Drama para llorar y reír
"Mi nombre es Sam" ("I am Sam", EE.UU./2001). Dirección: Jessie Nelson. Con Sean Penn, Michelle Pfeiffer, Dakota Fanning, Diane Wiest, Richard Schiff y otros. Guión: Jessie Nelson y Kristine Johnson. Fotografía: Elliot Davis. Música: canciones de los Beatles. Presentada por Distribution Company. 130 minutos. Para mayores de 13 años.
Nuestra opinión: bueno.
La temática de los discapacitados es habitualmente requerida por el cine de Hollywood para, desde una óptica dramática, y a veces patética, desarrollar conflictos familiares teñidos por el amor o el rechazo hacia esos seres solitarios y desprotegidos.
El protagonista de "Mi nombre es Sam" es un deficiente mental que deberá luchar contra la justicia para conservar la custodia de su pequeña hija. Sam es un tenaz trabajador -cumple puntualmente con su labor en una humilde cafetería-, es admirado entre sus vecinos por su carácter alegre y, en el momento de convertirse en padre, cree haber superado sus rechazos íntimos hacia un medio que condiciona a "los diferentes".
Pero la mujer de Sam deseaba nada más que una cama para dormir, y poco después del nacimiento de su bebe huye entre la gente y deja a la hija de ambos al cuidado de su padre. El hombre no se rinde. Cuenta con un grupo de amigos, también discapacitados, que lo ayudan a criar a la pequeña Lucy, que, al cumplir siete años, supera la capacidad intelectual de su padre.
Sam se ve de pronto inmerso en una situación legal cuya resolución favorable para él parece imposible. La niña, de acuerdo con la ley, deberá quedarse con una familia adoptiva. Pero su padre es tan tenaz como dispuesto a retener a la pequeña y logra que una abogada de prestigio acepte ser su defensora. A primera vista Sam y Rita, la siempre apresurada abogada, parecen completamente opuestos, aunque en realidad tienen mucho en común: son solitarios, sufren en silencio, creen en la solidaridad y en la justicia.
Llegar al corazón
El comportamiento compulsivo de Sam tiene su reflejo en la personalidad obsesiva de ella, y ambos se hermanan en esta cruzada nada fácil, signada por el amor de un padre hacia su hija.
La trama es conmovedora y abunda en situaciones que están siempre en el límite del melodrama, pero el guión de Jessie Nelson -que también se desempeñó como hábil directora- y Kristine Johnson optó por evitar los golpes bajos, tan comunes en este tipo de relatos. Así, entre la lágrima que algún espectador no podrá evitar y algún atisbo de sonrisa por la ironía y los jugosos gags del film, la historia no tarda en recalar en la relación pendular entre ese hombre sediento de dar y recibir amor y la abogada que, mucho más allá de su vida profesional llena de presiones y de rencores, se orienta hacia la reflexión y toma la senda del cariño como elemento salvador de los valores más puros del ser humano.
"Mi nombre es Sam" queda como una sensible muestra de comprensión hacia los más débiles. Queda, también, como un llamado de atención sobre la necesidad de ser mejor en un mundo cada vez peor. Su fórmula no es novedosa argumentalmente, pero la excelente labor de Sean Penn -que le valió una nominación al Oscar en la última edición de los premios- potencia esta historia para corazones sensibles, en la que Michelle Pfeiffer y la pequeña Dakota Fanning son dignas acompañantes de Penn.
Los rubros técnicos y la banda musical, basada en temas de los Beatles -lo que no es caprichoso, ya que Sam bautiza a su hija Lucy Diamond Dawson, por la canción "Lucy in the Sky with Diamonds"-, potencian esta trama que llega por los ojos y, seguramente, se instalará en el corazón de los espectadores sensibles.
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