El arquitecto del teatro porteño
Con tres obras en cartel, el escenógrafo Alberto Negrín prepara nuevos estrenos
"No ponga una escopeta en el decorado de la pared si antes de caer el telón final alguien no la dispara", le dijo una vez Anton Chejov a Stanislavski. Para el escenógrafo Alberto Negrín, aquella recomendación se convirtió en una regla de oro. "Aveces, ponés algo porque queda bien y luego se hace muy complicado eliminarlo. Lo mejor es usar pocos objetos", aconseja.
Claro que dependerá de la propuesta. Actualmente, Negrín tiene tres trabajos en cartel que estrenó en menos de un mes: el universo policromático de "Frida Kahlo", un inmenso bar para los protagonistas de "Porteños" y, en "La vida es sueño", se dio el gusto de dejar el escenario vacío sólo dominado por una gran estructura metálica central. En cada uno de ellos apeló a tonos distintos que fueron merecedores de excelentes comentarios.
No contento con las tres puestas que están en cartel, su trabajo continúa. Actualmente está preparando la reposición de "Hondo" ("una joyita", según sus propias palabras) y cuatro estrenos:"Misery", una obra protagonizada por Alfredo Casero, un trabajo de la puestista Eva Halac y un infantil de Hugo Midón.
Un trajín seguramente distinto de las siestas de Jacinto Arauz, su pueblo natal, ubicado a la vera de una vía del ferrocarril que cruza la provincia de La Pampa. De aquel paisaje de horizontes abiertos, ya hace varios años Negrín partió para La Plata en busca de nuevos rumbos y para estudiar arquitectura y escenografía.
En sus ratos libres estudió cine e hizo asistencia de escenografía en ópera. "Un trenzado que culminó cuando me vi montando la escenografía de un espectáculo de Virginia Lago", cuenta casi sorprendido. Negrín se refiere a "Violeta viene a nacer", un montaje por el cual fue acreedor al premio María Guerrero. Así comenzó su carrera en la gran ciudad.
"Siempre me apasionó eso de dibujar la escena con líneas, planos, colores. Nunca me gustó poner paredes para tapar al escenario. Prefiero las fugas de la imaginación", sintetiza, como si fuera un postulado.
El pertenece a una especie de trabajadores del teatro acostumbrados al segundo plano. Puede ser que el público se quede maravillado con una propuesta escenográfica, pero rara vez recuerda el nombre de su creador. Comparte ese perfil bajo junto a vestuaristas, iluminadores y musicalizadores que sólo asoman sus caras las noches de estreno. Esa es la regla de un juego que, sin decirlo, Negrín ama.Su propio trabajo, sus líneas, sus colores, sus puntos de fuga, lo demuestran.
Pasión por la síntesis
En lo suyo, prefiere llegar a la síntesis. "Dejarme llevar por lo que me dice la sala desnuda", confiesa. Sin embargo, sabe que en el teatro comercial las pautas suelen ser otras. Sabe que el realismo rioplatense parece necesitar sí o sí una mesa, una silla o recrear meticulosamente un living. "En medio de este panorama _asegura_ es muy difícil vaciar el escenario. Muchas veces está el pedido de la mesa, la puerta, la pared... Es muy complejo escapar de eso. Por eso en "La vida es sueño" me di el gusto de dejar al escenario del Alvear casi despojado." Al pasar deja un bocadito:"A veces, me encargan un proyecto como si se tratara de un mueble para el dormitorio". En esos casos, su "rutina" incluye una entrevista con el director, presentar un boceto, esperar su aprobación y, en las dos últimas semanas previas al estreno, armar las piezas. "En la mayoría de esos espectáculos -asegura- no se llega a profundizar un vínculo con la obra y rara vez puedo generar una relación afectiva con ella."
En muchos casos, el mismo Negrín, viendo un montaje de él, no encuentra síntesis estética entre la obra y su trabajo. "Es lógico que ocurra. Con los actores te sentás una o dos veces y nada más." De todas formas, siempre hay alguna sorpresa:"El otro día les presenté a Alicia Bruzzo y a Rodolfo Bebán mi proyecto escenográfico para "Misery" y tuvimos una conversación maravillosa. Nos quedamos horas charlando sobre medidas, materiales, colores... Hasta me preguntaron cuánto podía costar, como si fuera una cooperativa. Nunca me había pasado...", cuenta entusiasmado.
Hacia la sugestión
Para salir del encasillamiento, Negrín conformó un grupo junto al director Daniel Suárez Marzal, la vestuarista Mini Zuccheri y el iluminador Jorge Pastorino llamado Teatro Continuo. "Ese nombre surgió en un momento en que no teníamos trabajo y donde la idea de la continuidad laboral se había convertido en una obsesión. Ahora armamos una sociedad artística que, cuando nos dejan, hacemos cosas juntos", asegura. Parte de ese grupo recreó el exuberante universo de Frida Kahlo, que se presenta en el Auditorio Bauen, y el grupo completo es el encargado de la versión de "La vida es sueño", que se está ofreciendo en el Teatro Alvear.
Su otro proyecto mimado es "Hondo", la obra de teatro-danza de Inés Sanguinetti y Gustavo Lesgard que se repondrá en abril, en el CentroCultural Recoleta. Como en pocas ocasiones, en "Hondo" se puede apreciar una perfecta síntesis entre el trabajo de los coreógrafos y el escenográfico.Es más: sería impensable esa puesta sin la sugestiva caja de 2,50 x 2,50 y 4 metros de altura donde transcurre la historia.
"Para llegar a esa síntesis hace falta mucho tiempo de meditación", sostiene. Así fue armando un trabajo que se fue gestando de a poco, como a él le gusta. Con el latido de la experimentación. "Me gusta pensar la escenografía como una actividad permanente, como una pintura que se va armando en la escena. Algo que se va dibujando y desdibujando permanentemente", dice Negrín con tono bajo.
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