Jean-Luc Godard decía que toda película es la crónica de su propio rodaje. Y para descubrir la verdad de esa frase, este año recorrimos los titánicos rodajes de varias películas que ocupan un lugar importante en la historia del cine: por la talla creativa de los artistas involucrados, por el riesgo de sus apuestas, por la maestría de sus resultados. Repasar los mejores momentos de esas filmaciones, los más divertidos, los extravagantes o imposibles, es una forma de acercarnos a esas historias desde otro lugar, desde esa ávida curiosidad que siempre impulsa a todo espectador. Y también de encontrar la excusa perfecta para volver a ver las películas que tanto nos gustan.
Los clásicos
Recrear el tras bambalinas de los clásicos del cine es algo más que un trabajo arqueológico. Consiste en dar nueva vida a aquellas experiencias que hoy forman parte de la memoria de los cinéfilos, de los relatos de los críticos de la época, de los recuerdos de algunos obsesivos espectadores. Ofrecer una aventura escrita a través de esos rodajes llena de vitalidad aquellas películas reservadas para el pedestal, intocables por su maestría y perdurables por su indescifrable mística. El relato del rodaje de Sunset Boulevard cumple con esa misión: revelar el detrás de escena de la mejor película hecha hasta entonces sobre el mundo del espectáculo, su fama y decadencia, sus fulgurantes estrellas. Obra maestra de Billy Wilder, Sunset Boulevard también tuvo contratiempos en su montaje definitivo, escenas que inspiraban risas y fueron descartadas, actores que llegaron de casualidad, expectativas que se superaron con creces.
Algo similar pasa con Vértigo, el clásico de Alfred Hitchcock , la síntesis de ese inocultable fetichismo del director con su panteón de actrices de gélida cabellera rubia. La experiencia de ese rodaje puede ser contada como el éxtasis de un voyeur que espía desde su posición protegida aquello que le da goce, sobre todo porque es prohibido e inalcanzable. Ponerse en los pies de Hitchcock en aquel momento es habitar sus recurrencias fílmicas desde lo que ha quedado: sus películas. Pero también desandar los resquicios de su riguroso trabajo como director es vivir desde la lectura la experiencia única del quehacer de un notable realizador. En la preparación y puesta en escena de Vértigo está todo su mundo, saber sus recónditos secretos es la mejor manera de ser parte de él.
Si hay una película de la que se ha escrito de manera obsesiva e insistente esa es Lo que el viento se llevó. Junto a Casablanca ocupó ese extrañísimo podio de referentes inolvidables para los espectadores del cine. Sin embargo, los coloridos detalles de su rodaje le agregan a esa mística un costado mundano, casi familiar. Como si después de saber que fue toda una odisea adaptar la novela de Margaret Mitchell a las exigencias del productor David O. Selznick, que fue toda una aventura encontrar en Vivien Leigh el enigmático rostro de Scarlett O’Hara, y que fue todo un desafío sortear los imprevistos cambios de director, verla tuviera otro sabor secreto. Leer con avidez esos detalles nos reserva ese único lugar que tienen los que repiten de memoria sus frases y comparten los favoritismos secretos, ese que nos guarda el más rabioso de los fanatismos.
Los reiterados contratiempos que condimentaban los rodajes en los que participaba Marilyn Monroe se convirtieron en parte del folclore de Hollywood. Llegadas tarde al estudio, olvidos de la letra, largas conversaciones con sus tutores del Actor´s Studio, problemas de salud. Todas esas anécdotas hicieron un espectáculo aparte de aquel que el magnetismo de la estrella consagraba en la pantalla para la posteridad del cine. En Una Eva y dos Adanes, la interacción con sus coprotagonistas Jack Lemmon y Tony Curtis, travestidos la mayor parte del rodaje, y el veterano Billy Wilder, que ya la había dirigido en La comezón del séptimo año, fue un muestrario de esos sucesos. Sin embargo, detrás de esas curiosidades está la construcción de una de las grandes comedias del Hollywood clásico y la jugosa crónica de aquellos días existe para volver a descubrirla.
El rodaje de Cleopatra fue algo así como el naufragio del Titanic, pero en el corazón del mismo Hollywood. Tenía todo para el éxito y resultó el más estrepitoso de los fracasos. Los detalles de esta aventura permiten entender lo que la llevó a poner en riesgo el destino de un estudio de la fortaleza de la Fox, a herir de muerte a un género como el épico que había reinado en los tardíos 50, y a convertirse en uno de los grandes fracasos de la ambición de Hollywood. Además, en su filmación se esconden los chismes del romance entre Elizabeth Taylor y Richard Burton, las extravagancias de la emperatriz del Nilo que contagiaron a la estrella de ojos violeta, y los escándalos, enfermedades y accidentes que sacudieron a esa loca aventura. Las cifras de su presupuesto y el pobre rendimiento en taquilla son apenas algunos datos de esa jugosa crónica que no hay que perderse.
Las aventuras del futuro y la animación
Stalker no solo fue la última película que Andrei Tarkovski filmó en su amada madre patria sino aquella que cambió el panorama de la ciencia ficción para siempre. La crónica de su rodaje adquiere así una insoslayable dimensión filosófica: detrás de su tempestuosa batalla con la censura soviética, que minó definitivamente la salud y el espíritu del director, se alojaba el germen de su perdurable influencia cultural, literaria y cinematográfica. Entender qué fue aquella misteriosa zona de exclusión teñida de rabiosos colores es lo que siempre se disgrega como certeza en la película del teórico y director ruso más importante de la segunda mitad del siglo XX. En esa cíclica reflexión sobre motivos visuales y metáforas políticas se alojan los interrogantes sobre el sentido de la obra, los desastres de un rodaje en interminables etapas, la intromisión de la productora Mosfilm y finalmente el mágico resultado de una película que representó el sentido de aquella famosa idea que Tarkovski llevó hasta las últimas consecuencias: lo más importante para un artista es ser capaz de sacrificarse para ejercer su arte.
Un viaje hacia su casa natal fue el destello que encendió la imaginación del productor Bob Gale para gestar el monumental inicio de la saga Volver al futuro. ¿Quién lo hubiera pensado? Ese arduo recorrido entre estudios y productores que ocupó parte de la década de los 80 para lograr llevar a la pantalla uno de los íconos de la cinefilia popular es el alma de la crónica de su detrás de escena. La insistencia del director Robert Zemeckis, las precisiones para definir ese universo visual, la participación de Steven Spielberg y la llegada a último momento de la estrella televisiva en ascenso, Michael J. Fox, son las claves de ese relato que resultó toda una aventura en espejo con la que agitaba la pantalla.
El detrás del rodaje de El extraño mundo de Jack, el clásico de Tim Burton , nos revela cómo una idea de infancia puede convertirse en un hallazgo cinematográfico. Los devaneos infantiles sobre la posible invasión de la oscuridad de Halloween a la colorida celebración de la Navidad dieron a Burton el germen de un éxito que maceró durante varios años. De un libro infantil a un especial para la televisión, el trasfondo del famoso rapto de Papá Noel a manos de Jack se fue moldeando en la cabeza de su creador al calor de sus éxitos como director y sus ambiciones como artista plástico. Saber cuál fue ese camino es lo que la fascinante historia de su gestación y rodaje puede revelarnos.
Historias de terror
El exorcista fue una de las grandes películas que alumbró el Nuevo Hollywood en los años 70 y la que completó la forma definitiva del terror satánico luego del impacto que había dejado El bebé de Rosemary. Pero su rodaje no fue nada fácil: embarcar al controvertido William Friedkin, director de Contacto en Francia, en el proyecto, dar forma fílmica a la novela de William Blatty, encontrar a la niña que encarnara a la posesa Regan. Esos contratiempos y hallazgos condimentan el detrás de escena de esa historia que puso al terror en la misma mesa que otros géneros, le dio taquilla y prestigio, y abrió los horizontes para el riesgo que se podía emprender desde un gran estudio.
La doble fama de El resplandor se debe a la importancia de la novela de Stephen King, uno de los escritores claves del terror del siglo XX, y al prestigio que precedía a Stanley Kubrick luego de hitos como La naranja mecánica o Barry Lyndon. La mística de esa combinación entre un complejo mundo literario y su puesta en imágenes encuentra en la instancia del rodaje los matices de esa genial alquimia. Recorrer ese proceso, desentrañar los dilemas detrás de cada decisión, conocer los intersticios que definen ese universo que resulta toda obra, es el objetivo de todo detrás de escena. Para disfrutar, para saber más, para satisfacer esa obsesiva curiosidad que todo amante del cine conserva como su íntimo anhelo.
El rodaje de La noche de los muertos vivos nos enseñó que el lugar que George Romero ocupa en la historia del cine no solo se debe a ser el inventor del manual de los zombies –su caminar lento nacido del rigor mortis, la explosión del cráneo como síntoma de su automatismo-, sino a que ratificó que el terror puede ser la mejor metáfora política gracias a que puede llevarse a cabo con pocos medios y sostenida libertad. También que la sangre puede ser chocolate líquido y la piel caída se puede representar con unas repulsivas fetas de jamón. El ingenio de Romero y su capacidad para salir airoso pese a la falta de presupuesto demostró que se puede hacer buen cine con una cámara, un cementerio y un par de muertos vivos.
El 30° aniversario del estreno de la primera película de esa interminable saga de terror que tiene como protagonista a ese juguete de mandíbula floja y ojos criminales fue la ocasión ideal para repasar los secretos de su rodaje. Chucky, el muñeco diabólico condensó la subterránea crítica al consumismo de juguetes infantiles, se convirtió en un inesperado éxito, necesitó de múltiples muñecos en su austera filmación, y consiguió apropiarse de un halo de misterio al explotar la supuesta inspiración en hechos reales. En su detrás de escena está todo lo que hay que saber de ese muñeco maldito que sacudió el cine de asesinos seriales y el porqué de su impacto que permanece hasta nuestros días.
Las comedias
La representación del sueño americano a través de una mujer de clase media baja que busca ascender en el hostil mundo de Wall Street fue el puntapié inicial de Secretaria ejecutiva en la mente del guionista Kevin Wade. Los detalles de las entrevistas a centenares de secretarias, los entretelones de la llegada del director Mike Nichols, el secreto del peinado de Melanie Griffith y la definición del andar imponente de Sigourney Weaver son los grandes momentos de la gestación de este inolvidable hito de los 80. Desmenuzar ese fenómeno que impactó en la música, en la moda y en el estilo del humor del momento es un atajo imperdible para sentir la fuerza de aquel desafío que lleva a Tess a demostrarse todo aquello que hasta entonces no creía de sí misma.
Realmente amor se convirtió en esa comedia romántica que vimos tantas veces que pareciera que ya no guarda secretos. Sin embargo, la historia detrás de su rodaje nos revela lo inesperada de esta aparición: su estreno a contrapelo de los vientos que soplaban para el género, la apuesta por un abanico de historias en un marco navideño, la combinación de estrellas consagradas y actores desconocidos, el rodaje nocturno para evitar a los curiosos. Anécdotas sobre la improvisación de algunas entrañables escenas y curiosidades sobre el origen de algunos personajes inolvidables impregnan el relato de la filmación de esas diez historias que nacieron de la inquieta imaginación del director y guionista Richard Curtis, y que convergen en uno de los infaltables clásicos de la temporada navideña.
Los superhéroes y el universo del cómic
La llegada de Superman al cine hacia fines de la década de los 70 se debió al ingenio y la perseverancia de Alexander e Ilya Salkind. La crónica nos cuenta que padre e hijo, productores aguerridos si los hubo, bregaron por llevar adelante su proyecto con la convicción de tener entre manos un éxito en ciernes. Así, llevaron adelante el rodaje de la primera y la segunda entrega en simultáneo, consiguieron la participación de actores de prestigio y pelearon por el desarrollo de efectos especiales de última generación. Y haciendo el mejor homenaje a la consagración de Hollywood como la fábrica de los sueños, el rodaje de Superman se convirtió en una odisea digna del mítico superhéroe, sacudida por los cambios de director, la presencia de Marlon Brando y el fascinante descubrimiento de que el rostro de Christopher Reeve era la encarnación del héroe kriptoniano perfecto. Uno de los mejores pasajes de la nota recuerda la controversia en torno a los derechos de Superman y cómo la película se convirtió en la demorada oportunidad para dar reconocimiento al guionista Jerry Siegel y el dibujante Joe Shuster, los verdaderos padres de la criatura.
La historia de la nueva versión de Hulk, el hombre increíble ideada por Marvel para borrar las huellas dejadas por el experimento de Ang Lee tiene a Edward Norton como su protagonistas exclusivo. Ansias de control, anhelos de profundidad psicológica, berretines de divo y otras excentricidades son el alma del jugoso relato de aquel accidentado rodaje. Cada desvío de la letra del guion para adentrarse en derivas introspectivas o reflexiones místicas ponía a los ejecutivos de Marvel en alerta, siguiendo con lupa la letra chica del contrato a ver si podían bajarle algunos de los humos a su estrella. Así, esa experiencia preñada de vacilaciones resulta el mejor prólogo para entender el destino de ese personaje en las nuevas aventuras del mundo Avengers & Co.
El rodaje de El cuervo siempre cargó con el sino de la tragedia. Que la historia del actor Brandon Lee, muerto durante esa filmación, se amalgamara con la del personaje del cómic de James O’Barr no hizo más que acrecentar ese halo de fatalidad. Descubrir esas inesperadas similitudes y asomarse al aura que envuelve a la película es la aspiración de todo relevamiento de aquella travesía. El corazón dark del héroe encontró en la augusta silueta del hijo de Bruce Lee su definitiva fisonomía. Las variaciones de ese encuentro entre imaginario y carnalidad, sumadas a los vericuetos que ofrece la tragedia de la muerte, es el fascinante atractivo de ese recuerdo.
Las extravagancias
Con Waterworld nos enteramos de las estelas catastróficas que podía dejar la ambición de un cineasta que había alcanzado premios y taquilla y que ahora iba por la gloria. La colosal aventura de Kevin Costner no solo llevó a la Universal al precipicio de la quiebra por su desmedido presupuesto, sino que derivó en el crepúsculo de la fama de la estrella, los cotilleos alrededor de sus manías y excentricidades, y el alerta para los estudios ante las exigencias megalómanas de cualquier creador multipremiado. Las crónicas sobre los mareos del equipo en alta mar, las heridas producidas por las aguas vivas, los contratiempos para mover el monstruoso decorado mar adentro y las ampliaciones en el aeropuerto de Honolulu para los traslados al continente retratan la espectacularidad de aquel desafío y permiten ver hoy aquella película maldita con nuevos ojos.
La historia de cómo un safari por Mozambique resultó la inesperada inspiración de una de las más curiosas películas de aventuras de la historia del cine puede conocerse en la fascinante crónica del rodaje de Roar. El productor Noel Marshall y su entonces esposa, la actriz Tippi Hedren, encararon la historia de un héroe de la fauna salvaje, que vive rodeado de leones y panteras en una casa en plena selva, con toda la temeridad que exigía esa declaración de principios. Entender que su exiguo presupuesto y su estética de documental de guerrilla expusieron a la familia protagonista (el mismo director y su esposa, junto a sus hijos que incluían a la actriz Melanie Grifiith) es ingresar en ese mundo de locura que captó con precisión una notable producción fotográfica de la revista LIFE. Todo eso y mucho más tiene Roar para revelarnos al seguir paso a paso -sin exponernos a mordidas y arañazos- los inquietos pasos de sus protagonistas.
El destino, o los negocios de Hollywood, llevaron a Brad Pitt en plena curva ascendente de su fama a la provincia de Mendoza para recrear allí la historia de Heinrich Harrer en el Tíbet. La llegada del rubio fenómeno del momento a tierra argentina fue toda una revolución y los vaivenes de ese rodaje local trascendieron el destino de Siete años en el Tíbet, película dirigida por Jean Jacques Annaud. Esa filmación tiene para estas tierras algo de diario íntimo, algo así como la mezcla impensada de los contratiempos que puede tener cualquier producción de semejante envergadura, con los chismes que solo resultan jugosos cuando se comparte esa fortuita localía. Los mejores momentos resumen desde cómo la Argentina apareció en el radar de Hollywood hasta el anecdotario detrás los viajes de Gwyneth Paltrow, la entonces novia de Pitt, con provisiones y películas en VHS hasta lo que ella imaginaba como el fin del mundo.
Las grandes epopeyas
El rodaje de Fitzcarraldo quedará en los anales del cine como una de las odiseas más temerarias de las que se tenga memoria. Imaginada por el alemán Werner Herzog como un espejo de la aventura de su demencial protagonista, la decisión de internarse en la selva amazónica, construir un pueblo propio, pelearse con los nativos, soñar con matar a Klaus Kinski y filmar la travesía de un imponente barco al son de la voz de Caruso fueron solo algunos hitos de esa notable epopeya. Conocer sus fascinantes delirios es toda una aventura para disfrutar después de ver la fascinante película que su genio nos ha dejado.
La gestación de Taxi Driver no pudo haber sido más fortuita. Sin embargo, fue la película que consagró a Martin Scorsese como uno de los grandes nombres del Nuevo Hollywood y marcó su alianza con el guionista Paul Schader (colaborador también de Toro salvaje y Vidas al límite), que entonces pasaba uno de los momentos más críticos de su vida. De esa imaginación afiebrada sobre un taxista mesiánico y la pintura única de una ciudad en permanente ebullición nace ese clásico de todos los tiempos. Los secretos del rodaje nos desnudan los dilemas de esa puesta en escena, las decisiones de cómo dar vida a ese mundo, y el trasfondo de esa mítica colaboración que marcó toda una época.
Conocer la gestación de las famosas frases de Apocalypse Now es la mejor entrada para la dimensión legendaria que asumió con el tiempo su rodaje. Desde "el horror, el horror" pronunciada por Marlon Brando en las profundidades de la cueva que lo albergaba como un dios en vida en la selva, hasta la famosa declaración de su director Francis Ford Coppola de que su película no era sobre la guerra de Vietnam sino que era Vietnam. Ese muestrario de declaraciones y de accidentes que escalonaron ese prolongado tiempo de filmación es el mejor espejo para descubrir la vigencia que la película conserva hoy en día.
Luego de esa arriesgada aventura en la selva filipina, Coppola se internó en una nueva hazaña. Esta vez suponía la creación de su propio estudio y la revolución de un género del que había sido un fascinado cultor: el musical. La historia del rodaje de Golpe al corazón tiene un halo agridulce porque fue el golpe de gracia para la megalomanía del director y el punto final a su anhelo de conquistar Hollywood. Pero detrás de ese fracaso que lo llevó a toda una nueva era de películas de encargo, estaba la radical temeridad que resultó ser el rasgo único de su personalidad. Entender lo que Coppola significó para el cine, desde la saga de los Padrinos hasta su rol como temerario productor, puede verse en los pormenores de aquella travesía entre las paredes de un estudio de Hollywood.
Por último, el lugar que ocupa Heaven’s Gate en la historia del cine es el de un punto final. El que selló la suerte de la libertad creativa y los permisos presupuestarios que definieron al Nuevo Hollywood. Ese nuevo cine que se adueñó de los estudios durante los 70 se estrelló de manera estrepitosa contra el fracaso a comienzos de los 80. El cómo Heaven’s Gate fue la materialización de ese choque definitivo es lo que puede descubrirse en el relato pormenorizado de su alucinado rodaje. Allí se alojan todos los logros y los vicios de una época, las megalómanas conquistas de toda una generación, el ostracismo del director Michael Cimino, la trunca carrera en Hollywood de Isabelle Huppert . Como un fascinante via crucis, ese viaje es aquel al que todos nos queremos asomar aunque sepamos lo que nos espera a la otra orilla del camino.
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