El cambio permanente, una brújula de su vida
Perfil: el gran bailarín ruso superó diversos problemas personales y artísticos, siempre con el futuro en la mira.
Volátil, inquieto e imaginativo, como buen acuariano, Mikhail Baryshnikov también es reflexivo, inteligente, empecinado a la hora de emprender lo que desea.
Nació en Riga, capital de Latvia, una de las repúblicas de la Unión Soviética. Era un chico movedizo al que todo le atraía. Sobre todo, las funciones de ópera, teatro y ballet a las que su madre, Alexandra, lo llevaba. Para encauzar su inquieto temperamento y por consejo de una profesora del Bolshoi, su mamá lo llevó a estudiar danza en la escuela coreográfica de su ciudad. Esas ideas no contaban con el beneplácito de su padre, militar, de frío y duro carácter.
La alegría pasaba por las clases de ballet y las visitas a su abuela, en un pueblito cercano al río Volga. Allí lo llevó su madre, cuando Misha tenía doce años, para pasar unos días de vacaciones. A su regreso a Riga, Alexandra se ahorcó en el baño.
El duro golpe no le impidió ingresar en la escuela de ballet. Allí, uno de sus compañeros fue Alexander Godunov. Cuando el grupo de estudiantes de Riga fue a la entonces llamada Leningrado para actuar, Misha tenía16 años. Su talento no pasó inadvertido e inmediatamente le propusieron ingresar en la célebre escuela Vaganova, semillero del Ballet Kirov. Su maestro era Alexander Pushkin, excelente formador de varones: su gran discípulo había sido Nureyev.
Guía de los más grandes bailarines del Kirov, Pushkin sufrió mucho las pérdidas, tanto Nureyev, en 1961, como Baryshnikov, en 1974, desertaron, en tanto que el fenomenal Yuri Soloviev se suicidó por no tener posibilidades de esarrollarse artísticamente más allá del repertorio clásico.
Fueron las mismas razones que tuvo Misha para dejar Rusia. Cuando en 1967 fue nombrado solista del Kirov, su talento era admirado. Pero la presión, vigilancia y delación, después del escape de Nureyev, eran insufribles. Misha sólo deseaba bailar y hacer obras distintas.
En 1970, Natalia Makarova, del mismo elenco, fue la primera mujer que desertó. La situación empeoró y Baryshnikov se dio cuenta de que debía encontrar una salida. La ocasión se dio en 1974, cuando un grupo del Bolshoi, que iba en gira por Canadá, pidió a las autoridades del Kirov que Misha fuera parte del conjunto. Baryshnikov aceptó el desafío y decidió exilarse. Nada lo ataba a Rusia. Pushkin, el único ser querido, murió después de un ataque cardíaco.
Contratado por el American Ballet, donde solía bailar con su compatriota Makarova, desde que puso sus pies en Occidente se convirtió en el más admirado de los bailarines.
Sin embargo, persistía en no detenerse. Profesaba total admiración por George Balanchine, el ruso que había abierto el camino del ballet en los Estados Unidos y que con su estilo había cambiado la historia de este arte.
Estrella máxima del ABT y ganando 3500 dólares por función (una gran suma en ese tiempo), Baryshnikov deseaba pasarse al New York City Ballet, que Balanchine dirigía, sólo por aprender y manifestarse en su estilo.
El coreógrafo lo aceptó en su elenco. Pero en el NYCB no existía el estrellato; los bailarines ganaban 800 dólares por semana, no les era permitido bailar en otra compañía y los contratos eran de por lo menos un año. En 1979, Baryshnikov abandonó el glamour y la fama del American para ser uno más del plantel balanchiniano.
Como le importaba cambiar, actuó en comedias musicales, hizo un show con Liza Minnelli y fue actor de cine en "Momento de decisión", "Sol de medianoche" y "Dancers".
Ideas controvertidas
Cuando en 1980 le ofrecieron la dirección artística y ser primera figura del American Ballet Theatre, aceptó regresar. Desafío que si bien le trajo la mayor gloria, también le dio dolores de cabeza. Sus funciones como director fueron muy controvertidas. Con ideas innovadoras, generaba resentimientos al incorporar mucho de la danza contemporánea al repertorio eminentemente clásico.
Su amistad y fascinación por Twyla Tharp (que en 1976 creó para él "Push Comes to Shove") y otros coreógrafos modernos transformaron el perfil de la compañía. Con cinco operaciones de meniscos en una de sus rodillas, enajenado entre sus actuaciones y labores directivas, nueve años más tarde, aburrido de los problemas, Misha renunció. Y le dijo adiós al clásico.
El mundo creyó que dejaría de bailar. Pero con la ayuda del magnate Howard Gilman, su sponsor en el ABT ("una persona que quise como si fuese mi hermano mayor"), fundó su compañía de danza moderna.
Bailó coreografías de Martha Graham, José Limon, Merce Cunningham, Paul Taylor y Twyla Tharp, tanto como de los vanguardistas Mark Morris (su mano derecha en el White Oak Project), Trisha Brown, Dana Reitz y Tamasuro Bando. La alegría de comenzar algo diferente es el motor que hace que Baryshnikov, a los 50 años, siga pensando en futuro. Le quitó las etiquetas a la danza porque, en principio, se las quitó a sí mismo.
Con cuatro hijos _una, Alexandra, de su unión con Jessica Lange, y tres con su actual mujer, Lisa Rinehart, ex bailarina del ABT_, adora a sus perros y vive el presente con energía y está totalmente mimetizado con el país donde vive. Por primera vez, este año volvió a Riga. Allí bailó para el público su ciudad natal; fue a visitar la tumba de su madre, concedió entrevistas exclusivamente a periodistas de Latvia y no a los de Rusia. "Pensé que regresar a Riga me conmocionaría, pero en mi corazón no pasó nada. No tenía nada que ver con ese lugar; me pareció un territorio desconocido. El único recuerdo que me traje fue Maggie, una perra."