El ballet, un engranaje que se suma a la gran maquinaria de Aida en el Colón
Imaginemos una máquina con distintos engranajes y traslademos ese funcionamiento al de una ópera. Orquesta, coro, solistas, bailarines, figurantes... de a poco se van juntando con sus ropas y sus cosas en una escenografía enorme, con movimientos a la vista y otros internos, en la luz y en las sombras. Ese ensamble se va puliendo, aceitando, hasta que –si todo sale como debe ser– se logra un mecanismo fluido donde nadie nota las partes. Es un gran, gran todo.
Con las manos moviéndose como esos encastres y la pasión viva en la narración de la metáfora, Alejandro Cervera cuenta esta vuelta de esta Aida al Teatro Colón , que es también su regreso a la misma versión que hizo en 1996 con Roberto Oswald, de quien aprendió muchísimo. "Era una persona con gran conocimiento de las masas en el escenario y tenía conceptos muy fuertes de lo que debía suceder y cómo hacerlo para que la escena estuviera balanceada. Era, también, un hombre de pocas pulgas, muy conocedor, pero cuando pasaban las tensiones se volvía un ser muy cálido". Es por su rol de coreógrafo que Cervera está ahora aquí, pero se apasiona por completo, sin desafectar ni dejar de nutrirse de su indivisible experiencia de músico y regisseur. Digamos que, para él, hacer una ópera, después de tantas, es como recitar la tabla del dos, y sin embargo, aun "cuando el coreógrafo no tiene mucho poder" en una puesta lírica, vive este trabajo como un regalo y una celebración: la de los 110 años del teatro donde pasó tantas horas desde su formación hasta hoy.
"Monté esta coreografía con algunos cambios: en el 96 hubo un solo que hoy es un quinteto de hombres, pero las otras dos escenas, la de las sacerdotisas y la Marcha Triunfal son iguales. Hay una diferencia importante: ahora trabajo con bailarines el Ballet del Colón. Son diez varones, diez mujeres y dos solistas magníficos. Federico Fernández es un bailarín muy bello, de gran musicalidad, con un salto extraordinario y está haciendo algo épico, que le va muy bien, de mucha imagen. Y Paula Cassano es una verdadera diosa, a quien pedí especialmente. Es una buena idea que en este cumpleaños los cuerpos estables estén reunidos". Justamente por la relevancia del aniversario, el proyecto de que el ballet se sumara a la fiesta estaba fríamente calculado; mientras prepara Coppelia con la compañía, Paloma Herrera seleccionó para Aida bailarines de carácter para los guerreros, y avanzó con Cervera en una forma de trabajo que luego de experiencias como Alicia en el país de las Maravillas e inclusive la propia Coppelia, para la que Cervera escribirá unos textos, funciona como… un engranaje aceitado justamente.
Aunque a priori pareciera que no es excepcional que en un teatro como el Colón se reúnan todos los elencos en una obra, en los hechos se ve que es un caso poco frecuente. "Para los bailarines, el contacto tan cercano con los cantantes es algo distinto, y el contacto con un espacio tan complejo también, pero sobre todo, el público de la ópera no es el público del ballet, y eso lo van a disfrutar y a lo mejor también lo van a sufrir. Igualmente –remata Cervera– es emocionante para cualquiera estar en una producción de esta magnitud. Una enormidad."
Alguien engancha su velo en los vientos del Nilo y una coreuta se asusta porque le pasó muy de cerca una lanza en la escena de las luchas. Egipcio y etíopes, victorias y derrotas. De eso se trata Aida, que a partir del 27 de mayo vuelve a escena en la sala mayor.
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