Después de Argentina, 1985, llega el documental con las imágenes reales y más elocuentes del histórico Juicio a las Juntas
Se estrena el viernes, en el Malba, la nueva película del especialista Ulises de la Orden, que recupera los testimonios, los rostros y las voces auténticas de uno de los hechos más trascendentes de la historia reciente de nuestro país; en casi tres horas, el director recopiló 530 horas de grabación
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Argentina, 1985 sumó hasta el miércoles 6, inclusive, un total de 1.128.309 espectadores en los cines de nuestro país. La aplaudida y premiada película de Santiago Mitre restauró en la conciencia de la sociedad argentina el valor intransferible que tuvo el histórico Juicio a las Juntas realizado ese mismo año y cerrado con la condena a los máximos responsables de la última dictadura militar por crímenes de lesa humanidad.
Muchos de los que vivieron ese tiempo y recuperaron a través de Argentina, 1985 el recuerdo de aquellos hechos deben haberse preguntado, al presenciar desde la pantalla la representación ficcional de los momentos decisivos del juicio, qué pasó con el material documental que registró todo lo ocurrido entre el 22 de abril y el 9 de diciembre de ese año, momento en el que se conoció el fallo de la Cámara Federal. En especial el momento en que quedó impreso para siempre en la memoria colectiva el memorable alegato del fiscal Julio César Strassera.
Los 177 minutos de El juicio, el documental de Ulises de la Orden que después de su estreno mundial en el Festival de Berlín llega mañana al auditorio del Malba (y podrá verse allí todos los viernes de abril, a las 20) se suman a los 140 de Argentina, 1985 para configurar desde el cine una suerte de documento histórico conjunto sobre ese episodio trascendental del pasado más cercano de nuestro país. Vistas en conjunto o en continuidad, ambas expresan las distintas posibilidades que ofrece el lenguaje cinematográfico para asomarse a la realidad histórica (en este caso un hecho de enormes dimensiones políticas y sociales, además de sus desgarradoras connotaciones) y abrir desde allí un sinnúmero de preguntas, debates, preguntas y respuestas.
La valía del trabajo escrito y dirigido por Ulises de la Orden (Río arriba, Desierto verde) queda de inmediato a la vista si recordamos, como lo tienen en cuenta sobre todo quienes vivieron esa época, que el registro de imágenes del Juicio a las Juntas siempre resultó parcial, acotado o reducido a unos pocos momentos que en los últimos años fueron recuperados solo de manera aleatoria. Lo que hizo el realizador fue zambullirse en las 530 horas de grabaciones del juicio para sacar de allí como resultado casi tres horas de apasionantes y reveladores testimonios.
Coproducida entre la Argentina, Francia, Italia y Noruega, El juicio está dividido en 18 pequeños “capítulos” armados según ejes temáticos que a la vez adquieren un poderoso carácter simbólico. En ellos no solamente se agrupan los testimonios de los testigos, la materia prima decisiva y fundamental del juicio. Junto a ellos también aparecen las figuras de los otros grandes protagonistas del hecho. Allí están los seis integrantes de la Cámara, responsables de la conducción del proceso y la elaboración del fallo condenatorio para los jefes militares; los encargados de la acusación (el fiscal Strassera y su adjunto Luis Moreno Ocampo, con la autenticidad que inevitablemente será comparada con los actores que los representan en la ficción, Ricardo Darín y Peter Lanzani, respectivamente); los dictadores inculpados (algunos dispuestos a hablar y otros en silencio de principio a fin), y junto a ellos, finalmente, sus abogados defensores.
El papel de estos últimos, algo que en Argentina, 1985 se reduce a unas pocas (y muy elocuentes) intervenciones del actor Héctor Díaz, adquiere aquí mucha más importancia. Sobre todo por el modo en el que sostienen el derecho de sus defendidos a ser juzgados únicamente por la historia porque “nadie viene a defenderse después de haber ganado una guerra justa”, como argumenta en su momento el almirante Emilio Massera. Un recurso que se va derrumbando de a poco, de manera irremediable, frente a la contundencia del testimonio de los testigos.
El documental registra momentos de significativa tensión entre Strassera y algunos de los defensores de los militares. Y recupera para la memoria histórica nombres casi olvidados como los de Emilio Mignone y Augusto Conte MacDonell, destacadas personalidades que se volcaron a la militancia en favor de los derechos humanos luego de sufrir cada uno de ellos el secuestro y la desaparición de uno de sus hijos. El caso de Conte MacDonell (dirigente del Partido Demócrata Cristiano que llegó a ser diputado nacional) resulta todavía más desolador, porque terminó suicidándose en 1992.
Hay otros testimonios reveladores de varios testigos que fueron a la vez protagonistas de la historia política de aquellos años: los peronistas Italo Luder y Antonio Cafiero, el ex presidente y dirigente desarrollista Arturo Frondizi (que sufrió la desaparición de varios familiares directos), y otro ex presidente (en este caso de facto) como el general Alejandro Agustín Lanusse, durísimo con sus camaradas uniformados. Su palabra parece avalar por anticipado lo que más tarde dirá Moreno Ocampo: “No es el honor militar lo que está en juego, sino la comisión de hechos que están reñidos con ese mismo honor”.
También hablan Magdalena Ruiz Guiñazú, Robert Cox, Jacobo Timerman, monseñor Miguel Hesayne y hasta Patricia Derian, secretaria de Derechos Humanos durante la administración de Jimmy Carter en los Estados Unidos, una de las muchas muestras de los alcances internacionales del histórico juicio y de cómo se vio la cruenta experiencia de la última dictadura militar en el mundo.
En un momento, Strassera cita a Dante Alighieri, y el modo en que De la Orden construye la historia se asemeja a una travesía por los distintos círculos de un gran infierno, del manejo discrecional de los bienes de las personas detenidas a las vejaciones de las que fueron víctimas las mujeres, de los atropellos a la libertad de prensa a la descripción minuciosa de la vida cotidiana en los centros de detención, de los actos de delación a los llamados “vuelos de la muerte”.
No le hizo falta al realizador detenerse, como sí lo hace Argentina, 1985, en la exposición casi íntegra del doloroso testimonio de Adriana Calvo de Laborde y del alegato final del fiscal Strassera, cerrado con el célebre “Nunca más”. Alcanzan en el documental solo un puñado de palabras para resumir de manera inequívoca todo lo ocurrido durante esa etapa tan oscura.
La ubicación de las cámaras durante el juicio llevó a que los testigos aparecieran siempre de espaldas, mientras fiscales, jueces, acusados y abogados defensores son los únicos a los que vemos de frente. Con breves planos de cada uno de ellos, De la Orden elabora desde el montaje una notable y significativa galería de expresiones. A partir de ellas el espectador de El juicio también puede hacerse una idea de lo que fue ese hecho histórico a partir de los distintos estados de ánimo de sus protagonistas. El magnífico trabajo de restauración visual y sonora de un material registrado durante aquel momento en cintas de videocassette logró recuperarlo.
Pero lo más importante son los hechos. Aquella metodología definida por Strassera como “feroz, clandestina y cobarde” y puesta al servicio del “mayor genocidio que registra la joven historia de nuestro país”. Estamos acostumbrados desde el cine a ver cómo ciertos episodios de la realidad encuentran más tarde en la pantalla el momento de ser representados o dramatizados. La inmensa repercusión lograda por Argentina, 1985 impuso esta vez un camino inverso.
En este caso, primero le tocó a la ficción recuperar uno de los hechos más determinantes de nuestra historia cercana, a través de la película de Santiago Mitre. Ahora, el documental de Ulises de la Orden completa el camino con el rescate de los rostros y las voces auténticas de ese mismo Juicio a las Juntas. Y, sobre todo, de un conjunto de testimonios que todavía nos estremecen y, como afirma cerca del final el fiscal Strassera, la historia nunca podrá absolver.
El juicio, de Ulises de la Orden se proyectará, desde mañana viernes 7, todos los viernes de abril, a las 20, en el Malba, Figueroa Alcorta 3415. Entradas: 650 pesos (estudiantes y jubilados, 325 pesos).
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