Diane está en una cita. Hace poco más de un año que enviudó y empezar a salir de nuevo con hombres no estaba en sus planes. Pero, tal vez gracias al candidato que tiene sentado del otro lado de la mesa en el restaurante con vista al mar, o gracias al vino que va desapareciendo de su copa, las cosas están yendo bien. Tanto que la hacen recordar su primer beso. La escena de Cuando ellas quieren –la película que se estrena hoy– podría ser un festival de la sobreactuación y el empalago y sin embargo no lo es, gracias a Diane Keaton . En manos de Keaton, Diane (así se llama su personaje), una de las integrantes del club de lectura en el centro de la historia que completan Jane Fonda , Candice Bergen y Mary Steenburgen, es un manojo de adorables contradicciones.
Una descripción que le cabe a muchos de los personajes que lleva interpretando en sus 48 años de carrera. Si algunos actores son célebres por su capacidad de transformarse para un rol o se reservan una o más escenas por película para demostrar su rango interpretativo –y de paso ganar algún premio–, Keaton parece existir en el polo opuesto. De hecho, los desprevenidos espectadores podrán pensar que sus personajes son (detalles más, detalles menos) siempre ella misma. Diferentes versiones de la mujer cargada de energía nerviosa, algo aturdida y bastante insegura que interpretó en Annie Hall.
Es cierto que la película de Woody Allen funcionó como el mejor lienzo para desplegar sus contradicciones y esa capacidad (aún intacta) de reírse de sí misma pero, con cada nuevo personaje que interpreta, Keaton también sumó una sutil fortaleza a su arsenal de recursos, una esencia que hace que, aunque aparente estar superada por las circunstancias, la mayoría de las veces termine por conquistarlas. O al menos por dejar una marca en quienes la están viendo batallar.
Así aparecía en la saga de El padrino como Kay Adams Corleone, la esposa del avasallante Michael que componía Al Pacino. Aunque ella –de lejos su peor crítica– lleve décadas diciendo que no entiende por qué Francis Ford Coppola la contrató para su película, verdadero clásico del cine . "De repente me metieron en ese mundo, que para mí era demasiado. Me sentía como un ciervo ante las luces de un auto, justo antes de ser atropellado. (...) Hace poco volví a ver la película y es fantástica. Esto es algo de lo que me di cuenta recientemente. Lo que demuestra lo idiota que soy", decía Keaton en 2017, cuando fue homenajeada por el American Film Institute por su trayectoria. Un honor que para muchos de sus colegas hubiera sido una fiesta y para ella se pareció bastante a "la fiesta de jubilación que nunca quise", según bromeó. Claro que, en el balance, aun para ella –gimnasta olímpica de la autocrítica– el saldo tiene que ser positivo: de Coppola a una seguidilla de comedias clásicas de Woody Allen (Sueños de un seductor, El dormilón, La última noche de Boris Grushenko) hasta llegar al punto más alto de su colaboración con el director, Annie Hall.
Inspirado en la personalidad y el estilo de su entonces novia (su nombre real es Diane Hall), Allen creó una comedia perfecta que logró el reconocimiento de Hollywood no solo para él, sino también para su musa, que en 1978 ganó el premio a mejor actriz protagónica por su interpretación de la despistada, nerviosa y tierna Annie Hall. "Cada idea, cada elección, cada decisión vino de la mente de Woody Allen", suele repetir Keaton cuando le preguntan por la película y por el personaje que la mayoría asume que no puede ser otra cosa que ella misma, usando ropa de su propio placard, un estilismo que la transformó en un ícono de la moda. Keaton es, también, una de las pocas personas que siguen defendiendo públicamente a Allen frente a las acusaciones de abuso realizadas por su hija Dylan. Una postura muy poco popular en la industria del cine y que, tal vez porque se trata de la adorable Keaton, no parece haber afectado su carrera. Al menos no tanto como haber cometido el terrible pecado de envejecer.
Espejo de una era
Aunque en las últimas décadas su carrera parece ser una colección de comedias livianas de calidad variable en las que ella siempre es lo mejor de la película–hasta frente a Jack Nicholson en Alguien tiene que ceder–, lo cierto es que en los años 70 y 80, la actriz tomó varias decisiones intrépidas para desafiar el encasillamiento.
Su papel en Reds, dirigida y protagonizada por Warren Beatty, le consiguió su segunda nominación al Oscar, mientras que películas como Donde hay cenizas, de Alan Parker y Buscando a Mr. Goodbar reflejaron los cambios en la sociedad norteamericana de la época . El signo de los tiempos volvió a aparecer en ¿Quién llamó a la cigüeña?, comedia en la que Keaton interpreta a una exitosa mujer de negocios, representante de los yuppies de los 80 que "hereda" un bebé y decide dejar su ambición y Nueva York por una vida más simple. Una elección que su personaje en Cuando ellas quieren también tendrá que enfrentar, dudando, aparentemente frágil y decidida. El combo Keaton, podríamos decir.
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