El atribulado protagonista literario adquiere algunas cualidades que remiten al scandinoir del original y domina una Washington D. C. convertida en una caldera del diablo
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Detective Alex Cross (Cross, Estados Unidos/2024). Creador: Ben Watkins. Elenco: Aldis Hodge, Isaiah Mustafa, Alona Tal, Samantha Walkes, Jennifer Wigmore, Juanita Jennings, Ryan Eggold. Disponible en: Prime Video. Nuestra opinión: buena.
Las series de detectives fueron quizás las más afectadas por la intensa demanda de contenidos del streaming, que insiste en aggiornar las viejas fórmulas con las coordenadas de los tiempos actuales. Esto es, el viejo detective sagaz y algo fronterizo en su moral se convirtió en este siglo XXI -quizás por la influencia de las narrativas del scandinoir- en una figura atormentada, marcada por un trauma y sus severas consecuencias físicas y psicológicas. Además, los criminales a los que persigue suelen ser aún más sórdidos, más cínicos y retorcidos que en el pasado, expansiones de los asesinos seriales que impregnan con sus rituales macabros toda forma del delito y toda estética de su procedimiento. En esa ola de mixtura entre la tradicional narrativa del best seller y la impronta negrísima de los nuevos tiempos se acomoda la nueva serie policial de Prime Video Detective Alex Cross. Un poco del viejo procedural estilo CSI y una pátina de sordidez y crítica social que delinea un relato ajustado, efectivo, y bastante adictivo.
Inspirada en la saga literaria de James Patterson -de la que absorbe más la definición de los personajes que los resortes de la intriga-, la serie creada por Ben Watkins (Hand of God) tiene dos centros neurálgicos. El primero, claro está, es el personaje de Alex Cross, un detective de la policía, con un doctorado en psicología, que ha sufrido una pérdida terrible: su esposa fue asesinada hace un año, mientras estaba con él en un parque público. Después de ese hecho, Cross debió ocuparse de la crianza de sus hijos y del equilibrio mental en su trabajo, atormentado por la culpa y las incógnitas que aún sobrevuelan el hecho. Con ese preámbulo recibe un nuevo caso que debe investigar: una muerte sospechosa que involucra a un líder de la comunidad negra, que despierta sospechas respecto del accionar de la policía, y que requiere un cierre apresurado antes que el revuelo en la prensa y la presión de los vecinos desencadene el caos social.
El segundo centro neurálgico es la ciudad de Washington, donde transcurre la acción y a la que descubrimos en sus distintas facetas ya en los créditos de presentación de la serie. Con una poderosa comunidad negra y una agitada vida política, Washington D.C. es un territorio en disputa, en el que se agitan voces que reclaman el desfinanciamiento policial a cambio de mayor presupuesto para salud y asistencia social, y la operatoria de una red de fundaciones y ONGs que intentan usar la caridad como artilugio para acercarse al poder.
Cross se encuentra en una encrucijada: criado en los barrios pobres junto a su amigo y compañero de patrulla John Sampson (Isaiah Mustafa), es adorado como héroe por sus éxitos en los casos policiales más complejos, pero al mismo tiempo despierta desconfianza en la comunidad negra, que presiente en el uniforme azul un signo de amenaza constante. Por ello será complejo para Cross involucrarse en la investigación del supuesto asesinato de Emir Goodspeed, un ex pandillero devenido en activista social, no solo por la resistencias de la propia fuerza, que quieren caratularlo como muerte por sobredosis, sino también por su propio entorno social que vislumbra las sombras de aquello que repudian.
A partir de esa premisa, la serie se bifurca en dos investigaciones: la primera es la que conduce Cross sobre el caso Goodspeed, con todas las constantes de los policiales de procedimiento, más cercano a The Mentalist que a True Detective, pese a las tempranas insinuaciones de que puede haber un asesino serial detrás con un modus operandi macabro y perturbador. La segunda es la que sigue la vieja pista del crimen de la esposa de Cross, que se reactiva con extraños envíos de prendas extraviadas en la escena del crimen y mensajes que aseguran la posible revelación de la identidad del asesino. Esa línea es la que asegura mayor atractivo y también la que profundiza en la configuración del personaje, en definitiva más importante que los pormenores del caso de turno. De hecho, la serie se desmarca de las novelas de Patterson para encontrarle una narrativa propia al personaje, inspirada en las constantes del autor, que adquieren así vida propia (de hecho la mayoría de las adaptaciones de las novelas fueron películas para TV bastante intrascendentes).
Por último, Aldis Hodge brinda a su encarnación de Cross una aura menos carismática que aquella que reclama quien será su némesis, pero consigue un aplomo necesario para conducir el relato, equilibrando sus traumas pasados con su exigencia profesional. No se impone como estrella, justificando en ese componente extradiegético el compromiso que el espectador pueda ofrecerle, sino que logra sostenerse en la textura del drama, habitar los clisés con convicción, y conducirnos con suficiente atractivo por una trama de idas y vueltas en la que cada pista cuenta. Más que suficiente para pasar un buen rato.
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