El caso policial que sacudió a la sociedad argentina
En la casa situada en Martín y Omar 544, en San Isidro, una reja verde alta y un chapón algo oxidado impedía ver el interior. En esa finca vivía Arquímedes Puccio, padre del clan criminal que conmovió a todos con sus actos de traición, secuestros y muertes, que quedaron grabados para siempre en la crónica policial en los comienzos de los años 80, en una nueva etapa de la transición que vivía una Argentina que apostaba a los cambios.
El lúgubre y húmedo sótano de aquella casona sirvió hace algo más de 30 años para mantener secuestrados a los empresarios Ricardo Manoukian, Eduardo Aulet y Emilio Naum, todos conocidos de los Puccio, que luego de haber cobrado sus jugosos rescates los asesinaron sin piedad. Allí también estuvo secuestrada la empresaria Nélida Bollini de Prado, la única sobreviviente de las víctimas del clan y que pudo ser rescatada por la policía cuando llevaba más de un mes de cautiverio.
Otros miembros de la familia no participaron directamente de los delitos, pero, como afirmaban en sus sentencias los jueces que los condenaron, no podían ignorar lo que realmente ocurría tras las paredes de la casona de Martín y Omar: fue un silencio cómplice tan determinante como quien apretó el gatillo para dar muerte a cada uno de los cautivos.
La llave principal del clan que abrió el negocio criminal de los secuestros se llamó Alejandro Puccio, que supo jugar al rugby en el tradicional Club Atlético San Isidro, donde por vía directa o indirecta conoció a muchas de sus futuras víctimas, que nunca entendieron qué fue lo que se disparó en su cabeza para empujarlo, sin remordimiento alguno, a traicionarlos, secuestrarlos, sacarles dinero y asesinarlos. Los Puccio era considerada una buena y respetada familia católica en San Isidro. Nadie imaginaba la otra cara de este verdadero clan criminal.
Alejandro Puccio estuvo alojado en el penal bonaerense de Florencio Varela hasta noviembre de 2007, donde cumplía una pena de prisión perpetua por los crímenes cometidos entre mayo de 1983 y julio de 1985.
Murió a los 49 años, el 27 de junio de 2008, cuando desde hacía ocho meses gozaba de libertad condicional. Su abogado dijo que había fallecido "de muerte natural", algo que él jamás esperó desde que fue detenido por los secuestros y muertes, pues desde aquel entonces había intentado suicidarse cuatro veces: en una de ellas, el 8 de noviembre de 1985, se arrojó al vacío desde el segundo piso del Palacio de Tribunales y cayó sobre el techo de chapa de un puesto de recaudación de la entonces DGI.
Arquímedes Puccio, el líder del clan, fue condenado a reclusión perpetua. Estuvo en prisión durante 23 años, hasta que la Justicia determinó que por el régimen del 2 x 1 fue beneficiado con la libertad condicional. Se fue a vivir a General Pico, en La Pampa, en la casa de un pastor evangélico que lo ayudó a pasar el resto de sus días hasta la madrugada del 3 de mayo de 2013, cuando falleció a los 84 años.
Nunca se sabrá si alguna vez algunos de los Puccio se arrepintió y comprendió el dolor infinito que despertaron en las familias de las víctimas, que varias veces fueron entrevistadas por este redactor a lo largo de todos estos años: algo que seguramente sellará esta triste historia que ahora recordará el cine.
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