El club de los golpes bajos
"El club de la pelea" ("Fight Club", Estados Unidos/1999). Presentada por Fox. Fotografía: Jeff Cronenweth. Música: Dust Brothers. Intérpretes: Edward Norton, Brad Pitt, Helena Bonham-Carter, Meat Loaf Aday y Jared Leto. Guión: Jim Uhls, basado en la novela de Chuck Palahniuk. Dirección: David Fincher. Duración: 140 minutos. Para mayores de 18 años. Nuestra opinión: regular.
Este cuarto largometraje del talentoso y esteticista realizador David Fincher ("Alien 3", "Pecados capitales", "Al filo de la muerte") es una calculada apuesta a la provocación, el escándalo, el debate mediático. Pero detrás del avasallante despliegue visual con el que suele impactar este joven director, el film aparece como un producto hinchado, engordado artificialmente a partir de una sucesión de frases tan ampulosas como demagógicas, máximas de Perogrullo y argumentos insostenibles sobre cuestiones complejas, como la crisis de la sociedad de consumo, la violencia como descarga de adrenalina, el sexo sin amor, la nueva masculinidad, las búsquedas espirituales y el fanatismo militarista.
Si bien el guionista (debutante) Jim Uhls intentó darles "contenido" a los diálogos, por más que Fincher dotó a la historia de un ritmo trepidante y un tono entre fantasmagórico y desgarrador, y aunque Edward Norton (narrador en off) y especialmente Brad Pitt se esforzaron al máximo por hacer creíbles sus ambiciosos parlamentos, "El club de la pelea" está más cerca de la filosofía barata de cafetín que de la obra corrosiva que pretende ser.
Esta fábula apocalíptica, que coquetea con el realismo sucio pero finalmente se enamora de la ciencia ficción, está descripta desde el punto de vista de un triste empleado de una compañía automotriz (Norton) que encuentra cierto placer superficial en la compra por catálogo, pero sufre todo tipo de traumas, soledades y hasta un insomnio patológico.
El dependiente
El protagonista (del que nunca conocemos su nombre) se vuelve con el tiempo adicto a los grupos de autoayuda y termina concurriendo nada menos que a 12 entidades para alcohólicos, fumadores o enfermos de distintos tipos de cáncer, de tuberculosis o de SIDA. Encuentra allí una conexión especial, un ámbito para la descarga y también a Marla (Bonham-Carter), una enigmática mujer que parece estar en una búsqueda similar a la suya.
Tras este arranque, aparece en escena Tyler Durden (Pitt), una suerte de sabio engreído y autosuficiente, mezcla de profeta milenarista e ideólogo anarquista, que seduce (intelectualmente) al desorientado y desesperado Norton.
Durden prácticamente adopta al desconocido (lo manipula) y lo introduce en su particular ideología que apunta a la autodestrucción como único camino hacia la superación: perder todo, descender hasta lo más bajo que puede llegar el ser humano para vencer las inhibiciones y las represiones, descubrir el verdadero ser interior y poder enfrentar entonces las injusticias de la sociedad capitalista.
No conviene adelantar más de la trama: sólo que el dúo comienza a operar un club clandestino de pelea en el que los participantes se golpean hasta prácticamente desfigurarse los rostros. En ese punto, la película, que tiene un arranque prometedor, se desbarranca por completo e inicia una escalada de violencia que alcanza su punto más torpe, ridículo e inverosímil con la conformación de un grupo paramilitar dedicado a concretar atentados terroristas en gran escala.
Si "El club de la pelea" no resulta un absurdo completo es porque Fincher se vale de su notable sentido de la narración cinematográfica, su sofisticación visual y toda la artillería de efectos especiales, música electrónica y complejos movimientos de cámara para sostener un relato por momentos atractivo, pero sin la más mínima coherencia temática. "El club de la pelea" es una película al que el calificativo de sensacionalista no le calza para nada mal.
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