
Para mí Piazzolla es Beethoven.
La pata argentina del Gotan Project creció entre rockers que odiaban el 2x4. Después de viajar a París para estudiar con el Tata Cedrón, terminaría inventado el tango electrónico.
Hasta 1930, el tango era un punk de las orillas. Milonguero, es decir, marginal, es decir, escéptico de la ley, es decir, un poquito antisistema. Luego se invirtió a sí mismo y quedó como una expresión de la danza cajetilla, llenando con grandes orquestas los grandes salones. Digamos, cambió de desgarro: de la sangre que deja el cuchillo pasó a la herida que provoca el amor. Y todos creían que ésa sería su última parada artística, porque la verdad es que las décadas pasaban y el tango ahí: genial, pero invariable en su poética del lamento. Hasta que un día llegó Piazzolla y se puso a tocar el bandoneón y los tacheros que llevaban la foto de Troilo en la guantera se enojaron porque había llegado el Gran Destructor. Piazzolla, además, le pidió a Antonio Agri que pasara el arco de su violín por donde las cuerdas no suenan, y las cuerdas sonaron, pero como nunca antes lo habían hecho. Ahí sí, ése debía de ser el último escalón. Pero no, tampoco. Vinieron los arreglos, Eladia Blázquez y esa cosa rara a la que alguien, en un bostezo, le puso “música ciudadana”. Después el rock se acordó de Goyeneche, y Los Auténticos Decadentes fueron a buscar a Alberto Castillo, y Litto Nebbia fue a buscar a Cadícamo, y Melingo cantó pensando en Edmundo Rivero y todos tan amigos. Y después los pibes volvieron a las guitarritas y se despeinaron un poco y milonguearon otra vez, y después cayó Robert Duvall con ganas de sacarle viruta al piso del Torcuato Tasso. Y así termina este cuento, todos felices bailando entre noruegos asombrados. Muy bien, ahora sí, qué más podría venir…
“Es un poco temprano para decir si el tango electrónico es un nuevo capítulo en la historia del género. Yo le tengo fe, pero hay que esperar el juicio de la historia”, dice, desde su casa en París, Eduardo Makaroff, el Pollo, rockero, tanguero, músico, creador de Gotan Project, el trío que mezcló música electrónica y tango y, después de haberlo mezclado, vendió un millón de discos en todo el mundo.
Es probable que no te interese, pero si tuvieras que hacerlo, ¿cómo definirías el electrotango?
Sí, cierto, me interesa poco [risas]. Yo diría que es una experiencia de mezcla y encuentro entre dos estéticas y dos géneros diferentes. Hay que tener en cuenta que las nuevas tecnologías crean nuevas estéticas.
¿De qué manera?
Cuando se inventó la guitarra eléctrica, cambió por completo el sonido de la música. Lo mismo pasa con los samplers y las máquinas. El impacto tecnológico sobre la producción de arte es evidente, pero luego deja de importar el detalle técnico, y se vuelve importante la composición en sí.
O sea…
O sea que no importa si esto es tango o no lo es, no me lo pregunto, lo que importa qué tan buena es la música que Gotan Project es capaz de generar. De hecho, cuando alguien dice: “Esto no es tango”, yo no lo siento como una crítica.
Muchos componen canciones, pero muy pocos crean un género. ¿Te sentís el inventor del tango electrónico?
No, sentirlo sería inmodesto y fuera de lugar. Efectivamente salimos primero y encontré la buena gente con quien llevar a cabo el proyecto, pero no me la voy creer por eso. Hay gente que nos compara con Piazzolla, pero para mí Piazzolla es Beethoven, comprenderás que no me puedo adjudicar ese nivel de elogio. Sí siento que somos pioneros, pero no me la creo.
Desde tu perspectiva, ¿en qué momento creés que está el tango?
No lo sé bien, hay un redescubrimiento por parte de algunos chicos, eso está bueno. Hacía rato que no pasaban cosas.
¿Desde Piazzolla?
Mmmmsé… hubo cosas igual, pero básicamente después de Piazzolla vino el vacío.
¿Cómo sigue esto?
Estamos terminando un segundo disco, pero no creo que salga antes de fin de año. Seguramente será a principios de 2006.
Quiero decir, el tango electrónico ¿tiene camino?
No podemos saberlo ahora. Sí sé que para seguir adelante hay que ser verdaderamente tanguero y conocer en profundidad el tango, porque una cosa es ponerle un bandoneón a una base electrónica, y otra es conocer el lenguaje del tango para poder transformarlo, llevarlo a otro lugar.
¿Cuál es tu historia personal con el tango?
Yo vengo del rock y, en mi época, el rock era una reacción al tango, estábamos definitivamente en contra. ¡Una locura! Eramos hippies, tomábamos ácido y fumábamos porro y quedamos atrapados en esa ideología, pero a la vez yo estudiaba guitarra con el Tata Cedrón. Me costaba mucho ver en la tele Grandes valores del tango con todos esos peluquines, pero cuando sonaban ¡guau! era bárbaro. El tiempo, como siempre, te termina enseñando. Tenés que ser muy sordo para pasar por al lado del tango y no darte cuenta de lo grande que es.