Mientras la DEA buscaba al Chapo Guzmán, un nuevo Cartel empezaba a dominar el suelo azteca. Quién es el traficante de la nueva generación
Una noche calurosa y húmeda de agosto del año pasado, dos hermanos mexicanos ricos salieron de fiesta en Puerto Vallarta. Iván, 35 años, y Jesús Alfredo Guzmán, 29, estaban de vacaciones en esa ciudad de veraneo desde hacía una semana. Era domingo, la noche antes del cumpleaños número 36 de Iván, y para festejar reservaron una mesa en un restaurante caro llamado La Leche. Ahí se les sumaron seis hombres y nueve mujeres –jóvenes, atractivos, bien vestidos, con Range Rovers y Escalades–, y se sentaron en una larga mesa iluminada a la luz de velas en el centro de la sala toda blanca, pidieron champagne y cantaron el “Feliz cumpleaños”. Tres horas después estaban cerrando la velada cuando, apenas pasada la medianoche, media docena de hombres con rifles de asalto aparecieron y los rodearon. Uno de los hombres armados obligó a Iván a arrodillarse, lo pateó fuerte en las costillas y lo hizo caer al piso. A Jesús Alfredo también le apuntaban. Los hermanos y los demás hombres fueron llevados a dos SUV que esperaban afuera y desaparecieron en la noche; a las mujeres las dejaron ilesas. Toda la operación duró menos de dos minutos; el dueño del restaurante más tarde la describió como “violenta, pero muy limpia”. Y así, sin que se disparara un sólo tiro, secuestraron a los hijos más jóvenes del famoso jefe del cartel de Sinaloa, Joaquín Guzmán, también conocido como “el Chapo”.
Los hijos del Chapo habían cometido el error de salir de fiesta en el territorio del rival más nuevo y peligroso de Sinaloa: un jefe advenedizo llamado Rubén Oseguera Cervantes, alias “el Mencho”. Ex policía del estado de Jalisco, quien alguna vez cumplió una condena de tres años en una cárcel en Estados Unidos por vender heroína, el Mencho lidera lo que muchos expertos consideran el cartel de drogas de mayor crecimiento, más mortal y, según algunos, el más rico: el Cartel Jalisco Nueva Generación, o CJNG. Aunque es básicamente desconocido en Estados Unidos, el Mencho fue acusado en una corte federal en Washington por tráfico de drogas, corrupción y asesinato, y actualmente hay una recompensa de cinco millones de dólares por su cabeza. Con la posible excepción de Rafael Caro Quintero –el viejo capo de la droga todavía buscado por la tortura y asesinato de un agente de la DEA en 1985–, es probablemente el principal objetivo americano en cuanto a narcotráfico se refiere. “Antes era el Chapo”, dice una fuente de la DEA. “Ahora, el Mencho.”
El CJNG existe desde hace apenas media década, pero con su vertiginoso ascenso, ya lograron lo que a Sinaloa le llevó una generación. El cartel estableció rutas de tráfico en docenas de países en seis continentes, y controla territorios que se despliegan por medio México, incluyendo ambas costas y ambas fronteras. “[El CJNG] incrementó sus operaciones como ninguna otra organización criminal de la historia”, dice un informe de inteligencia clasificado de México obtenido por el periódico El Universal. En mayo, el procurador general de México, Raúl Cervantes, los declaró el cartel más ubicuo del país.
El CJNG se especializa en metanfetaminas, droga que deja márgenes de ganancia mayores que la cocaína o la heroína. Al concentrarse en mercados internacionales lucrativos en Europa y Asia, el cartel al mismo tiempo mantuvo un bajo perfil en Estados Unidos mientras se hizo con unos fondos de financiación que algunos expertos calculan en 20.000 millones de dólares. “Estos tipos tienen mucho más dinero que Sinaloa”, dice un ex agente de la DEA que pasó años persiguiendo al cartel en México (y que pidió permanecer en el anonimato por razones de seguridad). Según otro investigador de Estados Unidos, “el Mencho ha sido muy, muy agresivo. Y hasta ahora, desafortunadamente, le sirvió”.
Aunque la mayoría de los estadounidenses quizás no se den cuenta, los carteles de México han sido debilitados de manera casi uniforme. Los célebremente aterradores Zetas –comandos que eran ex fuerzas especiales y que aterraban al país con mutilaciones y decapitaciones– fueron desgastados por costosas guerras territoriales y por el arresto de sus principales líderes. Los Caballeros Templarios y el Cartel del Golfo también han sido marginados. Incluso el poderoso Sinaloa cayó en luchas internas después de la reciente extradición del Chapo a Nueva York, cuando varias facciones, incluyendo a los hijos del Chapo, su hermano menor, y su antiguo socio Ismael “Mayo” Zambada, se disputaron el control.
Esta balcanización hizo que México fuera un caldo de cultivo para la violencia. Desde el arresto del Chapo en enero de 2016, la tasa de homicidios del país creció más del 20 por ciento, con 20.000 asesinatos el año pasado, más que en Irak o Afganistán. En los primeros cinco meses de 2017, la tasa de homicidios se incrementó otro 30 por ciento. Miles de estas muertes pueden anotarse como parte de las batallas territoriales del CJNG. Se descubrieron grandes sitios de entierro en los estados en los que el cartel ha sido más agresivo, como Veracruz, que el procurador general hace poco describió como una “tumba gigante”; en Colima, donde el CJNG y Sinaloa se pasaron todo el año pasado luchando por la supremacía, la tasa de homicidio se triplicó.
"En México te cruzás con tipos que conocieron al Chapo", dice un agente de la DEA. "Pero no al Mencho. Es como un fantasma."
“Vimos cómo se puso muy sangriento, y mucha gente lo atribuye al Mencho”, dice Scott Stewart, un analista de cartel sénior en Stratfor, una compañía de inteligencia privada. “Donde sea que tratan de meterse a la fuerza, aparecen cadáveres.”
El Mencho también exhibió un salvajismo que es extremo incluso para los estándares narco. Para el declarado brutal Chapo, matar era una parte necesaria del negocio. Para el Mencho, parece más sadismo como un espectáculo público. Hubo asesinatos en masa, como cuando se arrojaron 35 cuerpos atados y torturados en las calles de Veracruz durante la hora pico en 2011. Dos años después, miembros del CJNG violaron, mataron y prendieron fuego a una chica de 10 años que creyeron (equivocadamente) que era la hija de un rival. En 2015, asesinos del CJNG ejecutaron a un hombre y a su hijo, que iba a la escuela primaria, detonando bloques de dinamita que les habían pegado con cinta en el cuerpo, y se reían mientras filmaban la espantosa escena con sus teléfonos. “Esto es estilo ISIS”, dice un agente de la DEA que ha investigado al cartel. “El modo en el que matan a la gente, los impresionantes números, no tiene parangón ni siquiera en México.”
La comparación con ISIS es instructiva por otra razón. Cuando el Chapo estaba en la cima del poder, después de las sangrientas guerras narco que había habido en México la década anterior, el país gozó de un período de relativa paz, lo que el novelista e investigador de la guerra narco Don Winslow llamó la “Pax Sinaloa”. Pero, un poco como creció el Estado Islámico a partir del vacío que quedó en la Irak post-Saddam, una consecuencia inesperada de haber arrestado al Chapo puede haber sido haberle abierto la puerta a algo incluso peor.
Sólo se conocen un puñado de fotos del Mencho, e incluso la descripción que tiene el Departamento de Estado de él es cómicamente anodina: mide uno setenta, pesa 75 kilos, ojos marrones, pelo marrón. Los romanceros del narco han festejado su supuesto amor por las motos rápidas y las peleas de gallos por 100.000 dólares –uno de sus apodos es “El Señor de los Gallos”–, pero, más allá de eso, es un enigma. “Después de 25 años trabajando en México, vos te cruzás con tipos que conocieron al Chapo, que hablan de él”, dice el ex agente de la DEA. “Pero del Mencho no se escucha nada. Es como un fantasma.”
De algún modo, el secuestro de los hijos del Chapo fue como la fiesta de bienvenida del Mencho. “El plan era matarlos”, dice una fuente de la DEA. “[El CJNG] iba a secuestrarlos, sacarles las confesiones que necesitaban, y después limpiarlos.”
Pero a último momento, el Chapo –en aquel entonces todavía encerrado en México– logró hacer un trato. A cambio de lo que la fuente de la DEA llama “dos millones de dólares y un montón de droga”, ambos hijos fueron liberados ilesos.
El pago del rescate fue en gran medida una ceremonia. “El Mencho no necesita la plata”, dice la fuente. “Estaba dando un mensaje. ‘Su viejo ahora está encerrado. No crean que son intocables’.” De Cancún a California, el mensaje quedó claro. El Mencho iba por el trono.
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Jalisco es, en gran medida, el estado emblema de México. La música mariachi nació ahí, al igual que el tequila y los sombreros. El lema del estado es “Jalisco es México”. Durante décadas, el estado fue una zona neutra para los carteles: muchos narcos millonarios tenían una casa en la capital, Guadalajara –una ciudad colonial de postal apodada “La perla del Oeste”– mientras las ciudades balnearias como Puerto Vallarta eran lugares de vacaciones elegidos no sólo por capos narco sino también por políticos mexicanos.
Pero Jalisco, estratégicamente hablando, también contiene propiedades enormemente importantes para el negocio de la droga. Como la segunda ciudad más grande de México, y un gran centro de financiación y transporte, Guadalajara ofrece muchas oportunidades para lavado de dinero y reclutamiento. Jalisco también está junto a dos de los mayores puertos marítimos de México, Manzanillo y Lázaro Cárdenas, útiles para despachar toneladas de drogas. “Si tuviera que elegir un factor importante [que habilitó el ascenso del Mencho]”, dice el agente especial Kyle Mori de la división de Los Angeles de la DEA, “diría que fue haber tenido una gran ventaja geográfica”.
Mori, de 35 años, tiene el mentón prominente y es honesto, posee la amistosa autoridad de un guardaparques, pero de uno que porta una Glock. También es un “bulldog a la hora de las investigaciones”, según su supervisor, el agente especial a cargo James Comer, de la DEA. Antes de entrar en el organismo, Mori trabajó como oficial de patrulla de la oficina del sheriff del condado de Los Angeles en Compton. Ahora, como el principal investigador de la agencia respecto del CJNG –y el agente que ayudó a preparar la acusación contra el Mencho en 2014–, probablemente conoce el cartel mejor que nadie en todo Estados Unidos. “Estoy trabajando con estos tipos desde que empecé”, dice Mori. “Esto es lo que hago.”
La primera vez que el Mencho apareció en el radar de Mori fue una casualidad. En 2010, Mori trabajaba en un caso de lavado de dinero que no estaba relacionado, con un agente de Guadalajara que le contó de un nuevo objetivo, un nuevo cartel: “Son un gran problema acá en Jalisco. Cuando agarren al Chapo, estos tipos van a dominar”.
En esa época, los CJNG se hacían pasar por salvadores. Bajo el nombre de Mata Zetas, se vestían con ropa negra paramilitar y posteaban videos de propaganda en los que decían estar luchando contra los Zetas por la gente de México. “No extorsionamos, secuestramos, robamos, oprimimos ni perturbamos el bienestar nacional de ninguna manera”, anunciaban en un video. “Nuestro único objetivo es terminar con los Zetas.”
Pero Stewart, de Stratfor, dice sobre la guerra narco: “No hay Robin Hoods en México”. Al poco tiempo se reveló que el CJNG no estaba formado para nada por buenos tipos, sino que era otro cartel tratando de proteger su imperio naciente de metanfetaminas.
En un cable diplomático de 2008 (“Ciudad química: Guadalajara, Jalisco, y el negocio de la metanfetamina”), un oficial de Estados Unidos detallaba cómo Jalisco se había transformado en la capital mexicana de las drogas sintéticas. A diferencia de la heroína o la marihuana, la metanfetamina no requiere grandes campos de tierra ni buen clima, sólo zonas aisladas en las que construir laboratorios. Guadalajara también tiene una creciente industria farmacéutica, con químicos jóvenes con mucho conocimiento. Y después están los puertos del Pacífico, que le permitieron al CJNG entrar grandes cantidades de químicos precursores desde India y China, y sacar el producto terminado.
“Estos tipos se dedicaron a la metanfetamina desde temprano y en grandes cantidades”, dice Stewart. “Además, entienden de economía: a diferencia de la cocaína, que tenían que comprarles a los colombianos, con la metanfetamina controlaban el plato fuerte de las ganancias.”
Pero según un analista de la DEA, “el problema con los tipos de la metanfetamina es que están desatados”. En comparación a los carteles más establecidos, el Mencho y el CJNG eran “chicos de campo que se ganaron su reputación cortando pseudoefedrina”, dice el analista. “No tuvieron que agasajar a proveedores bolivianos, ni viajar a Sudamérica para hacer negocios. No son sofisticados. Son muy rústicos.”
Pero a medida que el Mencho construía rápidamente su negocio, su operación se fue complejizando. Invirtió grandes sumas en submarinos, que usó para traer narcóticos de Sudamérica. (Según el ex agente de la DEA, incluso contrató a ingenieros navales rusos para que colaboraran con el diseño de los submarinos.) Evitó el control americano enfocándose en mercados internacionales como Australia, donde –como explica Mori– un kilo de cocaína puede costar el triple que en Estados Unidos. (“Mandás cinco toneladas a Australia y es como hacer 20 acá”, dice). El Mencho también empleó técnicas más terrenales, como usar chicas que trabajan como modelos para meter drogas en otros países. Según el ex agente de campo, los traficantes del CJNG posaban de fotógrafos de revistas, con credenciales falsas y todo, y viajaban a México con “talentos” de Colombia y Venezuela. Las autoridades se distraían tanto con las mujeres que las drogas entraban perfecto.
El Mencho aprovechó su poder usando las herramientas de la corrupción y la intimidación. Miembros del CJNG capturados declararon cómo odia la desobediencia y le gusta hacer que sus víctimas rueguen pidiendo perdón antes de matarlas. “Este es un tipo que podría ejecutar a toda tu familia basándose en no mucho más que un rumor”, dice una fuente. “No tiene ninguna consideración por la vida humana.” Según otra fuente que conoció al Mencho, es un astuto hombre de negocios que no toma alcohol, no tiene amantes como otros líderes de carteles, y no confía en casi nadie.
El ex agente de campo dice que escuchó muchas conversaciones telefónicas pinchadas del Mencho hablando con subordinados del cartel. “Estos tipos también son asesinos, y le tenían miedo”, dice el agente. “Les daba órdenes. No creo haber escuchado ninguna llamada en la que estuviera tranquilo. Pero tampoco es un loco. Los gritos eran muy controlados. Sabía lo que estaba haciendo.”
La ferocidad del Mencho inspiró una devoción similar en sus tropas. “Una vez hubo un tiroteo grande en una feria”, recuerda el ex agente. “Alguien tiró una granada, y algunos tipos [del CJNG] se echaron arriba para evitar que mataran al Mencho.” Según el agente, la crueldad del Mencho también hizo difícil reclutar personas para luchar contra él. El agente una vez tuvo una fuente que llegó cerca, tenía una dirección del Mencho. Pero cuando el cartel se dio cuenta de que estaba soplando, lo secuestraron junto a su hijo adolescente. “Encontraron el cuerpo del padre un mes después”, dice el agente. “Lo habían torturado. Nunca encontraron al chico.”
El Mencho también compró policías. El gobernador de Jalisco, Aristóteles Sandoval, dijo que cuando asumió, la “mayor vulnerabilidad [de su estado] era la infiltración del crimen organizado” en sus fuerzas policiales. Según un informe de Reuters, en un punto el CJNG tenía más de la mitad de la policía municipal de Jalisco en su nómina, con pagos que en algunos casos eran de cinco veces más que sus salarios. “La gente dejó de confiar en la policía”, dijo el procurador general de Jalisco, Eduardo Amalguer. Y a los policías que el Mencho no podía comprar, los intimidaba. Según el ex agente de campo de la DEA, el CJNG inspiró un enorme nivel de miedo en la policía mexicana, mucho más que la mayoría de los carteles. “Le tenían miedo [al Mencho]”, dice. “No querían enojarlo.”
En otra oportunidad (jamás reportada publicamente), el Mencho le mandó como advertencia la cabeza de un chancho al procurador general en Ciudad de México. “Se la dejaron en la puerta, en una heladera portátil”, dice el ex agente. “Me sorprendió que sólo fuera un cerdo.”
Una llamada telefónica filtrada recientemente muestra cuán tranquilamente el Mencho amenaza con violencia. En la grabación, se lo puede escuchar hablando con un jefe de policía local (siglas de identificación “Delta Uno”) cuyos oficiales aparentemente seguían demasiado de cerca a la gente del Mencho. Una versión reducida dice lo siguiente:
MENCHO: ¿Delta Uno?
JEFE: Ey, ¿quién habla?
M: Mira bien, hijo de tu puta madre. Soy Mencho, güey. Relaja tu puta gente a la verga, si no te voy a partir hasta tu... Hasta tus putos perros te voy a matar, si no te relajas, güey.
J: Ya está, señor, ahorita los bajo.
M: No cuelgues, hijo de la verga. Te tengo ubicado, estuviste en Chapala, güey [un suburbio rico de Guadalajara].
J: No, señor, no se trata de eso.
M: Si quieren amistad, aquí van a tener un amigazo, cabrón. Si no, a chingar a su madre a la verga.
J: Señor, usted me conoce. Ahorita voy a marcar. Lo voy a marcar a este número que me está marcando...
M: No, no, no. No me vuelvas a marcar. Yo le marco cuando yo pueda. Pero no me lo apague porque lo voy a entender como negativo.
J: No, señor. Usted me conoce, usted sabe que hay respeto.
M: De aquí para allá también. Disculpas por las malas palabras.
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Mientras el CJNG seguía incrementando sus operaciones, la DEA estaba preocupada con el cartel de Sinaloa del Chapo, haciendo que el Mencho pudiera mantenerse fuera del radar. “Todos los cables, todos los informes de inteligencia, estaban enfocados en el Chapo”, dice el ex agente. “Los jefes en Washington decían: ‘Nunca escuchamos del CJNG’. No sabían que eran importantes.” Como resultado, en parte, la investigación de Mori tuvo dificultades para ganar terreno. “Llegamos a un punto muerto”, dice. “No nos acercamos al Mencho, no conseguimos fuentes, no pudimos grabar a nadie. Sabíamos que estaba este pez gordo, este narco que seguía creciendo, pero no teníamos apoyo para investigarlo.”
Así que el caso pasó a un segundo plano, y durante los siguientes años, el CJNG se volvió un tema secundario. “Alguna gente en las oficinas centrales y en México vio lo que estaba pasando”, dice Mori. “Pero si le preguntabas a la mayoría de los agentes de la DEA [en ese entonces] si sabían quién era el Mencho, te decían que no.”
Aun así, apenas un par de años después, este antiguo criminal de poca monta se transformaría en el capo más buscado del planeta, con un ejército de 5.000 soldados –más o menos el mismo tamaño que la DEA– y una ganancia personal que se acercaba a los mil millones de dólares. “¿Cómo hace alguien para pasar de ser un tipo que vende droga en la calle a ser uno de los traficantes más prolíficos y buscados del mundo?”, pregunta Mori.
La respuesta es: va a Estados Unidos.
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La ciudad de Naranjo de Chila es un polvoriento pueblo de montaña en el sudoeste de Michoacán, muy lejos de los edificios altos de Guadalajara. Fue ahí, el 17 de julio de 1966, donde nació Rubén Oseguera Cervantes, uno de seis hermanos en una familia pobre dedicada a la plantación de palta. El pueblo está al borde de Tierra Caliente, una región mexicana dura y empobrecida, famosa por su producción agrícola tanto la legal como la otra. Para ayudar a ganar dinero para su familia en problemas, el joven Rubén dejó la escuela en quinto grado y empezó a trabajar en el campo; a los 14, se había graduado de cuidador de plantaciones de marihuana.
Pero el Mencho seguramente tenía ambiciones mayores a la palta, porque a los pocos años había hecho las valijas y se había mudado al norte de California. Para 1986, estaba viviendo en la Bay Area, donde fue arrestado por la policía de San Francisco por posesión de objetos robados y un arma cargada. Una foto del incidente muestra a un Mencho de 19 años con un buzo con capucha y una expresión impávida, y acné sobre su cara de bebé. Dos meses después nació su primer hijo.
No está claro si el Mencho estuvo preso por el incidente, pero según Univisión, cruzó la frontera varias veces más a fines de los 80, pasando drogas bajo diferentes alias (Rubén Avila, Roberto Salgado). Según informes de la DEA y de México, también fue en esta época que entró en el negocio de las metanfetaminas.
En esa época, la producción de metanfetaminas se concentraba en el Valle Central de California, en los llamados “superlabs” de ciudades como Fresno y Bakersfield. Fue ahí, junto al hermano de su esposa, Abigail González Valencia, que el Mencho aprendió el que sería su negocio familiar.
Para 1989, el Mencho estaba de vuelta en San Francisco, donde fue arrestado de nuevo, esta vez por vender drogas. (En esa foto, lleva una campera de jean nevada y una sonrisa irónica; no parece un hombre dispuesto a ser rehabilitado.) Fue deportado a los pocos meses, pero en septiembre de 1992, estaba de vuelta en la Bay Area, donde lo agarraron nuevamente, esta vez bajo cargos federales.
Según los archivos de la corte, así fue cómo ocurrió. El hermano mayor del Mencho, Abraham, estaba en un bar de San Francisco llamado The Imperial para hacer una venta de heroína: cinco onzas por 9.500 dólares. El Mencho, que en la época tenía 26 años, lo acompañó por si surgía algún problema. Pero a pesar de ser el hermano más joven, el Mencho fue lo suficientemente astuto para reconocer que los compradores no pagaban con billetes chicos, sino en un manojo prolijo de billetes de cien. En una conversación telefónica pinchada, le advirtió a Abraham que los hombres eran policías encubiertos y que él no les vendería más.
Pero una vez fue suficiente: tres semanas después, arrestaron al Mencho y a su hermano.
Veinticinco años después, ni el fiscal ni el abogado asignado por la corte para defender al Mencho recuerdan detalles del caso. Pero las transcripciones del juicio retratan al Mencho como un defensor astuto, por momentos combativo y profundamente leal a su hermano, y también desplegando destellos ocasionales de humor negro. (En un momento, el Mencho se queja de su propio abogado: “Cada vez que le hablo me repite exactamente lo mismo... Así que trato de hablarle lo menos posible”.)
El Mencho insistió con que era inocente, que no tenía nada que ver con esa venta y que los agentes mentían cuando decían que lo habían visto manejando la droga. Pero el fiscal dijo que los hermanos estaban juntos: si el Mencho no se declaraba culpable, entonces Abraham –quien ya tenía dos condenas por delitos con drogas– podría recibir cadena perpetua. El Mencho dio vueltas acerca de lo que hacer. “Si me dieran un juicio por jurado, creo que podría ganarlo por mí mismo”, le dijo a una jueza escéptica. Pero al final, decidió declararse culpable para proteger a su hermano. Durante la sentencia, le pidió a la jueza que por favor le diera “la menor [condena] posible”. Su respuesta: “Me imaginé que haría eso”.
El Mencho recibió una condena de cinco años en el Big Spring Correctional Center, una cárcel privada en el Oeste de Texas que alojaba sobre todo inmigrantes indocumentados. (Según Univisión, a algunos de los miembros de pandillas que conoció en la cárcel más tarde los reclutaría para el CJNG.) Ya había cumplido tres años cuando, en enero de 1997, fue puesto en libertad condicional. La policía estadounidense lo deportó de vuelta a México: ya era un criminal empedernido a los 30 años.
Los años siguientes son confusos, pero según informes mexicanos y de la DEA, el Mencho terminó en una ciudad de Jalisco llamada Tomatlán, donde –de manera improbable– se volvió oficial de la policía del estado de Jalisco. (No sería la primera vez que un narco se infiltraba en la policía de un estado mexicano, las cuales –a diferencia de sus pares de la policía federal– son conocidas por ser corruptas.) Finalmente, el Mencho llegó a Guadalajara, donde ingresó al Cartel Milenio, el grupo que luego lo catapultaría al poder.
Milenio había sido una organización en sí misma, pero hacia el final del siglo eran esencialmente subsidiarios del Cartel de Sinaloa, bajo el liderazgo de Nacho Coronel, un co-fundador del cartel y tío de la mujer del Chapo. Coronel era un capo despiadadamente brutal que dominaba la plaza, o zona de tráfico, de Guadalajara, para los de Sinaloa. El Mencho se sumó a su equipo de protección, según dice Stewart, de Stratfor, “básicamente como guardaespaldas/sicario”. Con su experiencia como oficial de la ley, el Mencho estaba entrenado para manejar cuestiones de seguridad y contrainteligencia. Según algunos informes, incluso había liderado su propia red de sicarios.
Uno de los apodos de Coronel era “el Rey del Cristal”, por su dominio del negocio de las metanfetaminas, el cual –después de que se aplicara mano dura en Estados Unidos–, y como tantas otras industrias, se había pasado al lado sur de la frontera. Como resultado, la producción de metanfetaminas estaba floreciendo en las montañas alrededor de Jalisco. Gracias a su experiencia en Estados Unidos, el Mencho estaba bien posicionado para tomar ventaja.
Para 2009, el Mencho había ascendido en la jerarquía del cartel hasta alcanzar un cargo alto en la estructura de Milenio. Después, en octubre, uno de los líderes de Milenio fue arrestado, y nueve meses más tarde, el propio Coronel fue asesinado a balazos en una redada del ejército en su mansión de Guadalajara. Los dos capos principales en Jalisco habían sido retirados de repente. Un Mencho ambicioso dio un paso adelante para ocupar ese lugar.
Pero el liderazgo del cartel tenía otros planes. Después de que uno de sus colegas recibiera el guiño en lugar de él, el Mencho –como el vicepresidente de una corporación enojado porque no lo eligieran como CEO– se separó y empezó su propio grupo, que al poco tiempo le declaró la guerra a Milenio y Sinaloa. La lucha se propagó por las calles de Guadalajara, rompiendo con la tregua que había desde hacía muchos años en la ciudad, y la tasa de homicidios en Jalisco subió a más del doble. “Los tipos que eran leales a Milenio fueron asesinados”, dice Mori. “A los demás los obligaron a irse. Y el Mencho ganó. Ese fue el inicio del CJNG.”
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Dos horas al sur de Puerto Vallarta, en un tramo resplandeciente del Pacífico llamado Costalegre, hay un eco-resort cinco estrellas con el nombre de Hotelito Desconocido. La propiedad consiste en dos docenas de cabañas con techos de paja en medio de un paraíso de aves reconocido por la Unesco, y apareció en Architectural Digest y The Wall Street Journal, y cultivó un ambiente de lujuria y discreción: entre sus huéspedes anteriores supuestamente se encuentran pesos pesados de Hollywood como Sandra Bullock, Julia Roberts y Blake Lively.
Desafortunadamente para los dueños del Hotelito, en agosto de 2015, fue incautado por el gobierno mexicano después de que oficiales norteamericanos lo declararan como una fachada del negocio narco. Según investigadores estadounidenses, la propiedad tenía vínculos con el CJNG y su organización aliada, Los Cuinis, un grupo de narcotráfico afiliado liderado por el cuñado del Mencho, Valencia. Los carteles supuestamente usaban el hotel para lavar dinero y tener reuniones secretas; la propiedad además está cerca de Tomatlán, el mismo pueblo en el que el Mencho trabajó como policía. La dueña del Hotelito –la cuñada del Mencho– fue arrestada más tarde en Uruguay junto a su esposo, después de que los Panamá Papers revelaran que tenían millones de dólares en bienes ilegales.
La agencia detrás del desenmascaramiento de Hotelito fue la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC, por sus siglas en inglés). “Nuestro trabajo es parecido al de cualquier otro agente de la ley, excepto que no arrestamos a la gente”, dice un investigador de la OFAC. En su lugar, cuando la OFAC sospecha que alguien está apoyando a un cartel, puede “designar” a esa persona bajo el Kingpin Act, y así congelar sus bienes y, en esencia, bloquear al sospechoso en el sistema financiero. La OFAC agregó al Mencho a su lista negra en 2015 y, en una serie de acciones desde entonces, expuso una enorme red de holdings relacionados con el CJNG, incluyendo una compañía agricultora, una productora de publicidad, un negocio de alquileres para vacaciones, una marca de tequila y una cadena de restaurantes de sushi.
“La idea es apretar al Mencho a través de sus socios”, dice el investigador. “Al poner cosas en la lista, es como que arrojamos un haz de luz y decimos: ‘El tipo que es dueño de esta compañía en realidad es una fachada para el Chapo o el Mencho, y está lavando plata hace 20 años, así que probablemente no deberías hacer negocios con él’.”
Mientras la OFAC ejercía presión financiera sobre el Mencho, las fuerzas del orden mexicanas también estaban sumándose a la caza. Ya habían estado cerca un par de veces: en marzo de 2012, el ejército mexicano (conocido por las siglas Sedena) hizo una redada en un edificio de departamentos en Guadalajara donde se creía que se estaba escondiendo el Mencho. Hubo un tiroteo, pero el Mencho logró escaparse. Un par de meses después, la policía federal mexicana hizo otra redada, atacando un predio rural del CJNG con cinco helicópteros Black Hawk; en el tiroteo murieron seis miembros del CJNG. Aparecieron informes que decían que el Mencho había sido capturado por el gobierno, pero resultó ser falso. Según la fuente de la DEA: “Llegaron literalmente unos minutos tarde”.
La primavera siguiente, el CJNG se burló de las autoridades con una falsa conferencia de prensa posteada en YouTube, con 50 mercenarios con pasamontañas, chalecos antibalas y armas, frente a una bandera enorme del CJNG. Al final, un vocero ofrece un mensaje de “el señor”, es decir, el Mencho: “Ladren, perros”, decía. “Que mientras sigan ladrando, sé que voy avanzando.”
Y después el Mencho declaró la guerra. El 19 de marzo de 2015, un destacamento de la policía federal estaba en un restaurante en un pueblo de Jalisco llamado Ocotlán cuando unos hombres armados del CJNG lo atacaron, matando a cinco oficiales. Dos semanas después, en Guadalajara, el cartel realizó un intento de asesinado del comisionado de seguridad pública de Jalisco, Alejandro Solorio, disparando más de 200 balas a su camión blindado. “Cuando tratamos de contraatacar”, dijo Solorio más tarde, “nos tiraron dos granadas”.
"A todos los que movían droga los secuestraron o asesinaron. Trabajabas para el Mencho. Si no, te mataban."
Después, la semana siguiente a Pascuas, una grande. Un convoy de policías de élite de Fuerza Unica viajaba desde Puerto Vallarta hasta Guadalajara, cuando –alrededor de las 3 de la tarde, en una sinuosa ruta de dos manos en la montaña– se cruzó con un auto prendido fuego que les bloqueaba el paso. El convoy se detuvo, y ahí fue cuando atacó el CJNG, bombardeando a los policías arrinconados con ametralladoras y lanzagranadas. Murieron quince policías en la matanza, la más sanguinaria para las fuerzas del orden mexicanas en casi diez años. El CJNG no sufrió ninguna baja.
El secretario de Defensa mexicano lanzó una acusación a viva voz contra el CJNG, diciendo que era “gente sin escrúpulos ni conciencia y que, con sus acciones viles, lastimaban a los mexicanos, sus familias, su herencia y su modo de vida”. “Este ataque cobarde”, declaró Solorio, “no va a quedar sin castigo”.
Un par de semanas después, el ejército mexicano contraatacó con Operación Jalisco, un ataque planificado de decapitación. En la oscuridad anterior a la madrugada del viernes 1° de mayo, un destacamento de élite del Sedena y la policía federal –en dos helicópteros Super Cougar EC-725– bajaron en un rancho en el sudoeste de Jalisco, donde se suponía que se escondía el Mencho. Pero una vez más, el cartel los estaba esperando. Cuando los primeros soldados descendieron en rápel del helicóptero, varios hombres del cartel con camiones blindados y uniformes de camuflaje que decían Fuerzas Especiales del Alto Mando CJNG abrieron fuego con rifles de asalto y RPGs rusas. Le dieron al rotor de uno de los helicópteros, haciendo que cayera incendiado. Murieron ocho soldados y un oficial de policía. El único sobreviviente, un oficial de inteligencia llamado Iván Morales, sufrió quemaduras de más del 70 por ciento de su cuerpo.
El ataque marcó un hito: la primera vez que una división aérea del ejército mexicano era destruida por un cartel. En las horas siguientes, el Mencho duplicó el terror, prendiendo fuego autobuses, camiones, estaciones de servicio y bancos por todo Jalisco, haciendo que el estado quedara de rodillas. El consulado estadounidense advirtió a sus ciudadanos que se quedaran en su casa; el gobierno mexicano tuvo que mandar 10.000 soldados para asegurar el estado. Según el ex agente de la DEA, el caos estaba diseñado para hacer que el Mencho se escapara, una táctica que el cartel supuestamente aprendió de comandos israelíes. “Escuché que los israelíes se habían reunido con ellos. Francotiradores, cosas así”, dice el agente. “Es un uso técnico de la fuerza que antes no se había visto en carteles mexicanos.”
“Fue un despliegue de fuerzas sorprendentemente rápido”, dice un investigador federal. “En prácticamente un segundo, el Mencho logró que su organización creara un caos en la segunda ciudad más grande de México. ‘Oh, ¿vienen a buscarme a mí? Les voy a mostrar quién está verdaderamente a cargo’.” Esta agresión, dice el investigador, casi no tenía precedentes. “[El CJNG] no estaba meramente respondiendo a las redadas. Estaban saliendo a buscar activamente confrontación con las autoridades. Se podría decir que no se veía una iniciativa así desde Pablo Escobar.” Si la guerra entre el CJNG y el ejército hubiera seguido escalando, hay una gran posibilidad de que hubieran matado o capturado al Mencho. En su lugar, recibió un descanso inesperado gracias a su viejo jefe devenido némesis: el Chapo.
Un investigador federal explica: “Después de mayo de 2015, el Mencho había sido declarado enemigo público número uno en México. Pero después, ¿qué pasó el 11 de julio? El Chapo se escapa. Obviamente, el gobierno mexicano estaba absolutamente avergonzado. Y trasladaron todos sus recursos de vuelta a la captura del Chapo. Creo que el CJNG aprovechó esa oportunidad para reevaluar la estrategia”.
El cartel dejó de hacerle emboscadas a la policía, y redujo la violencia. “Siguen matando gente”, dice el investigador. “La diferencia es que están matando a sus rivales.”
Y ahora, esta actitud sanguinaria es más evidente en Tijuana que en ningún otro lado.
De todos los territorios de México, quizás el más valioso para el negocio de la droga es Tijuana. Casi todo el tráfico hacia el sur de California pasa por la ciudad, desde donde el viaje hacia el oeste de Estados Unidos, como Los Angeles, San Francisco, Las Vegas, Phoenix, Denver, Chicago e incluso Canadá, es corto. Cada año, alrededor de 225 millones de dólares en narcóticos son capturados en el corredor de San Diego de la DEA, sin dudas una mera fracción de lo que verdaderamente pasa. Considerando esto, el control de Tijuana puede ser una industria de miles de millones de dólares.
Hasta hace unos pocos años, la ciudad estaba bajo el mando firme del Cartel de Sinaloa. Pero desde más o menos 2013, el CJNG empezó a ganar terreno a la fuerza. Según la periodista Adela Navarro, su discurso de reclutamiento era simple: “Unite a nosotros o te matamos”. Un comandante del cartel que fue capturado, y que luchó contra el Mencho, describió una estrategia similar: “Todo el mundo que movía droga fue secuestrado o asesinado”, dijo el hombre. “Si estabas trabajando, empezabas a trabajar para él. Si no, desaparecías.” (Luego agregó: “Es una jodida guerra, sin ningún sentido ni fin”.)
Navarro, una mujer notable, con un estilo directo, es editora de ZETA, el premiado periódico de investigación de Tijuana. El diario es legendario por sus investigaciones sobre narcos: su coeditor fundador, Héctor Félix Miranda, fue asesinado en 1988 por supuestamente haber desenmascarado a un hombre de negocios afiliado a un cartel; su coeditor, Jesús Blancornelas, recibió cuatro balazos en un intento de asesinato en 1997 después de haber publicado investigaciones en las que exponía al Cartel de Tijuana. Sobre la puerta, en las oficinas del periódico, un edificio de color crema en una calle con árboles en el centro de Tijuana, hay un cartel con el famoso eslogan de ZETA: Libre como el viento.
Navarro dice que en 2015, Sinaloa y el CJNG habían logrado una paz incómoda en la ciudad, dividiéndose las rutas de tráfico e incluso los oficiales corruptos, como para no matarse entre sí. (“Básicamente, hicieron un arreglo de negocios”, dice Mori.) Tijuana era un microcosmos del país en su totalidad: ese verano, Tomás Zerón, líder de la Agencia de Investigación Criminal de México (el equivalente mexicano al FBI), declaró: “Quedan sólo dos carteles en México: Sinaloa y el CJNG”.
Pero un par de meses después, arrestaron al Chapo. Así colapsó la tregua frágil.
Desde la recaptura del Chapo en enero de 2016, la tasa de homicidios en Tijuana explotó. El año pasado saltó a un sorprendente 36 por ciento; los 910 homicidios en la ciudad fueron un récord histórico. (Como comparación, Chicago tuvo 762 homicidios en 2016, y tiene el doble de población.) Rosario Mosso, colega de Navarro, editora de ZETA responsable de seguir los asesinatos en Tijuana, recuerda que las víctimas se apilaban tan rápido que no las podía contar. “Una tras otra”, dice. “Cuerpos colgados, cabezas cortadas.” Este marzo, los asesinatos alcanzaron un nuevo récord mensual: 121. A este ritmo, Tijuana va a tener más de 1.300 asesinatos en 2017, otro año récord.
"El CJNG tiene un nivel de violencia que no habíamos visto antes. Prenden fuego buses o salen a matar a pueblos enteros. La gente tiene miedo."
Navarro dice que la situación no está tan mal como en 2008, cuando Sinaloa luchaba contra el Cartel de Arellano-Félix, y se secuestraba y asesinaba a civiles a plena luz del día. Esta vez, al menos hasta ahora, los asesinatos han estado en mayor medida confinados a la población criminal de Tijuana. “Si te fijas en a quién están matando, son vendedores de droga”, dice Navarro. “Pero cuando ya eliminaste a tus enemigos, ¿después quién? Bueno, la sociedad viene después.”
Mosso también tiene miedo de que las cosas empeoren antes de mejorar. “En este momento, creo que las autoridades han perdido el control”, dice. “No va a terminar hasta que estos dos grupos resuelvan sus diferencias, o uno controle al otro.” Y le preocupa que sea el Mencho, quien no es considerado un héroe popular, sino una amenaza aterradora.
“El CJNG tiene un nivel de violencia que no hemos visto antes”, dice Mosso. “Prenden fuego autobuses, o salen a matar a pueblos enteros. Así que la gente tiene miedo. Las autoridades nos dijeron: ‘Si gana Jalisco, estamos todos en problemas’.”
Por ahora, la fortuna del Mencho sigue creciendo. Hay señales de que está metiéndose en otros territorios de Sinaloa, incluyendo Baja California, Sonora y hasta el propio Sinaloa, el estado natal del Chapo. “Lo que estoy viendo ahora”, dice Stewart, de Stratfor, “es la entrada en Chihuahua” (el estado fronterizo mexicano donde está el valioso cruce El Paso-Juárez). “Ahora, está compartido. Pero si [el CJNG] se puede quedar con esa plaza, y sacar a Sinaloa, pueden lastimar verdaderamente su capacidad de mover droga.”
Claro que también hay indicadores de que la cuerda pueda estar tensándose. En diciembre de 2015, uno de los hermanos del Mencho, el supuesto jefe de finanzas del CJNG Antonio “Tony Montana” Oseguera, fue arrestado en Jalisco. El supuesto segundo del CJNG –el propio hijo del Mencho, Rubén Oseguera Jr., también conocido como “el Menchito”– fue arrestado y, en diciembre del año pasado, fue condenado en una corte federal en Estados Unidos. Varios jefes top del CJNG también fueron capturados o asesinados. Y en marzo, México aceptó la extradición de Valencia, el cuñado del Mencho, a Estados Unidos bajo la misma acusación que pesa sobre el Mencho.
Si capturaran mañana al Mencho, Estados Unidos probablemente pediría su extradición, al igual que como hicieron con el Chapo. En ese punto, sería decisión de México si aceptar o no. Mori, por ejemplo, espera que México lo haga: “Hay un error entre los agentes de la DEA, de decir: ‘Saqué tres millones de dólares de este tipo, es un gran negocio’”, dice. “Y creeme: no lo es. Ese es el costo de hacer negocios. Lo único que les importa a estos tipos –lo único– es que los extraditen a Estados Unidos.”
Pero el ex agente de campo de la DEA duda que llegue tan lejos. “El Mencho es un asesino”, dice. “Me sorprendería que lo agarraran vivo.”
Mientras tanto, dice Mori, “estamos básicamente buscándolo”. Cualquier operación para agarrar al Mencho es responsabilidad de México, Estados Unidos “sólo puede aconsejar y asistir, y quizás trabajar con ellos en una operación bilateral. Pero no hace falta decir”, continúa Mori, “que, en este momento, no tuvimos muchas buenas oportunidades para bajarlo”.
Mori sospecha que el Mencho está escondido en una región montañosa remota en alguna parte, probablemente Jalisco o Michoacán. “Creo que se siente seguro en ese territorio que conoce tan bien”, dice Mori. “Creo que es muy selectivo en cuanto a quién le habla y con quién se encuentra. Creo que se mueve mucho, y creo que tiene un dinero casi ilimitado y una cantidad de hombres casi ilimitada. Y cuando tenés eso, podés aguantar un buen tiempo.”
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