El clásico de Carlos Gardel que cuenta la historia de un compadrito despechado y, en el fondo, arrepentido
Celedonio Flores es el autor de este gran tango de las primeras décadas del siglo pasado, con exquisito uso del lunfardo; fue versionado por Hugo del Carril, Julio Sosa, Roberto Goyeneche, Julio Iglesias y Caetano Veloso, entre otros
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“Rechiflado en mi tristeza, te evoco y veo que has sido, en mi pobre vida paria sólo una buena mujer.” ¡Cómo ha resonado el comienzo de ese gran tango de Celedonio Flores, con música de Carlos Gardel y Alfredo Razzano! “Rechiflao”, un lunfardismo perfecto que habla “tangueramente”. Porque ese “rechiflao” no remite únicamente a un desorden mental, sino a un estado general que invade a uno de los protagonistas de esta canción. Y nadie mejor que Flores para resumir en una palabra el estado de ánimo de ese malevo que orgullosamente dice que las cosas entre él y una vieja novia están saldadas, que han quedado mano a mano, como si eso aliviara su pena.
“Mano a mano” es un paradigma tanguero en sí mismo. Es la tristeza tanguera del compadrito que añora el amor de una paica a la que no supo valorar en su momento y que, en el fondo, le reprocha haberse ido detrás de un hombre adinerado. Acaso para sentirse menos responsable, la acusa de aprovecharse de ese “otario” que le da todos los gustos y placeres. Sigue así: “Tu presencia de bacana puso calor en mi nido. Fuiste buena, consecuente, y yo sé que me has querido. Como no quisiste a nadie, como no podrás querer”. Y si no podría querer a nadie más, ¿por qué siguieron rumbos diferentes?
Hay cuestiones idiosincráticas del universo tanguero que pintan las relaciones en estos términos y “Mano a mano” tiene todos esos condimentos. La buena factura de cada uno de esos tangos dependerá no solo de una música bella sino del talento de sus autores. Celedonio Flores (alcanza con llamarlo Celedonio, en el mundillo tanguero) fue siempre inspirado y certero al momento de escribir tangos.
Fue contemporáneo de Carlos Gardel; nacieron con unos pocos años de diferencia. En 1920, el diario Última hora publicó un poema de Celedonio titulado “Por la pinta”, que habría llamado la atención del Zorzal Criollo. Fue así que lo musicalizó junto a José Razzano. El tema se llamó “Margot” y habla de una mujer ambiciosa que no fue seducida por un bacán sino que eligió su propio estilo de vida: “Vos rodaste por tu culpa, y no fuiste, inocentemente. Berretines de bacana que tenías en la mente.” La protagonista de “Mano a mano” es una especie de Margot que elige una vida poco honorable a cambio del buen pasar, determinación sumamente reprobable hace más de un siglo, y en tiempos más cercanos también.
Buena parte del repertorio tanguero dedicado al desencuentro amoroso giró en torno a la historia del compadrito que quedó amurado por la percanta, esa chica (la linda del barrio) que se fue encandilada por las luces de centro, en busca de la buena vida. Como justificación, el corazón abandonado se refugia en sus propias conclusiones que hablan de una vida tramposa y falsa. Porque la muchacha no hará otra cosa que perder el tiempo en una vida de fantasía, engañando “otarios”.
En la producción musical de Celedonio hay obra de este tipo, con un lunfardismo muy presente, entre otra clase de poemas que refieren a temas diferentes. “Pan” habla de la realidad social; es la historia de un hombre que está preso por robar comida para llevarle a su familia. “Viejo smoking” es la nostalgia de un pasado mejor y del anhelo de un ascenso de clase que un cantor terminó pagando, más temprano que tarde. En esa línea de evocar tiempos más felices está “El bulín de la calle Ayacucho”. En cambio, hay otros como “Atenti, pebeta”, que escaló a su cúspide con la interpretación de Edmundo Rivero. Tiene un tono humorístico para aleccionar a las jovencitas sobre el cuidado que se debe tener ante las tentaciones de la mala vida.
Carlos Gardel grabó 21 temas Celedonio. Probablemente, “Mano a mano” sea uno de los que calaron más hondo en la preferencia del público tanguero. Tiene una secuencia de acordes circular que sale y vuelve como un boomerang pero de manera lenta. La construcción de las estrofas es bastante particular, por quintetas. El tono que Gardel y Razzano le dieron es muy campero, con la acentuación de la milonga tanguera. Y eso acentuó el tono trágico de la composición.
Hay una declaración que es la recurrente historia del hombre que acusa a la mujer por haberse ido detrás de los lujos propuestos por un bacán con mucho “vento”. Hay otra declaración: si hubo cuentas pendientes en aquella relación que terminó, ya están saldadas. Y hay, quizá, una más. Un arrepentimiento que, en el fondo, manifiesta que, al menos de una parte, el amor no ha terminado y puede ser, incluso, incondicional. Es justamente en el verso final que se expresa. Toda una novedad dentro del inventario tanguero. Una declaración de este tipo en la que ese hombre que aparece abrazado a un rencor, logra superar los malos sentimientos.
“Y mañana cuando seas, descolado mueble viejo. / Y no tengas esperanzas, en el pobre corazón. / Si precisás una ayuda, si te hace falta un consejo, / acordate de este amigo que ha de jugarse el pellejo / p’ayudarte en lo que pueda, cuando llegue la ocasión”.
Grandes voces atravesaron esta historia con su canto, luego del gesto iniciático de Gardel para que se convirtiera en un clásico tanguero. Por Gardel tuvo una segunda grabación, en Barcelona, en 1927. En la década siguiente hubo registro de Charlo, Hugo Del Carril y Roberto Maida con la orquesta de Francisco Canaro. Mucho más tarde llegó a las grandes voces de Edmundo Rivero, Roberto Goyeneche y Julio Sosa. Adriana Varela la adoptó para el tango finisecular plasmado en sus discos. Y casi como curiosidad en esta historia, se puede contar que también la grabaron Julio Iglesias, Caetano Veloso, Joaquín Sabina, Vicente Fernández y Andrés Calamaro.
Aunque poco conocida, existe una letra alternativa en la que para varias de las aseveraciones del protagonista hay una respuesta femenina. Fue escrita por Humberto Correa (también conocido como Iván Once) nacido en 1901, en Minas, Uruguay. La versión fue interpretada por Roberto Lister y Nina Miranda, quien se encarga de los agregados. Veamos un ejemplo.
Celedonio escribe: “Se dio el juego de remanye, cuando vos, pobre percanta. Gambeteabas la pobreza en la casa de pensión, Hoy sos toda una bacana, la vida te ríe y canta. Los morlacos del otario los jugás a la marchanta, como juega el gato maula con el mísero ratón.”
Casi como un paso de comedia la respuesta era: “Yo no sé por qué estás triste y evocás lo que antes he sido. Con el filo de engrupirme que era una buena mujer. Si aburrida de tus tratos decidí dejar el nido, porque me tenías cansada con tu beguén de engrupido ¡Y decís que te he querido como no llegué a querer!”.
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