Eduardo Sacheri: "Para construir un país no se necesita fanatismo, sino paciencia"
Suele tipear en el teclado de su computadora mientras hace largas pausas y observa, hacia adentro y hacia afuera. Le gusta escribir con tiempo, sin presiones, y no apura la novela que empezó este año. "Hay cosas que llevan un proceso", asegura Eduardo Sacheri (50). Se propone terminar tranquilo recién el que viene. Entre tanto, alterna las clases de historia que da en el secundario con otras tareas que lo fascinan por igual: llevar al cine La noche de la usina, su última novela publicada –que en 2016 obtuvo el premio Alfaguara–, junto a la productora de Ricardo y Chino Darín; preparar sus columnas semanales en el programa de Andy Kusnetzoff, Perros de la calle y soñar con su próximo ciclo de entrevistas, luego del éxito del primero, en el cual TNT Sports lo invitó a realizar 12 reportajes bajo el título La pasión según Sacheri como una excusa para hablar de las profundidades del alma humana. Lo cierto es que este historiador, que encontró el éxito como escritor y guionista en los medios masivos, conserva su paso lento, cultiva la cualidad de la paciencia y dice que se siente un extranjero en el universo de la velocidad mediática; que siempre conservará su mundo de libros y pausas como el hogar a donde regresar. Bienvenidos al mundo de un escritor que supo hacerse mediático sin perder su esencia.
—¿Cómo te fue con tu nuevo rol de entrevistador?
—Estoy más acostumbrado al otro lado del mostrador. Pero llegó la propuesta y me atrajo. Hicimos 12 y la idea de los productores y del canal es seguir, así que supongo que me fue bien. Yo recién ahora que hice estos siento que estoy dispuesto a más. Al principio me generó bastante tensión, no sabía si estaba a la altura del desafío, pero me gustó el resultado. También porque entrevisté gente que tenía cosas para decir, y porque son entrevistas largas, de 50 minutos. Los cortes se hacen en la edición posterior para la TV. Me sentí finalmente cómodo en la situación de conversar, con la posibilidad de abstraerme del entorno, aunque nunca es tan fácil, pero siento que pude tomarme mi tiempo. Siento que el apuro, la urgencia, la fugacidad conspiran contra el diálogo y aquí no fue así.
—¿Hubo un entrevistado favorito para vos?
—Más que favorito podría decir que hubo gratas sorpresas. Yo me jugaba a que iba a salir interesante el de Claudia Piñeyro, que la considero mi amiga, colega, escritora y lo confirmé; o el de Alejandro Dolina, que lo sigo hace décadas, es un tipo súper inteligente. Pero otras figuras me sorprendieron. Pedro Saborido, no lo había tratado en persona y fue una sorpresa total. La inteligencia, velocidad y capacidad de observación agudísima de Pedro me dejaron pasmado. Me gustan mucho las personas observadoras, sospecho que es algo clave para hacer humor. También Miss Bolivia, una chica que estaba fuera de mi radar y percibí mucha inteligencia y profundidad.
—¿Y te acordás de algo que te haya conmovido?
—Con Diego Torres en un momento nos pusimos a hablar de Lolita Torres, su madre, y él solo se metió con un recuerdo de una gira por Rusia de su mamá y el encuentro en Moscú con un exsoldado de la Segunda Guerra Mundial. Se emociona con esa imagen, yo me emociono también y nos quebramos los dos. Fue loco, él es muy emotivo e ir a esas zonas siento que fue un acto de mucha generosidad conmigo. Igual que con Marcelo Tinelli, hablando de su niñez, de sus padres y cosas traumáticas que tuvo que vivir de chico. Me sorprendió que se animara a contarlo.
—¿Qué aprendiste de este medio en el que ya estás sumergido entre la serie que escribiste para DirecTV, la columna en la radio, el cine y ahora la TV?
—No me considero demasiado sumergido en el medio. La pretensión es seguir en la periferia. Mi mundo es el de los libros o el de la enseñanza de la historia, donde me siento más sólido, seguro. El mundo de los medios es un lugar al que me gusta que me inviten, como ir a casa de los amigos, me encanta, pero quiero volver a mi casa. Aparte yo no sé de medios, necesito descansar muchas cosas en los que sí saben.
—Y te rodeás de chiquitos, ahora Sebastián Borenztein, Ricardo y el Chino Darín..
—He tenido suerte. Kenia Films me compró los derechos para hacer de La noche de la usina una película y me dieron para hacer el guión. Ricardo Darín y el Chino van a actuar como padre e hijo, ya que todo parte de la productora que tienen juntos, y lo va a dirigir Sebastián Borenztein. Si va todo bien, en un par de meses entramos en rodaje. Todo es entusiasmo.
—¿De qué trata la trama?
—La novela está ambientada en la época del corralito: crisis bancaria, la devaluación... y en un pequeño pueblito de la provincia de Buenos Aires un grupo de vecinos es estafado y busca revancha robándole al ladrón. Es una suerte de thriller pero protagonizado por un grupo de personas comunes y corrientes con sus torpezas, debilidades e improvisaciones, porque es gente honrada poniéndose a afanar, y no profesionales.
—¿Cómo te inspiras para escribir esas historias?
—Creo que la inspiración es algo que está a mitad de camino entre la realidad que ves afuera y algo que vos necesitás decir, algo sobre lo que necesitás preguntarte. Creo que todos nosotros tenemos cosas que nos van sucediendo en la vida que nos van generando interrogantes, angustias, deseos, miedos y en esa conjunción de dos materias diferentes, se arma. A mí no me gusta basarme en hechos reales, me gusta inventar historias, pero sí tomo de la realidad contextos.
—Contame sobre la experiencia de escribir una serie, Todo por el juego, para DirecTV, que se está emitiendo ahora...
—Me gustan los tiempos lentos, escribir, reformular y esta serie fue escrita con tiempo. Está ambientada en el fútbol español, pero en lo más turbio: las apuestas, los arreglos, los negocios oscuros y esa pugna entre los sentimientos inocentes o románticos de los hinchas y algún aspirante a dirigente y el poder del dinero en sus peores dinámicas.
—¿Creés que en el fútbol está la metáfora de cómo los argentinos tomamos muchos temas? Se me ocurre la legalización del aborto y otros tópicos en donde suele aparecer una grieta.
—Creo que hay una pésima tendencia al fanatismo y a la celebración del mismo. La pasión no es sólo positiva, como parece a primera vista, es algo complejo. Tiene aspectos interesantes y aspectos monstruosos, creo que estas divisiones y simplificaciones a las que lleva el fanatismo y la pasión no siempre nos hacen bien. Más porque para construir un país, escribir un libro o para educar un chico, no se necesita fanatismo sino paciencia, complejidad, flexibilidad. Ahí surgen otros valores, podemos valorar al otro, tomar algo de su postura.
—¿Cuál es la mejor parte de los medios?
—Intento reconciliarme con la fugacidad justamente porque también tiene cuestiones maravillosas como la exposición. El poder leer en una columna radial un cuento de Osvaldo Soriano hace que quizás eso llegue a miles de personas que de otra forma no llegaría, que la persona por ahí se interese, busque otras lecturas y eso es increíble y muy aprovechable. Aparte, lo que se dice en la radio es replicado, por ejemplo, en redes y así viaja más aún. Quizás sin eso, alguien se hubiera perdido de Soriano.
—¿Cómo te llevas con las redes?
—Si bien leo los diarios, uso Twitter para informarme y en una pasada sé de qué se está hablando ese día. Como consumidor, soy cuidadoso, emito poco y lo subordinado a mi trabajo, me doy muy pocas libertades.
—¿Te abstenés de opiniones políticas?
—Tengo mis opiniones políticas y me recontra súper apasiona el tema. Me interesa desde que soy chico, pero es un tema mío. No tengo ese rol, me conocen por mis libros no por otras cosas. Si tuviese un rol político estaría de acuerdo en brindar mi opinión, pero creo que no es el caso. Actualmente hay una tendencia de pedirle en reportaje a la persona pública que se pronuncie sobre todo. No está mal si se quiere pronunciar, pero que se espere que lo haga para mí no está bueno.
Alejandro Apo empezó a difundir mis cuentos de fútbol mucho antes de que fueran libros y así pude publicar y vender
—¿Por qué?
—No por ser una figura blanca, sin opinión polémica ni comprometida, sino porque no sé si importa lo que piense yo, lo que importa de mí son los libros que escribo, las películas que guiono, las charlas que protagonizo. Mi parte pública tiene que ver con otra cosa.
—¿Y cómo llevas tu parte pública, la fama y todo lo que vino con la popularidad?
—Intento que sea lo más natural posible. Tuve mucha suerte, empecé a escribir a los 25, cuando era profesor de historia y empezar a escribir cuentos me hacía bien. Alejandro Apo empezó a difundir mis cuentos de fútbol mucho antes de que fueran libros y así pude publicar y vender. Después José Campanella se copó con un libro mío y me empezó a leer, así llegó El secreto de sus ojos, que está basado en una novela mía. Mi carrera literaria tiene un par de enviones extraliterarios descomunales, que no tienen nada que ver con la calidad de lo que hago. Fue una cuestión de empatía con esos lectores, que me trajeron hasta acá. Mi vida iba por la docencia y la investigación, ni me veía escribiendo libros, así que encontrarme acá es totalmente inesperado.
—¿Cómo sos en tu mundo privado?
—Calculo que mis hijos dirían que sobreprotector, obsesivo, detallista, que los cuido más de la cuenta, pero la verdad es que Francisco (22) y Clara (18) son lo que más me importa, junto con mi mujer Gabriela.
—Seguís siendo profesor de historia, ¿por qué?
—Porque me encanta, porque me hace trabajar esta flexibilidad que tanto me interesa, me obliga a comunicarme con los jóvenes, y para ellos soy el pelado de Historia y está muy bien que así sea. Es una parte muy esencial de mí. Tener varios universos sirve para la vida, mantiene fresca la cabeza.
Con el lector nos encontramos así, por pura intuición, yo escribo lo que necesito escribir y si les gusta, es halagador
—¿Temés que el medio te fagocite?
—No, para nada, me parece que hay que distinguir lo que vos hacés de lo que vos sos. Si hay gente que le gusta una película en la que yo me involucré, buenísimo, pero la gente no me ama, sino al film que hicimos. Igual con un libro, no es conmigo. No me conocen. Mi vida son mi mujer, mis hijos, mi mamá, mis amigos. Tengo claro que mi centro es hacer felices a los que amo y ser feliz con ellos.
—¿Qué tienen tus cuentos, novelas y guiones que los hace exitosos?
—A lo mejor, que me sirvo de una materia cotidiana, próxima. Mis libros transcurren en el Gran Bs As de donde soy yo, tomo lo contemporáneo, los horizontes suburbanos de gente bastante común. Mis mundos no son lejanos tal vez al de los lectores, pero no lo quiero pensar mucho para no perder libertad. Si uno lo calcula tanto termina jugando para la tribuna, yo necesito jugar al fútbol, si alguien de afuera me mira y le gusta, bárbaro. Creo que hay una mística que si uno la investiga demasiado se rompe. Con el lector nos encontramos así, por pura intuición, yo escribo lo que necesito escribir y si les gusta, es halagador, es buenísimo y ocurre el hechizo pero no estoy pensando qué escribir para que guste. Además de que no me saldría, sería poco honesto.
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