El ascenso al estrellato de Duffy en el Reino Unido fue una variación sobre un tema conocido: Amy Winehouse, pero sin contenido bizarro. Es todo lo que a los ingleses les gusta encontrar en una cantante de R&B: una chica linda que interpreta elegantes baladas soul. Su segundo disco está bien hecho y con buen gusto, pero es un poco aburrido. Duffy tiene una linda voz, aterciopelada y con toques rasposos, y el disco se abre con "My Boy", a la que The Roots le aporta el necesario pulso funk. Pero mientras que la voz de Winehouse te agarra del cuello y te sacude, Duffy nunca llega a conmoverte. Sus baladas y sus canciones neodisco están llenas de melodrama, pero su personalidad insulsa no logra darles vida. Lo único que queda son gestos técnicos vacíos que parecen no tener fin.
Por Jody Rosen
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