El acoso sexual, un "cisne negro" para el ballet de Nueva York
Peter Martins, líder del prestigioso elenco fundado por Balanchine, dejó su cargo por denuncias de abuso físico y verbal; un cambio que puede ser histórico
Y un día se fue Peter Martins. ¿Quién? El mandamás del New York City Ballet (NYCB). ¿Qué? La prestigiosa compañía y escuela creada por George Balanchine, que en el siglo XX se convirtió en faro de este arte en todo el mundo. ¿Por qué? Acusado de acoso sexual y abuso de poder, desde una licencia temporal, el danés, de 71 años, presentó el lunes pasado una carta a la junta directiva donde anunciaba finalmente su retiro tras casi tres décadas en funciones, negando malas conductas y declarándose dolorosamente afectado. ¿Cómo sigue? Está en curso una investigación por varios casos de violencia física y verbal, mientras un puñado de bailarines sostiene de forma interina el rumbo del elenco. Es el consejo del NYCB el que deberá designar al nuevo director. Y aquí se abre la posibilidad de un cambio histórico.
Desde que a comienzos de diciembre el equipo de especialistas de The New York Times que encabeza Alastair Macaulay comenzó a publicar una serie de notas al respecto, el caso Martins cobró repercusión en la escena de la danza a nivel global. No es para menos. Por un lado, porque es leído en el contexto de aquel Hollywood que hace poco salió a quitarle la venda a los acosos -el affaire Weinstein habilitó a muchos más, y en otros ámbitos, a sumarse y romper el silencio-. A propósito, la bailarina Wendy Whelan -retirada en 2014 del NYCB- dijo: "Muchos artistas y bailarines están viendo que la sociedad ya no acepta estos comportamientos como algo normal. Entonces, ¿por qué nosotros?"
Por otra parte, después de Balanchine, Martins es el artista vivo con más autoridad en esta compañía: su historia comienza en 1967, como invitado, y tres años más tarde se convierte en bailarín principal. Tras la muerte de Balanchine, en 1983, tomó el liderazgo juntamente con Jerome Robbins. Y para 1989 ya era el único jefe. Se le reconoce velar por el legado y la continuidad del repertorio de Balanchine y Robbins, y saber equilibrar en cada temporada estas obras con las de nuevos creadores, como Alexei Ratmansky, Christopher Wheeldon y Justin Peck. Justamente ellos suenan ahora en el runrún de los candidatos a sucederlo; también se oye el nombre del francés Benjamin Mellepied. Y algunos apuestan que podría haber un cambio rotundo con la llegada de una mujer.
Mientras tanto, en las redes sociales, la discusión se aviva en varios sentidos: desde el más obvio juicio de valor sobre si Martins es o no culpable de tantas cosas hasta el debate sobre el lugar de la mujer en los elencos de ballet.
Un caso viejo que es nuevo
Cuando la carta anónima denunciando a Peter Martins por acoso sexual llegó a las máximas autoridades del New York City Ballet, la junta y la gerencia ordenaron comenzar una exhaustiva investigación. Públicamente, sobre todo, lo que se inició fue un largo recordatorio de lamentables episodios que llegan hasta varias décadas atrás para demostrar que los comportamientos de Martins han sido cuestionados a diferentes niveles, incluso ya en los 80: coreógrafos y maestros que compartieron el salón de baile con él entonces comentan ahora sus excesos. Se recordó, además, un incidente de 1992 con su esposa, la bailarina Darci Kistler, que terminó retirando los cargos por un delito menor cuando la policía la encontró con marcas en los brazos y las piernas.
Respecto del temperamento volcánico del danés, viene al caso que en 1993 había sido acusado por el solista Jeffrey Edwards de abuso verbal. Y que al año siguiente Victor Ostrovsky, un estudiante de 12 años de la escuela, paseaba por el escenario del teatro con otros niños cuando Martins se enfureció y lo tomó por la nuca en una maniobra que, ahora, describió a The New York Times como "un bloqueo de muerte". Los ejemplos de maltrato se multiplican, algunos con nombre y apellido, otros desde las sombras, todavía por temor a quien ejercía un control total de la casa: ex bailarín, maestro, coreógrafo y director del staff. "Tengo la imagen de él parado sobre mí con un puño cerrado, dos semanas antes de que me promoviera", dijo un artista que aún trabaja en NYCB. Ese diario obtuvo más declaraciones de bailarines sobre amenazas o abusos, a ellos o a compañeros, de 24 entrevistas. Y no solamente testimonios referidos a relaciones íntimas o acuerdos de salidas confidenciales, sino de prácticas en el trabajo diario: cómo recriminaba a las bailarinas si ganaban peso o cómo las descartaba cuando se lesionaban. A imagen y semejanza de El cisne negro, la película con Natalie Portman que popularizó un estereotipo sufriente del mundo del ballet detrás de escena.
Con las aguas divididas, hay figuras actualmente en la compañía que salieron en defensa de Martins, y que señalan que quienes lo critican son parte del pasado. Megan Fairchild llamó personalmente a The New York Times para aclarar que su director siempre procedió profesionalmente en los 16 años que compartió en la compañía. La primera figura Sara Mearns puso de luto a su cuenta de Instagram al conocerse la noticia del retiro, y Joaquín de Luz expresó su tristeza refiriéndose además a los "tiempos aterradores por delante".
Lo que subyace a la espera de los resultados de la investigación, en cualquier caso, es la pregunta por las relaciones de poder que mantuvieron a Martins reinando impunemente. ¿Quién o quiénes miraron para otro lado?
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