El ángel de la muerte: Jessica Chastain y Eddie Redmayne, en un inquietante thriller hospitalario
Es una película del danés Tobias Lindholm, que hace foco en una serie de crímenes imperceptibles
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El ángel de la muerte (The Good Nurse, Estados Unidos, 2022) / Dirección: Tobias Lindholm / Guion: Charles Graeber, Krysty Wilson-Cairns / Fotografía: Jody Lee Lypes / Montaje: Adam Nielsen / Elenco: Jessica Chastain, Eddie Redmayne, Kim Dickens, Noah Emmerich, Nnamdi Asomugha, Devyn McDowell, Alix WestLefler / Duración: 121 minutos / Disponible en: Netflix / Nuestra opinión: buena.
En la fiebre del true crime y sus derivas ficcionales, El ángel de la muerte encuentra un tono atípico, esquivo al impacto de los crímenes y a esa extraña fascinación que suele envolver a los asesinos seriales. Quizás el mayor logro de la película del danés Tobias Lindholm –autor de los guiones de La cacería y Otra ronda de Thomas Vinterberg y guionista y director de El secuestro (2012) y A War: La otra guerra (2015)- sea la elección del punto de vista, centrado en la enfermera Amy Loughren (Jessica Chastain) y su decisiva intervención en el descubrimiento de una serie de imperceptibles asesinatos. La aproximación indirecta que genera la perspectiva de la “buena enfermera”-tal reza el título original- permite no solo eludir cualquier veleidad a la hora de mirar de frente al asesino, de centrar el relato en el magnetismo que pueda ejercer su motivación, sino que ofrece un contrapunto a la tradicional explotación del morbo en el consumo de estos relatos. Lindholm apuesta a un mundo sin extremos ni estridencias, a una pátina grisácea sobre el funcionamiento de hospitales y salvaguardas para el negocio de la medicina que permite observar el crimen como el detonante perfecto de esa inmoralidad.
Estamos en 2003 y desde hace cuatro meses Amy trabaja todas las noches en un hospital de Nueva Jersey, dejando a sus dos pequeñas hijas al cuidado de una niñera, pagando abultadas cuentas por sus estudios coronarios, esperando con ansias la obtención del seguro médico para poder operarse de una grave condición cardíaca. El último médico le sugiere una licencia, pero Amy apenas puede combinar tarjetas de crédito para pagar su consulta y esperar los meses que faltan para poder operarse sin ser despedida por su cardiopatía. Pese a su grave condición atiende con paciencia y humanidad a cada uno de sus pacientes, sorteando esfuerzos y tensiones. Una noche un nuevo enfermero se suma a la planta: es Charlie Cullen (Eddie Redmayne), quien se ha mudado a la región para estar cerca de sus hijas. Amy y Charlie se hacen amigos. Ante el descubrimiento de su enfermedad, el recién llegado se convierte en su principal apoyo para cumplir la recta final hasta conseguir el seguro médico. “Solo faltan unos meses, vamos a lograrlo”.
Las primeras sombras en ese breve paraíso para Amy –quien comparte con Charlie la complicidad en el trabajo y también las cenas junto a sus hijas- asoman cuando una paciente internada por intoxicación con amoxicilina muere de la noche a la mañana. El caso resulta sospechoso, pero el hospital se desentiende y la familia resuelve la inmediata cremación. A partir de aquí la película desdobla el relato con la aparición de dos investigadores y la pesquisa sobre la misteriosa muerte de Ana Martínez. Es esa línea la que se torna más convencional, la que permite hacer gala del enfrentamiento de los dos policías dispuestos a llegar a la verdad contra la inacción del juzgado y el encubrimiento de los directivos del hospital; de alguna manera se erigen en la conciencia intachable de la película, en un recorrido algo maniqueo que se siente por encima de esas fricciones anteriores.
El aspecto más interesante de la historia se concentra en Amy, quien batalla con sus propias dolencias y desilusiones para tratar de descubrir aquello frente a lo cual todos han hecho la vista gorda. Como ocurría en sus dos películas anteriores, ambas protagonizadas por Pilou Asbæk, Lindholm pone a sus personajes en una encrucijada, en la intersección del deber y las circunstancias, de su razón y sus sentimientos. Ya sea en una operación de guerra que causa muertes (A War: La otra guerra), o en el secuestro de una embarcación en alta mar (El secuestro), los dilemas ocurren en la mente de sus personajes y se convierten en el disparador de su puesta en escena, un entorno agrietado e inquietante, prisionero de miedos e incertidumbres. Amy afronta no solo el temor de volver a sentirse desamparada, sin la ayuda que le permitía surcar esos meses faltantes para su recuperación, sino la falta de control sobre su propio cuerpo, esa aterradora hermandad con las víctimas solitarias que mueren en el hospital.
Quizás para los amantes de la iconografía del true crime y la efectiva intriga de ese tipo de artefactos hoy tan de moda, la dinámica de El ángel de la muerte resulte por demás morosa, elusiva, esquiva al corazón de ese tipo de suspenso. Pero en la elección de Amy como puerta de entrada al misterio, en la confección de su compleja relación con Charlie y en los dilemas íntimos de su profesión, se ofrece un recorrido que resigna impacto y apuesta a una mirada enriquecida por diversos matices, una puesta que combina la sobriedad y los usos selectivos de la luz (como en la escena final), que conquista un retrato honesto y sin falsas certezas.
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