Diego Frenkel, el robot sentimental y un show de replicantes donde gana el cuerpo
Nueva escala para “Frenkeltronic”, los domingos, en Fundación Cazadores: un mix de música electrónica y danza, con expresiones y temáticas más contemporáneas imposible
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“Soy como un robot sentimental/ puedo controlar mis emociones/ puedo deslizarme sin caerme, y puedo mirar y no mirar”, se expresa Diego Frenkel entre las máquinas, a un lado del escenario, blanco como un laboratorio, que cohabita con un par de bailarinas-androides: los cuerpos desnudos, la misma altura, las dos como salidas de una idéntica matriz. “Puedo controlar lo que me pasa”, sigue hablando unos versos más adelante este robot al que le pasan cosas. La escena corresponde a Frenkeltronic, performance que lleva al plano físico las canciones de un álbum de electrónica que como nueva exploración de su recorrido solista el líder de La Portuaria lanzó hace un tiempo, pero que recién ahora -después de algunas versiones anteriores- logra poner en un mismo plano, entretejidos, danza y música.
Difícil determinar si concierto u obra -no hace falta-, después de una temporada en el Centro Cultural Recoleta esta estimulante propuesta se presenta en el espacio de la Fundación Cazadores, en Chacarita. Un buen plan para cerrar el fin de semana, cuando cae el domingo: al cabo de casi una hora sentados en el piso o sobre unas gradas, sin poder sacar los ojos de encima al más mínimo movimiento de esos cuerpos (como puede ser la reverberación de un párpado), alimentados por el groove de temas que hablan de “Shock” y de “Anestesia”, es decir, después de contener la respiración a la par de esos humanoides de cuatro patas, habrá un momento para bailar.
Pero hasta tanto, Frenkeltronic -nombre de experimento y marca de autor, a la vez- mostrará su derrotero de cuerpos fríos y distantes, deshumanizados, que sin embargo no hacen otra cosa que hablar de nuestra contemporaneidad. “Al final ganan los cuerpos”, dice Frenkel, en diálogo con LA NACION, después de la función del domingo pasado. “Esto empezó como todo: con un soplo, con un enamoramiento, algo circunstancial que devino en un disco de canciones electrónicas que salió en 2019 [está disponible en Spotify]. Mientras estaba desarrollando el disco, entendiendo que para mí Frenkeltronic era como un semijuego, una entidad paralela o un álter ego surgido del mix entre lo virtual, lo cyborg, la cibernética y cierta fantasía, pensé que tendría que tener una forma artísticamente interesante de ser presentado. Enseguida empecé a soñar con la idea del sincretismo entre performance, danza y música”, cuenta sobre el formato.
Frenkel había visto entonces Coreomanía, no puedo parar, frenética creación de Josefina Gorostiza, a quien fue a buscar en pos de formar un equipo, que integra con las bailarinas Carla Rímola y Victoria Delfino. Si al comienzo logró un show híbrido, finalmente el ensamble se volvió orgánico, logrando que las disciplinas (música electrónica y danza) se encuentren, aun cuando los intérpretes físicamente mantengan la distancia. Ellas son sus “replicantes”, a lo Blade Runner, alusión que Frenkel trae y es imposible no reparar en el efecto sonoro que produce la palabra que elige para hablar de estos humanoides: seres con una resistencia física, elasticidad y tolerancia más allá de lo aparentemente posible o razonable. Todo el imaginario hace link con “el encierro, la alienación, la falta de contacto, el presente. Temas incluso atravesados por las letras, la ciencia y la religión”, amplía. El espectáculo vuelve a la música un acto muy físico y el cantante (que aquí es como otro Batman para su Bruno Díaz, aunque su voz inconfundible lo delata) incursiona también en el movimiento con un impulso tan natural como que al final todo el público también lo haga.
Quien piense que no hay nada más humano que un desnudo, encontrará en estos cuerpos de mujer la antítesis de esa máxima. El vinílico de un vestuario mínimo tanto como un par de pezoneras que igualan las formas y eliminan cualquier efecto de sensibilidad, contribuyen a deshumanizar las figuras. A propósito, la experimentada e infatigable Carla Rímola, con un camino andado en los más arriesgados abordajes de los desnudos en la danza contemporánea -de La Wagner y La era del cuero, de Pablo Rotemberg (en cartel en el Centro Cultural 25 de Mayo) a Los ojos mudos- también señala este aspecto unificador, de lo hecho en serie. “Está la cosa de la máquina y la falla, que por momentos se escapa y te excede”, y menciona las prótesis, el halo de ciencia ficción, las lenguas y esos raros órganos externos que se ven en el video del tema “Politeístas”, que como un telón cierra la función en la pantalla gigante y explicita la transformación de la que somos fruto, desde los griegos a esta parte.
Rímola hace un tándem perfecto con Delfino, además de un solo en zapatillas de puntas para el tema “El alma en los pies” que a quien frecuente el ambiente puede parecerle haberlo visto antes. Quizá sea la confirmación de que si hay alma, hay baile. Y si hay baile, como decía Frenkel antes, al final aquí también ganan los cuerpos.
Para agendar
Frenkeltronic, de Diego Frenkel. Intérpretes: Carla Rímola y Victoria Delfino. Con iluminación y puesta en escena de Matías Sendón. Los domingos, a las 20, en Fundación Cazadores, Villarroel 1438. Tickets en Alternativa Teatral: con consumición: $ 3.500.
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