Edmundo Rivero: "Me convertí en un observador de la noche"
Un espacio experimental en busca de la entrevista soñada: el invitado se interroga y se fotografía
Con el tango y lo argentino en la sangre, este ícono porteño (cantante y tanguero igual que su padre, Edmundo Rivero) se divierte hablando con él mismo y pasa por cantidad de temas: desde la patria y las drogas hasta el llamado rock nacional y el juego del truco.
-¿Qué es la patria para vos?
- La patria se siente en el alma, en la sangre. Es como el amor: abstracta. Es la tierra que heredamos de nuestros mayores. Es el General San Martín, Manuel Belgrano, Juan Manuel de Rosas, el Chacho Peñaloza, Homero Manzi, Manuel Dorrego, Hugo del Carril, Vicente López y Planes, los Gauchos de Güemes, Tita Merello, Luis Sandrini, Enrique Santos Discépolo, Blas Parera... El inmigrante trabajando nuestras tierras, el obrero rumbo al yugo y el humo de las fábricas. Junto a la Bandera, la Escarapela, el Escudo y el Himno Nacional Argentino .
-¿Te gusta el rock nacional?
- Toda música es buena, no se concibe un mundo sin ella, y lo más importante es que ningún país entró en guerra por la música. La música, como el arte en general, es el reflejo del alma. Lo de nacional habría que cambiarlo, si yo compongo un rock nacional en Chile, ¿de dónde es? El jazz es estadounidense, la tarantela italiana y el tango argentino. En esto no hay términos medios.
-¿Cómo ves la Argentina hoy?
- Está desde que nací en permanente involución, un paso para adelante y dos para atrás. El peso argentino no tiene cotización, tenemos dos monedas. Somos millonarios, pero vivimos en la indigencia. Todos sentimos que las cosas están mal y nos callamos (que se vayan todos, y están todos). Y eso que casi el 40% de la población vive en Capital, Gran Buenos Aires y otra parte en el conurbano. Los argentinos somos raros, acá ser inmoral es mejor que ser zonzo.
-¿Tomaste droga alguna vez?
- Con la droga he tenido una experiencia mala: para que el alcohol no me hiciera efecto me ofrecieron cocaína. Veníamos de una comida con unos tragos de más, tenía que cantar esa noche y lo que me produjo fue peor: una afonía inmediata y sequedad en la garganta hasta tal punto que opté por bajarme del escenario. Ninguna droga es buena, todo artista que se droga es un artista mediocre, tiene una noche buena y tres malas, y eso a la larga trae consecuencias. Gracias a Dios, y a mi fuerza de voluntad, no me dejé tentar y me convertí en un observador de la noche. Lo que hay que tener en claro es que nosotros trabajamos, mientras la gente busca diversión.
-¿Sos cantante, autor, músico y empresario?
- Me crié con la música y el canto desde muy chico, comencé a los 8 años estudiando danzas folklóricas argentinas y a los 10, guitarra, y cuando tenía 17 empecé con canto. Como empresario adquirí un local que fue muy afamado: Tucumán 676, por ese entonces tenía 23 años y llegué a tener Bailables, Boîte, Café Concert. Compartí una sociedad familiar en San Telmo. Y con un grupo de colaboradores impulsamos la ley 19787 en defensa de la música argentina aún vigente. Y nacionalicé el juego del truco, entre otras tantas cosas.
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