Diego Lerman: "Siempre que hago una película quiero probar algo nuevo"
El director de Refugiado, que se estrenó el jueves, explica cómo fue filmar sobre violencia doméstica, y adelanta proyectos
Luego de su paso por el Festival de Cannes y de ser declarada "de Interés Cultural" por la Legislatura porteña, llegó a las salas de todo el país Refugiado, cuarto largometraje de Diego Lerman, el director de la elogiada La mirada invisible. La película, que tuvo un lanzamiento importante (más de veinte copias distribuidas en salas de todo el territorio nacional), es protagonizada por Julieta Díaz y Sebastián Molinaro, un chico de 7 años. Su eje principal es la violencia doméstica: una madre embarazada y su hijo deben dejar el modesto departamento en el que viven, ubicado en un gris monoblock de un barrio periférico, debido a la amenaza que representa un padre que suele perder los estribos y golpear a su pareja.
Las estadísticas del problema en la Argentina son tan asombrosas como preocupantes: de acuerdo con distintas organizaciones que trabajan en torno al tema, hay un caso de femicido cada tres días, y el 46,5% de las mujeres golpeadas sigue conviviendo con su agresor.
Lerman define su nueva película como "una road movie doméstica con elementos de thriller" y asegura haber puesto el foco "en el viaje de una madre y un hijo que tiene los condimentos de una fuga a partir de una situación de violencia". Para él, "este viaje en busca de un refugio es impredecible, lo que lo torna dramático. Durante la preproducción de la película -revela-, me involucré con unas cuantas mujeres que vivieron situaciones de violencia doméstica. Hicimos muchas entrevistas, algunos seminarios y trabajamos con gente especializada en el área que incluso aparece en la película. Esto ocurre diariamente y no sólo en la Argentina, es también un problema en muchísimos otros países. Es una película de búsqueda, y esa búsqueda tuvo que ver con lograr cierta estructuración en el trabajo con elementos impredecibles. Trabajar con un niño en cine es algo bastante impredecible".
-Y el rol de Julieta Díaz para contener al chico durante el rodaje habrá sido importante.
-Sí, fue clave. La conocí trabajando en una serie que se estrenará el año que viene, aparentemente en la TV Pública. Se llama La casa y cuenta la historia de una misma propiedad entre 1920 y 2040, todo lo que va ocurriendo en ese lugar con el paso del tiempo. Cuando la contacté para Refugiado, ella había rechazado algunas ofertas de la televisión. Y nos pusimos a trabajar de inmediato. Su entrega fue muy importante. Este trabajo se corría bastante de lo que venía haciendo y representó una demanda emocional fuerte para ella, pero se puso al servicio de la película desde el primer día. Estoy muy agradecido por el riesgo que tomó. El clima de rodaje contrastó bastante con lo denso de la historia que filmamos, tengo un recuerdo muy grato de este rodaje.
-Es muy diferente el trabajo en la tele y en el cine, ¿no?
-La televisión es un medio con sus propias reglas, con sus propios tiempos. Eso impone cierta lógica que repercute en los actores. Pero me parece saludable que haya actores que puedan ir del teatro a la tele, como está pasando mucho ahora, y de la tele al cine. Lo mismo para nosotros, los directores. Hacer la serie La casa fue una experiencia fabulosa. Los pensamos como trece mediometrajes, con ese nivel de detalle.
-Filmaste películas muy distintas. ¿Creés que de todos modos tenés un estilo como director?
-Siempre que encaro una película quiero probar algo nuevo, aún con el riesgo que eso implica. Ése sería mi estilo, si se quiere. Me estimulan los desafíos. Como director me interesa correrme de los lugares ya probados, de lo que se espera de mí. También hay que tener en cuenta que filmo cada cuatro años. Si hubiera filmado más seguido, creo que habría películas de transición. Pero es difícil filmar en la Argentina, hay mucho espacio entre un proyecto y el siguiente. En algún momento, de hecho, pensé en dejar de hacer cine.
-¿Por las dificultades para producir?
-Sí. Dije "me pongo mi propia productora o me dedico a otra cosa". Sobre todo por cómo me interesa hacer cine a mí. Probé con el teatro y me fue bien, pero igual terminé fundando una productora que me permite laburar con mucha autonomía y además colaborar con otros artistas. Este año produjimos Mi amiga del parque, de Ana Katz, y ya presentamos un work in progress de esa película en el último festival de San Sebastián. También nos asociamos en la producción de dos películas colombianas: Porfirio, que estuvo en Cannes, y Los hongos, que se exhibió en Toronto.
-¿No es más fácil producir ahora que cuando empezaste?
-Los contextos son distintos, me cuesta comparar. Cambió la tecnología, ya no hace falta gastar la plata que demandaba el fílmico. Y hay más escuelas de cine, eso es positivo. Pero también cosas muy complicadas: la distribución y la exhibición, sobre todo. Hay que encontrar un circuito para todas las películas que se producen. El Estado debería garantizar un espacio razonable para la producción nacional.
-¿Te sirvieron las experiencias que hiciste en el teatro para tu trabajo en cine?
-Toda experiencia te sirve. Yo trabajé vendiendo libros y obras sociales y eso tambien me sirvió. Arranqué a estudiar teatro y cine al mismo tiempo. Estudié con Ricardo Bartís y conocí ahí a las actrices de mi primera película, Tan de repente. Posiblemente haga una nueva obra el año que viene. Son dos actividades que de algún modo se retroalimentan.
-Fuiste presidente del jurado de una sección del Festival de Venecia. ¿Cómo te fue?
-Había estado en el festival en 2006 con Mientras tanto, mi segunda película, y quedó una relación armada. Fue un halago que me llamaran. Era la primera vez que daban este premio. La sección se llama "Jornadas de los Autores-Venice Days", es similar a la Quincena de los Realizadores Cannes. Ganó una muy buena película, Retorno a Ítaca, del francés Laurent Cantet. Después, está claro que los premios tienen siempre un aspecto arbitrario. Se cocinan de una manera subjetiva, son puntos de vista... Obviamente, abren puertas. Pero una película no es mejor o peor porque gane un premio ni porque sea incluida en un festival.
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