Con Bruce Willis, Justin Long, Maggie Q, Yancey Arias y Yorgo Constantine.
Es fácil hacer chistes sobre Bruce Willis, cincuentón, volviendo con un cuarto capítulo de la serie Duro de matar. Pasaron ya doce años desde la última secuela. ¿No debería Willis estar, a esta altura, preparándose para las reuniones de actores jubilados? Y para colmo, su ex mujer, Demi Moore, se casó con un hombre mucho más joven. Ok, ya les advertí que se podían hacer chistes fáciles.
¿Saben qué? Willis ríe último. Duro de matar 4.0 puede no ser una gran película –es una serie de crecientes y demenciales acrobacias ensambladas torpemente–, pero Bruce tiene una gran virtud: erróneo y tosco como lo conocemos, es un auténtico héroe analógico en una época digital. El papel del rústico policía de Nueva York John McClane todavía le calza como un guante, y luce como un tipo de la mitad de su edad. ¿Cuál es tu secreto?
No hay secretos en cuanto a la película. Es otro tecno-thriller con "Die Hard" en medio del título. El villano es esta vez Thomas Gabriel (Timothy Olyphant, un maestro para la sonrisa de villano), un antiguo empleado del gobierno determinado a destrozar el sistema de defensa estadounidense porque sus ex jefes no lo escucharon tras el 11-s. Es fácil, todo funcionará mientras sea manejado por una computadora. Un gran aplauso, dicho sea de paso, para la bella actriz de Hong Kong Maggie Q, que aquí hace de mano derecha y obsesión erótica del villano.
Como sea, volvamos a la trama de la película. McClane debe transportar a un joven hacker de Nueva Jersey, Matt Farrell (Justin Long), a Washington DC ya que el FBI cree que podría haber ayudado a los villanos, aun inadvertidamente. ¿Se acuerdan de 16 calles, la película de 2006 en la que Willis debía trasladar al criminal Mos Def desde la cárcel hasta los tribunales? Bueno, lo mismo pero más espectacular. Les encantará saber que el director Len Wiseman ( Inframundo ) no permite que el destino de los Estados Unidos se entrometa demasiado en la sorprendentemente entretenida relación entre Willis y Long. El hacker se muestra horrorizado por el gusto musical de Willis, detenido en Creedence.
A diferencia de las dos primeras Duro de matar, ambientadas en un rascacielos de Los Angeles y en el aeropuerto de Washington DC, la cuarta entrega repite el mismo error que la tercera al transcurrir en escenarios abiertos que, de esta manera, disipan toda tensión claustrofóbica. Pero es innegable que los efectos y las acrobacias son terriblemente divertidos. "Derribaste ese helicóptero con el auto", le dice el hacker a McClane. Y eso es lo que hace. Verlo no es creerlo. Pero, ey, ¿quién necesita demasiado realismo en una película de verano? Apenas cumple el objetivo de la acción y mejor que me creas: Bruce sigue siendo el jefe.
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