Dentro y fuera del Congreso, la actriz se convirtió en una figura clave del movimiento de mujeres, pero ella todavía se considera una “púber política”
–Quiero dedicarle el premio a las mujeres víctimas de violencia, víctimas de discriminación, para que el Estado deje de oprimir nuestros derechos.
El domingo 25 de julio de 2016, Dolores Fonzi ganó el Premio Platino por su papel en la película La patota. La ceremonia fue en Punta del Este y Dolores subió al escenario vestida con una camisa blanca y una falda negra larga, vaporosa y elegante. Antes de terminar, levantó un cartel casero, que había hecho con una hoja blanca y un marcador azul un rato antes.
“Libertad para Belén”, decía el cartel y dijo Dolores. “Porque Belén somos todos y sin libertad no somos nada.”
Dos años después, Belén, la mujer que estuvo 27 meses presa en Tucumán después de ser atendida por un aborto espontáneo, está libre gracias al reclamo del movimiento de mujeres y el Senado de la Nación está a punto de votar un proyecto de Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, que ya obtuvo media sanción en la Cámara de Diputados en una sesión que duró casi 24 horas: empezó el mediodía del 13 de junio y terminó a la mañana siguiente, mientras afuera se agitaba una marea feminista de casi un millón de personas. Dolores Fonzi, por supuesto, estaba ahí.
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El 8 de marzo de 2018, un grupo de actrices fueron convocadas por la periodista Claudia Acuña, de la cooperativa La Vaca, para hacer una acción por el Día Internacional de la Mujer: una foto frente a las escalinatas del Congreso con los pañuelos verdes. Dolores fue con el suyo, un regalo de la diputada Victoria Donda. En ese momento, el plenario de comisiones todavía no había comenzado, pero faltaba poco: la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito había presentado su proyecto de ley por séptima vez consecutiva dos días antes.
Para la foto, Dolores invitó a algunas de sus amigas actrices. Esa tarde había periodistas, artistas, músicas, políticas y activistas. También estaban algunas de las fundadoras de la Campaña.
–¿Qué hacemos? Algo tenemos que hacer –le dijo en un momento la actriz Carla Peterson.
“En general, cuando sos actriz y te llaman para algo así, vos vas y después te volvés a tu casa y terminó”, dice Dolores ahora, una noche de fines de julio. “Pero ese día nos dimos cuenta de que había que ponerle el cuerpo a la situación y de otra manera, no desde las redes solamente, que es bastante cuando tenés muchos seguidores, sino que había que activar de otro modo... con responsabilidad”, insiste. “Y para ponerle el cuerpo teníamos que reunir otros cuerpos de otras compañeras.”
Entonces armaron un chat de WhatsApp y empezaron a invitar a otras actrices. Amigas. Amigas de amigas. Compañeras de compañeras de compañeras. Tres semanas después eran más de 500 y habían redactado una carta para presentar ante los diputados que estaban indecisos o habían adelantado su voto negativo. Esa fue la primera de una movida de cartas abiertas que llegaron a firmar más de 12.000 mujeres de distintas disciplinas para pedirles a las y los diputados su voto por el aborto legal. Así de rápido, el colectivo –la colectiva– Actrices Argentinas se había formado.
"Ir a convencer a un diputado que está en contra es una de las peores cosas que te pueden pasar, es como hablar con una pared”, dice Fonzi sobre su papel en el cabildeo a favor de la ley.
Dolores recuerda ese mes de marzo como un tiempo de urgencias: había que hacer algo y había que hacerlo ya. “De un día para el otro había una oportunidad de cambiar las cosas”, dice. Estos meses para ella fueron una clase acelerada sobre feminismo y sobre derechos de salud reproductiva. Aprendió la diferencia entre despenalizar y legalizar, conoce los detalles de la Ley de Educación Sexual Integral y en una discusión puede explicar por qué la maternidad forzada es considerada tortura por el Comité de las Naciones Unidas: “Siento que la confusión y la ignorancia hacen mucho daño y este es un momento de mucha ignorancia y está bien aclarar los puntos, porque finalmente hacen a la ley”.
Florencia Freijo habló con ella por primera vez cuando Dolores le respondió a una historia de Instagram. Politóloga y feminista, Freijo fue la primera en sentarse en el estudio de Intrusos para hablar sobre violencia y desigualdad de género con Jorge Rial y su equipo, e inauguró así una semana corrida de entrevistas que el periodista hizo con referentes del feminismo en los medios de comunicación. En esas charlas, lo que a ella le llamó la atención fue el interés de Dolores por informarse, por tener más y mejores argumentos para defender una postura a la que, de movida, había adherido para defender el que para ella es el principio más importantes: la libertad. “Dolores en ningún momento salió a repetir slogans, no se quedó en lo superficial de las consignas a favor de la legalización sino que profundizó en legislaciones de otros lugares del mundo, en cuestiones filosóficas que tienen que ver con la emancipación del derecho de las mujeres sobre sus cuerpos y en la creación de un espacio de militancia transversal con diputadas, comunicadoras y con militantes”.
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Durante el tratamiento en Diputados, Actrices Argentinas fue parte del cabildeo a favor de la ley. Armaron una comisión de Enlace Parlamentario y se adentraron en un territorio que para todas ellas era desconocido. Aprendieron las reglas: circulaban por el anexo de Diputados, hacían llamadas, pedían reuniones, tejían redes con otras organizaciones, pulían argumentos, esperaban tomando café entre visita y visita a los despachos donde aceptaban recibirlas. Con otras compañeras, Dolores participó en reuniones en las que terminaron llorando a la par de actrices y diputados que después, de todos modos, votarían en contra. Para ella, “ir a convencer a un diputado que está en contra es una de las peores cosas que te pueden pasar, es como hablar con una pared”. Pero no es tiempo perdido, hay que hacerlo, explica convencida: “Es parte del proceso, porque logres o no que esa persona vote a favor de la ley, ese trabajo está hecho”. La madrugada del 14 de junio lo iba a comprobar.
Fueron meses intensos, en los que de repente se hizo amiga de periodistas, diputadas y escritoras a las que no conocía y en los que se encontró en lugares nuevos con personajes con los que antes nunca se hubiera cruzado: participó en charlas organizadas por centros de estudiantes, debatió con el periodista Mariano Obarrio, opositor al proyecto, en un programa de televisión, fue parte de una reunión con la vicepresidenta Gabriela Michetti y conoció de cerca la rosca y las negociaciones de la política que no sorprenden a quienes siempre caminan el Congreso pero que a ella la amargan profundamente. “Es mucho esfuerzo, porque no solo tenés que lidiar con los malos”, dice Dolores. “Todo el mundo está en una”.
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El debate en el plenario de comisiones en la Cámara de Diputados duró dos meses. Por el recinto del Anexo pasaron más de 700 expositores y expositoras que se manifestaron a favor y en contra del proyecto de IVE. Durante esos dos meses a Dolores le costó dormir, se olvidaba de comer. Combinó el activismo por la legalización con su trabajo filmando una película en Uruguay. Viajaba a grabar dos, tres días y volvía. Aprovechaba los viajes en barco para tuitear y coordinar acciones con sus compañeras de Actrices Argentinas.
El último día de las exposiciones habló ella. Para preparar su discurso repasó textos que le habían interesado, apuntó frases que había escuchado decir a sus amigas, releyó materiales que le había pasado Freijo. Con ella se juntó en su casa una tarde para poner en orden ciertas ideas. Armó un texto y lo hizo circular entre personas de confianza para que lo corrigieran. En el medio de ese proceso, el 29 de mayo, dos días antes de su turno, expuso en el Congreso Ofelia Fernández, la ex presidenta del Centro de Estudiantes del Colegio Carlos Pellegrini. Después de verla, un día antes de su exposición, Dolores cambió todo. El texto original que había armado era muy distinto. Apelando a su oficio de actriz, había preparado un monólogo en primera persona sobre un aborto. Pero con el correr de las exposiciones entendió que muchas mujeres ya habían dado su testimonio y sintió que ese enfoque, en su boca, ya no tenía tanto sentido. Entonces, dice, decidió centrarse en ella, tratar de ser honesta: contar cómo y por qué había llegado hasta ahí. Su discurso duró unos siete minutos, el tiempo reglamentario para cada exposición, y terminó con un pedido entre lágrimas: “A los que están indecisos o en contra, les pido que se permitan desconfiar de ustedes mismos. Desconfíen de sus creencias. Es cierto que pueden hacer de la Argentina un país más justo, un país mejor. Tan cierto como que tal vez nunca vayan a ocupar un lugar de mayor relevancia que este. Es ahora, es esta ley, son ustedes y es la historia. La de todo un país y sus mujeres. Y si es una cuestión de fe: las mujeres somos la religión en la que tienen que creer. ¡Créannos!”
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Cuando nació Dolores, el 19 de julio de 1978, su abuela materna ya hacía tiempo que había roto con los mandatos, se había separado de su abuelo y se había convertido en asistente social. “Ella es la genia de la familia porque siempre hizo lo que quiso, pudo tener una carrera y separarse de mi abuelo cuando eso era casi imposible”, cuenta. La historia de su abuela explica, en parte, por qué hoy es feminista. “Sin querer, dentro de una familia machista, conservadora, tengo ejemplos que a mí me han amparado, que son las mujeres fuertes de mi familia que aunque no estén deconstruidas del todo (se ríe) son ejemplos de mujeres por los que yo siempre me sentí amparada”.
“En mi época mis amigas se iban a Europa”, le dijo su abuela hace poco, cuando hablaron del tema. Fue ella quien la llevó a estudiar teatro a los 12 años, cuando Dolores ya tenía claro que quería ser actriz. Debutó en televisión poco después, a los 19, en La nena, y al año siguiente se convirtió en Clara Vázquez, una de las malas de Verano del 98. Con ese papel se hizo conocida y nunca más dejó de trabajar: hizo cine con Marcelo Piñeyro, Luis Ortega, Marcelo Bielinsky, entre otros. Con el actor mexicano Gael García Bernal tuvo a Lázaro en 2009 y a Libertad en 2011. Hoy está en pareja con el director Santiago Mitre, con quien trabajó en La cordillera y en la remake de La patota, que cuenta la historia de Paulina, una trabajadora social que queda embarazada de una violación en Misiones y se enfrenta a su padre cuando decide –es decir: elige– que no va a abortar.
“Para mí todo esto se trata de tomar los privilegios del rol que ocupo en la sociedad y usarlos con responsabilidad, para romper con las estructuras que nos oprimen. No podría haber hecho otra cosa, no sé por qué, no sé cómo explicarlo, es como que me pregunten por qué soy actriz, es tan inherente a mi manera de ser que no se bien el porqué”, dice para tratar de explicar por qué la pelea por el aborto legal la atravesó como lo hizo. “Me atravesó, supongo, porque puedo hacer algo con eso. Se unió el hecho de que la puerta al debate estaba abierta con la posibilidad de juntar y organizar mujeres desde mi rol de ciudadana, actriz, mujer por una causa que me atraviesa porque siento que la injusticia que genera que esa ley no salga es mucho más grande que cualquier angustia, tristeza, lo que sea que me pueda pasar. Yo estoy a favor de la libertad, y la libertad tiene que ver con que nadie, ni el Estado ni ninguna institución, tiene derecho a decidir sobre las personas”.
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El 3 de junio de 2015, día de la primera marcha de Ni Una Menos, Dolores estuvo haciendo fotos con la fotógrafa Nora Lezano, a propósito del estreno de La patota, en un estudio cerca de la Avenida de Mayo. Atardecía y, aunque eran los últimos días del otoño, el clima era primaveral. Bajó y la multitud la emocionó: sabía que ese día se hacía la marcha y de repente, sin planearlo, estaba, dice ella, “en el medio del meollo”.
La patota se estrenó quince días después, los premios Platino llegaron un año más tarde. Y mientras todo eso pasaba, el movimiento de mujeres en la Argentina se hacía más y más fuerte. No nació ese 3 de junio –lo demuestra una tradición de 30 años de Encuentros Nacionales de Mujeres–, pero desde ese día sí fue cada vez más popular y masivo. “El movimiento de mujeres es la primera vez que tiene tanta visibilidad. Y en parte eso es gracias a las actrices”, dice Florencia Freijo. Para ella, son varias situaciones que convergen para que hoy las actrices estén en los medios hablando de feminismo: “Primero, que ellas además de actrices son mujeres que han vivido la violencia sobre sus cuerpos, sobre todo en el ámbito mediático, donde constantemente se las ha cosificado. Y la irrupción del movimiento Ni Una Menos fue acompañado de periodistas muy públicas y actrices; eso fue generando las raíces para que ahora sean ellas las que se cargaran lo popular con respecto a la lucha por la legalización del aborto”.
La primera de esta generación en hablar del tema fue Muriel Santa Ana, cuando contó su propia experiencia con un aborto clandestino. A Dolores la impresionó su valentía para decir lo que hasta ese momento nadie se animaba. Juntas fueron a Rosario unos días después de la media sanción, para conocer cómo la ciudad santafesina pone en práctica un sistema de interrupción legal del embarazo que cumple con las causales de aborto no punible que el Código Penal argentino establece desde 1921. Acompañadas por Victoria Donda, recorrieron centros de salud, conversaron con profesionales y terminaron el día con una charla debate en un teatro rosarino. “Rosario es el ejemplo claro de que la ley es aplicable”, explica Dolores. “Ir allá era un poco cerrarle la boca a todos los ignorantes que son legisladores votados por nosotros y no tienen ni idea de que hay una manera sana de que suceda esta ley. Sana en el sentido de bajo costo, con cero muertes por aborto clandestino. Si el sistema de Rosario se extendiera al país, la ley se podría aplicar ya”.
Después de ese día maratónico, decidió guardarse, parar un poco, silenció algunos chats, se salió de otros, necesitaba descansar, preparar a sus hijos para unas vacaciones, reconectarse con el trabajo y estar lista para el segundo round, en Senadores. “Todo esto es emocionante y fue emocionante la media sanción, lo único que yo hago ahora es resguardarme porque hay mucha gente a la que no le gusta que una le ponga voz a cosas”, dice. Igual, del agite en Twitter no se bajó nunca.
Los últimos días de julio, un conversatorio en el que participó en Corrientes tuvo que cambiar de sede varias veces porque todas, aunque señadas, cancelaron sin previo aviso. El viaje a Corrientes fue su vuelta al ruedo después de Rosario, aunque ya unas semanas antes había vuelto a todos los chats en los que cranea acciones con sus compañeras de Actrices Argentina. Todas juntas, el 30 de julio hicieron una conferencia de prensa junto a Marta Rosenberg, una histórica de la Campaña, en el Teatro Cervantes, que ese día amaneció empapelado de afiches de organizaciones anti-aborto legal. A una semana de la votación en el Senado, la agenda de Dolores y sus compañeras está tan llena como la de todo el agite feminista.
“Para mí todo esto", dice sobre su activismo, "se trata de tomar los privilegios del rol que ocupo en la sociedad y usarlos con responsabilidad, para romper con las estructuras que nos oprimen".
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–Che, Dolores, nosotras tenemos que estar ahí adentro trabajando también. Podríamos entrar más tarde, ¿no?
La que hizo la propuesta fue la actriz Alejandra Flechner. Lo tenía en la cabeza hacía rato: con otras actrices ella es parte de la comisión de Enlace Parlamentario y había seguido de cerca el poroteo por los votos. Con un grupo grande de compañeras de Actrices Argentinas estaban afuera del Congreso desde temprano, formando parte de la vigilia que desbordó las calles del centro el 13 y el 14 de junio.
–Vamos ahora –respondió Dolores. Era casi medianoche y helaba.
Empezaron a mandar mensajes de WhatsApp a sus contactos adentro: periodistas, asesores y asesoras, diputadas. Se sumó Julia Amore, también parte de AA, y entraron.
El clima en Pasos Perdidos era tenso pero optimista. Dolores se cruzó con Florencia Freijo, que estaba ahí desde el comienzo de la sesión. Tuiteaba sentada en el piso mientras cargaba su teléfono. A esa hora, todavía faltaban casi diez horas para la votación.
Dolores se acercó a los palcos del recinto y notó que muchos de esos diputados y diputadas con los que se había reunido registraron su presencia: para eso, pensó, habían servido también las reuniones. Flechner también lo percibió: ellas sabían quiénes eran los indecisos, quiénes no, y estar ahí era parte del trabajo que había que hacer. Aún sin hablar, estaban diciendo algo.
Con el correr de la noche la situación se complicó: los números no daban. “El bache de 3 a 7 de la mañana fue un infierno. La gente lloraba, mucho bajón, el tironeo de las políticas internas, que ganamos, que perdemos, la desazón. Y después laburar, laburar sin parar rosqueando, con los teléfonos enchufados a la pared, la gente tirada en el piso, gente que se tapaba y dormía 15 minutos”, recuerda Dolores.
Y de repente, después de las 5 de la mañana, se prendieron las cámaras porque empezaban los noticieros. Se puso a dar notas, dice, sin parar. A todos los que le pidieron. Afuera miles –cientos de miles– de mujeres, muchísimas adolescentes, agitaban un acampe feminista con fogatas y frazadas y reposeras.
Durante un par de horas, Dolores habló con periodistas de todos los canales: tenía un saco verde y una gema de plástico verde pegada en la frente, un tercer ojo abortero y brillante. En los videos de ese día se la nota cansada y habla seria, desafiante, con el pelo atado en una cola que dejaba suelto su jopo de rulos. En todas las notas dice más o menos lo mismo: que hay un millón de chicas en la calle, que es una irresponsabilidad dejar fracasar el proyecto.
A las 8:11 de la mañana el pampeano Sergio Zillioti anunció en Twitter que Melina Delú y Ariel Rauschenberger, los otros dos diputados peronistas por La Pampa, iban a votar a favor. Con eso, el resultado se dio vuelta. Alguien –ya no se acuerda quién– se acercó y le dijo “¡ganamos!”. No podían festejar hasta que no se hiciera la votación, todavía había tiempo para otras sorpresas, pero en las notas que dio desde ese momento, su cara ya era otra.
Lo logramos! Les amo. [R][R][R] @actrices.argentinas y a todas las pibas del mundo mundial.
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Casi dos horas más tarde, a las 9:51, el tablero en el recinto mostraba el resultado final: 131 votos afirmativos contra 123 negativos. Un rato más tarde, salió caminando con un grupo grande de compañeras por la avenida Callao, para desayunar en una pizzería. Era el primer rato de alivio, para todas, después de tres meses intensos de trabajo y para ella fue como una inmensa presión liberada en segundos. Un momento de gloria. “Nunca había vivido algo así”, dice ahora, cuando falta muy poco la sesión en Senadores y el escenario es mucho más adverso. “Fue muy hermoso. Estábamos todas ahí y todas por lo mismo, eso es espectacular. Te sentís menos sola y eso es lo más emocionante de todo”.
Dolores sabe que lo que armaron en estos meses con Actrices Argentinas es poderoso y que puede ser una buena plataforma para encarar otras peleas, un cauce para que el poder que les da la popularidad traccione a favor para generar algunos cambios en la sociedad, pero esa es una carga que por momentos a ella –una “púber política”– le resulta algo pesada: hoy siente que no puede hacerse cargo de toda esa potencialidad. No está en sus planes extender su militancia a otras cuestiones que no tengan que ver con esta cuestión. “A mí lo que me importa es la ley”, insiste. “No me importa qué piensen de mi accionar, no me interesa nada más que que salga la ley en este momento. Después de que salga tendremos tiempo de depurar teorías sobre el feminismo y debatir en qué feminismo te sentís más representada y en cuál no, pero yo ahora lo único que sé es que sería terrible que no salga. No solo para nosotras, mujeres, sino para el país”.
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