La épica de Goku no deja de seducir a nuevos (y viejos) espectadores
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Llegó a los cines Dragon Ball Super: Super Hero, el nuevo largometraje de la longeva saga creada por Akira Toriyama. A solo dos meses de su estreno en Japón, este film protagonizado por Gohan, el hijo de Goku, se convierte en uno de los grandes tanques de la semana y evidencia el indiscutido fenómeno que es Dragon Ball en la Argentina. Por este motivo, a continuación hacemos un repaso por los ingredientes que hicieron de esta serie, un éxito todo terreno.
Su popularidad en Japón y su llegada a la Argentina
Luego de triunfar con una comedia absurda llamada Dr. Slump, el historietista Akira Toriyama decide volcarse al rubro de las aventuras. Tomando como inspiración la leyenda del Rey Mono, crea una comedia de acción en la que un niño debe encontrar siete esferas del dragón para pedir un deseo. Editados en 1984, los primeros episodios de Dragon Ball no tuvieron un gran éxito, pero cuando el editor a cargo de la obra, Kazuhiko Torishima, le sugirió a Toriyama que le diera a las peleas un mayor protagonismo, el interés del público comenzó a aumentar. Atento al consejo, el autor apostó por una estructura de combates y así el Dragon Ball que todos conocemos empezó a tomar forma. Con el tiempo, Goku se convirtió en el hombre (o el sayajin) más poderoso de la Tierra, tuvo hijos, una nieta, y una galería de aliados y villanos de un carisma innegable. Finalmente, agotado por el extenuante ritmo de publicar un nuevo capítulo del manga todas las semanas, Toriyama finalizó su obra en 1995. Para ese momento, en Japón la saga era un boom sin precedentes, con decenas de películas, discos de banda de sonido, y miles de artículos en materia de merchandising. Y ese fenómeno tardó muy poco en contagiar al resto del mundo.
A comienzos de los noventa, en diversos países de Europa comenzó a editarse el manga y a emitirse la serie de Dragon Ball, con un éxito tan inmediato, que dio pie a una verdadera fiebre por el consumo de historietas japonesas. Esa tendencia pronto se trasladó a América Latina y no casualmente también tuvo a Goku como punta de lanza. A mediados de 1994, el antiguo ATC programó para emitir los sábados por la tarde, algunos de los largometrajes animados de Dragon Ball, y de lunes a viernes los primeros capítulos de la serie (basada en una versión distribuida en los Estados Unidos, y rebautizada como Zero y el dragón mágico). Esa primera aparición no obtuvo demasiada relevancia y ni siquiera una línea de juguetes producida por la extinta Jocsa impulsó su popularidad. Desde luego que el problema no tuvo que ver con que Dragon Ball no le interesara al público argentino, sino más bien con que la forma de emisión fue desordenada, en horarios poco atractivos, fragmentando capítulos de por si cortos, y alternándolos con películas que exigían ser vistas en el contexto de la historia general. Y así, sin hacer demasiado ruido, Dragon Ball desapareció de las pantallas poco tiempo después.
En el año 1997, el canal Magic Kids comenzó a emitir Dragon Ball y ahora sí, dio inicio ese fenómeno que ya había conquistado el mundo. De forma cronológica y con cuatro repeticiones diarias, esa señal transmitió los 444 episodios que integraban Dragon Ball y Dragon Ball Z, los cuales representan el núcleo duro de este universo, que seguía sumando películas, videojuegos, e incluso historietas no oficiales. En un récord notable para la televisión argentina, a partir de ese año, Goku y compañía prácticamente nunca dejaron de tener presencia en la pantalla local, a través del mencionado Magic, Cartoon Network, el canal Warner o la plataforma streaming Crunchyroll. 25 años al aire de forma casi ininterrumpida es una medalla que pocas ficciones pueden lucir. Aunque claro que como todo éxito, Dragon Ball no estuvo exento de polémicas.
Roshi: yo, el peor de todos
En materia de historietas o ficciones animadas, Japón no sigue muy de cerca las agendas del resto del mundo. Se trata de un país dueño de historias con reglas propias, que suelen estar lejos de tendencias ajenas. Para quienes desconocen los códigos de los animés o los mangas pueden resultar vetustos (o directamente ofensivos) determinados elementos, como el rol del sexo en las comedias, o la representación de cuerpos hegemónicos masculinos y femeninos. Pero en la vereda opuesta, las historietas japonesas también fueron pioneras y en los años setenta ya era común encontrarse con historias que presentaran protagonistas no binarios, apasionadas sagas de amor entre personas del mismo sexo, heroínas u héroes transgénero, o mujeres empoderadas capaces de salvar galaxias en violentas batallas. Y así como el examinar viejos relatos con el prisma de la sensibilidad actual se convirtió en materia de debate, juzgar ficciones japonesas con ojos occidentales también puede significar una trampa (quizá, ante este debate infinito, la solución sea que cada lector o lectora elija con qué tipo de manga se siente más a gusto). Aunque algo es innegable y es que Japón supo moldear el paladar de los extranjeros, sin traicionar la esencia de sus propias historias. Y ante la fama de Dragon Ball, elementos que en otros títulos pasaron desapercibidos, aquí lograron un impensado protagonismo.
Aunque en 1994 no fue un éxito, algunos medios sí repararon en la violencia de la serie, cuyas peleas eran mucho más extremas, que los habituales (y mucho más inocentes) cruces entre He-Man y Skeletor, por poner un ejemplo. Por ese motivo, se llegó a hablar de prohibir a Dragon Ball, un recurso poco feliz y que es sabido, solo sirve para alimentar el entusiasmo del público.
Cuando en 1997, la serie se estrenó en Magic Kids, se optó por recortar las escenas que contuvieran chistes de índole sexual, o violencia excesiva. De este modo, Dragon Ball fue el símbolo de una moraleja que acompañaría siempre al animé y es que mientras los canales infantiles se entusiasmaban con el buen rating que obtenían de esas series, a la vez las cortaban cuando consideraban que el contenido no era apto para los más pequeños.
A finales de los noventa cuando el boom Dragon Ball estaba en alza, y Goku había llegado al cine por primera vez, se volvió a instalar en un sector de la agenda televisiva, la posibilidad de prohibir la serie. En la provincia de Córdoba, el padre de un niño hojeó una revista de Dragon Ball, y encontró un chiste en el cual el Maestro Roshi (un anciano experto en artes marciales, obsesionado con las mujeres), le pedía a la adolescente Bulma, que le mostrara su ropa interior. Frente a este contenido, la justicia provincial calificó dichas imágenes como pornografía infantil y los kioscos cordobeses no repartieron revistas de Dragon Ball durante un largo tiempo.
En el año 2021, nuevamente el personaje de Roshi quedó en el centro de otra polémica similar. En un episodio de Dragon Ball Super (continuación de Dragon Ball Z), el hombre le pide a un guerrero capaz de cambiar de forma, que se convierta en una jovencita porque confiesa que su “punto débil son los pensamientos pervertidos que desea superar”. Frente a ese contenido, el Ministerio de las Mujeres, políticas de género y diversidad sexual de la provincia de Buenos Aires dictaminó que la escena “reproducía la violencia sexual por parte de una persona mayor hacia una menor”. Y si bien para los fans la situación fue antipática, e incluso puede resultar erróneo analizar esa escena aislada (sin el contexto en el que otros personajes le indican a Roshi lo reprobable de su comportamiento), lo cierto es que Dragon Ball se emitía en el Cartoon Network, una señal infantil, cuyos programas no suelen tener ese registro. El canal inmediatamente levantó el programa y aunque muchos se apresuraron a hablar de una caza de brujas, Dragon Ball Super nunca dejó de estar disponible en Crunchyroll, por lo que referirse a una prohibición era algo equivocado.
Actualmente, Dragon Ball Super se emite en Warner Bros., a razón de cuatro episodios por día, y dentro de un segmento en el que hay otros animés de contenido no necesariamente infantil como por ejemplo Death Note. De una u otra manera, Dragon Ball siguió adelante, sin perder nunca ese lugar de popularidad que a pesar de las polémicas, lo lleva hoy a estrenar un séptimo largometraje en las salas argentinas.
Dragon Ball Super: Super Hero
En la actualidad, Dragon Ball tiene una nueva historieta en las calles, surgen videojuegos al menos cada tres años y las jugueterías están llenas de todo tipo de merchandising basado en Goku y el resto de los guerreros Z. En este contexto de popularidad, Super Hero es el largometraje numero 21 de la franquicia (sin contar especiales televisivos, y mediometrajes para el mercado doméstico), y su llegada a la Argentina es el signo inequívoco no solo del amor del público por Goku, sino también de la perdurabilidad de esa marca.
En la nueva trama, el gran protagonista es Gohan, quien emprende una misión para rescatar a su hija, de las manos de la temida Patrulla Roja. Como sucede con las películas de animé ancladas en la continuidad de una historia, los no iniciados puede que no encuentren demasiado interesante el film, mientras que los fans expertos aplaudirán, con sincero entusiasmo, el ver en pantalla grande a los nuevos (y viejos) héroes de este largometraje.
A casi cuarenta años de su nacimiento, y a poco menos de tres décadas de su debut en la Argentina, Dragon Ball es un verdadero imbatible. Goku es un ícono cultural de peso propio y aún quienes jamás vieron ninguno de sus episodios conocen a este personaje, que desde Japón se convirtió en el líder de un fenómeno que sin techo viaja en nube voladora.
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