Dulce y melancólica, Transparent volvió con su tercera temporada
La serie de Jill Soloway, flamante ganadora de dos premios Emmy, tuvo un gran regreso a la pantalla chica
Cada vez cuesta más ceñirse a las nomenclaturas que las entregas de premios le colocan a Transparent. Si bien la creación de Jill Soloway usa el humor como válvula de escape, al mismo tiempo está muy lejos de ser una comedia. Tras obtener dos galardones en los últimos Emmy - mejor dirección y mejor actor -, el envío que se puede ver por Amazon volvió con una tercera temporada mucho más poética que las anteriores.
El viaje de Maura, en el centro
Como perfecto contrapunto del primer capítulo de la segunda temporada (el memorable "Kina Hora", un verdadero caos de personajes), en el inicio de la tercera se pone el foco exclusivamente en Maura Pfefferman (Jeffrey Tambor) y una particular odisea de una tarde en Los Ángeles. Poco después de confesar de que a pesar de tenerlo todo no se siente feliz, Maura recibe un llamado - en el centro LGBT donde oficia como ayudante - de una joven transexual que amenaza con suicidarse. Tras cortarse la llamada, Maura emprende una persistente búsqueda de la muchacha en la cual va perdiendo sus pertenencias (chalina, cartera, zapatos) en esa caminata que la termina conduciendo al hospital producto del incipiente estrés de la jornada.
Soloway hace lo que mejor le sale: apostar a imágenes poéticas que simbolizan la lucha de Maura en su transición. Por lo tanto, en esos inserts en los que el personaje de Raquel (Kathryn Hahn) nos asegura que nosotros somos nuestros propios salvadores se esconde el significado de ese recorrido incesante de Maura. ¿Qué más necesita para aprehender la felicidad? Sentirse una mujer. Así comienza Transparent su tercera temporada, anticipándonos los cambios físicos que la protagonista necesitará imperiosamente para hacer las paces consigo misma.
Los hermanos sean unidos
En su discurso de agradecimiento en los Emmy, Soloway aludió a cómo hacer un programa de televisión que fomenta la inclusión no es un trabajo sino una revolución. Su deseo de militancia no se le va de las manos en Transparent pero sí está presente en cada episodio, ratificando que mostrar a "gente judía no necesariamente querible" (como ella misma describe al clan Pfefferman) es el camino correcto para desmitificar un ideal inalcanzable de perfección. Transparent es, ante todo, un drama sobre el ser humano. En sintonía con ésto, en su primera temporada la serie provocaba al espectador no precisamente a través de Maura sino de sus hijos Sarah (Amy Landecker), Josh (Jay Duplass) y Ali (Gaby Hoffmann), quienes espejaban el egoísmo insoslayable de su "moppa" y se ubicaban, de ese modo, en las antípodas de la empatía.
Sin embargo, ver Transparent implica crecer a la par de ese trío, comprendiendo paulatinamente de dónde provienen la incertidumbre de Sarah (quien deja a su esposa el mismo día del casamiento), la desazón de Josh (quien se entera que tiene un hijo pero luego lo pierde) y el autodescubrimiento de Ali (quien busca hacer un camino en la docencia). Cuando los tres ingresan al hospital para visitar a Maura se pone en evidencia que, a pesar de querer huir de la situación, estando juntos no hay nada imposible de procesar. Sin dudas, las charlas íntimas que los tres entablan en situaciones atípicas representan la bienvenida espontaneidad sin filtro de esa familia en constante mutación.
El pasado no pisado
Los momentos más brutales de Transparent llegan casi siempre en forma de flashbacks, ya sean los más ambiciosos en los que conocemos a los antepasados de los Pfefferman (cómo olvidar la participación de Hari Nef en la temporada previa), los que se abocan a precisar los instantes formativos en la vida de los hijos y los que, desde un concepto mínimo, marcan los cambios generacionales. En la tercera temporada el pasado vuelve bajo la forma de una vieja tortuga de la familia, testigo silencioso de las eclécticas etapas de la familia que Soloway filma a través de una rendija, como si estuviera espiando a los protagonistas.
Josh lidia con el conflicto interno de perdonar a quien fuera esa niñera que marcó (para bien y mal) su vida sexual y Sarah está detenida en su primer matrimonio ya disuelto al que se rehúsa a soltar. Asimismo, como suele suceder desde su estreno en el 2014, la luz de Transparent es la talentosísima Hoffmann y en esta temporada, mientras la vemos a Ali junto a su hermano tocando el piano y recordando su infancia, ratificamos que la más joven de la familia es, en simultáneo, el personaje más complejo y fascinante que ha concebido Soloway.
La transición de uno es la transición de todos
"Dicen que cuando una persona atraviesa el proceso de transición, todos también deben atravesarlo" expresa Shelly Pfefferman (Judith Light) en el segundo episodio de la tercera temporada. La escena funciona como exponente de la búsqueda de Soloway por visibilizar de manera fidedigna no solo el trayecto que emprende una persona transgénero sino también los coletazos que recibe el entorno al oír la "noticia". Si bien la propia experiencia de la realizadora le sirvió como puntapié - el personaje de Tambor está inspirado en su padre -, ella misma ha confesado que era una ignorante respecto a los pormenores de la mencionada transición.
Por lo tanto, a través del personaje de Shelly, ex mujer de Maura, percibimos la dicotomía entre el querer apoyar al otro y el sentirse desconcertado por no poder reconocerlo. Light - quien viene regulando la forma caricaturesca con la que abordó a su personaje originalmente - es tan vital en Transparent como lo es Tambor, la contrafigura necesaria para representar la visión de quienes buscan superar los prejuicios.