no queda nada en el camino?
-No mucho. Pero aquí se cuenta y se entiende toda la historia de la Tetralogía con una solución de continuidad muy cuidada. Cada cuadro del drama está. Puede faltar alguna escena, pero cuando falta es porque está contada luego en otra. Todo está en esta adaptación.
Carrasco es una persona de opiniones muy firmes y, como puede leerse, de respuestas categóricas. Afirma sus convicciones con energía envidiable, alimentada por una batería siempre cargada. Aunque, en el diálogo personal, todo lo impregna de un cierto tono de dulzura que dificulta el enfrentamiento. Sabe que aquí está haciendo una experiencia distinta a todo lo conocido. Algo nuevo para el público. Pero no para ella, que parece muy bien equipada para navegar en el inmenso mar wagneriano.
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