Divididos copó Córdoba
Con un multitudinario concierto, inauguró el Orfeo Superdomo
En estos días de euforia basquetbolística, la presentación del nuevo álbum de Divididos en el flamante Orfeo Superdomo de la ciudad de Córdoba sirve para trazar paralelismos entre las proezas del seleccionado argentino y el show de la banda de Ricardo Mollo, Diego Arnedo y Jorge Araujo.
Motivos sobraban para acercarse a las sierras. A la presentación oficial de "Vengo del placard del otro" se le sumaba la inauguración de un imponente estadio cerrado, con capacidad para 10.000 personas, que además de albergar, de aquí en más, a las bandas más convocantes será una de las sedes del próximo Mundial de Voleibol.
Divididos contó con la banda local Natural como telonera. Natural fue la ganadora de una convocatoria realizada por la productora del concierto, Perro Records. A las 21.30, salió a hacer lo suyo, acompañada por un público que ya a esa hora había copado buena parte del estadio. Cerca de las 23, cuando el trío de Mollo salió a escena, más de 5000 personas ocupaban el aún fresco Superdomo cordobés.
Habrá que olvidar para siempre el apelativo de aplanadora del rock -a pesar de que los cantos de la gente se basan justamente en ese calificativo- si se quiere ser justo, y analizar los matices de una banda que empezó su trayectoria como power trío y que hoy, luego del quiebre que significó "Narigón del siglo", se muestra interesada en seguir progresando, en experimentar con nuevos instrumentos, ya sea agregando percusión folklórica a algunos temas o plantando, en algunos pasajes, un quinteto, con los guitarristas Alambre González y Tito Fargo en calidad de invitados.
"Vengo..." no es un trabajo "para llegar a", sino una obra acabada, compleja y con un sentido de apertura que supera a su antecesor. Por el lado de la emotividad pasa buena parte de la fórmula, y en las palabras de Mollo hay más que un indicio. "Gracias por disfrutar en comunión de esta música que no es violenta, es energética. Esto es rock, bueno, si es que a esta altura podemos llamarlo rock."
Máxima atención
Tras arrancar con tres clásicos ("Salir a asustar", "Capo capón" y "Nene de antes"), Mollo entonó por primera vez las estrofas de "Ay, qué Dios..." El clima de máxima atención para este tema nuevo, aún desconocido por la mayoría, se repetiría en "Casitas inundadas", "Pepe lui", "Miente el after hour" y en cada una de las novedades presentadas por el trío como "nuestros pequeños hijos". Estaba claro que los pasajes más calientes del show iban a ser los de siempre, los protagonizados por "Tomando mate en La Paz", "El arriero", "Paisano de Hurlingham" y el final, tras más de dos horas y media de show, con "Ala delta", "El 38" y el infaltable popurrí de Sumo.
Promediando el concierto, a la carga emotiva de los estrenos se le sumó una versión sin desperdicios de "Despiértate nena", de Pescado Rabioso, también incluida en "Vengo..." "Dedicado a Luis Alberto Spinetta y Black Amaya, sus creadores", dijo a modo de preámbulo Mollo, y enseguida arrancó con una versión a lo Hendrix del tema. Luego, y sin pausas, vendría un delicado pasaje reggae con la guitarra invitada de Tito Fargo ("Como un cuento"), que siguió en escena para hacer "Pepe lui" y "El burrito" y "Par mil", ya con el otro invitado, Alambre González. Después de esto, Mollo, Arnedo y Araujo tranquilamente pudieron haber empezado a despedirse, pero la fiesta estaba en sus planes y de ninguna manera el show del viernes debía quedar en el recuerdo como uno más.
Divididos sostu vo la idea de no privar a la gente de lo que pide. Es decir, todos esperaban escuchar esa versión cruda de "El arriero", de Yupanqui, que ya es marca registrada del trío, así como "Cielito lindo", "Ala delta", "El 38" y el cierre, siempre con sabor a tributo, con un popurrí de Sumo.
Nadie se animó a pedir más, nadie se atrevió a no hacer otra cosa más que aplaudir a esos tres tipos con un extenso prontuario de rock en sus venas, que se animaron a ir más allá de los alcances del género, a bucear en el interior para sacar un disco (un milagro en sí mismo en este 2002) de esos que se disfrutan en el living de casa, pero también entre 5000 almas, como para demostrar que algunos códigos todavía valen la pena ser reeditados. La música puede salvarnos, y al menos por un tiempo en la noche cordobesa del viernes Divididos cumplió con ese cometido.