Despedida de solteros: Paula y Facundo fueron los ganadores del reality
Repasamos el final de DDS y por qué unas de las grandes apuestas de Telefe no cumplió con las expectativas
A finales de enero cuando comenzó Despedida de Solteros , Telefe confiaba que ese programa iba a ser uno de los tanques del primer cuatrimestre, pero el rating no acompañó y con el correr de los meses la propuesta comenzó a desinflarse y el interés del público se evaporó. Finalmente ayer el ciclo se despidió, y así fue su última emisión.
Crónica de un final apresurado
Cuando un programa no termina de funcionar su cierre es algo apresurado, y este caso no fue la excepción. Algunos minutos después de las 22:00 comenzó la gala de clausura de Despedida de solteros, en la que las cuatro parejas finalistas se sometieron al voto telefónico de los espectadores. En esa instancia se encontraban Paula y Facundo, Karen y Alan, Jenny y Lucas y también Angie y Pablo. Todos ellos vestidos para la eventual boda y dispuestos a pasar por el altar para casarse en vivo, en caso de ser ganadores. Con los ocho participantes presentes, Carina Zampini y Marley abrieron la velada y luego de un breve compilado con lo mejor de los tres meses que duró el programa, los conductores comenzaron a anunciar quienes habían obtenido el menor porcentaje de votos positivos, y de esa forma fueron Angie y Pablo los primeros en irse. A ellos les siguieron Pablo y Angie, una eliminación que fue una verdadera sorpresa teniendo en cuenta que fueron por lejos los participantes que más ruido hicieron, ganando algo de relativa popularidad. Con esas dos parejas fuera de juego, quedaron en la recta final Paula y Facundo contra Karen y Alan, siendo los chicos de Uruguay los ganadores del certamen.
Con un innegable sabor a poco, un rating que no logró superar los diez puntos de promedio manteniéndose peligrosamente cerca de Pasapalabra, y luego de un casamiento con muy poca emoción, Despedida de Solteros cerró sus puertas sin pena ni gloria.
Evolución (e involución) de un reality que no pudo conquistar al público
En cualquier reality hay una brújula inmediata que permite medir la popularidad del certamen, y es qué tanto los espectadores se enganchan con los participantes y hasta qué punto esos jugadores encerrados logran meterse en la cotidianeidad de su público. Pero esto con Despedida de solteros no ocurrió. No tuvo que ver con el carisma (o la falta de él) de parte de los participantes, ni siquiera por las peleas o las estrategias, simplemente los jugadores no pudieron trascender la pantalla ni enamorar al público. De todos los chicos y chicas que pasaron por el ciclo, bien podrían establecerse tres grupos: los francamente irritantes que eran verdaderos espanta-espectadores (Matías y Yanina, obviamente), los algo polémicos pero no por eso menos atractivos (Pablo, Leonel, Karen, Kiara, Alan y su novia), y finalmente los que no movían el termómetro, esos que podían tener algunos breves momentos de protagonismo pero que no alcanzaban para atar al público a sus historias. Irónicamente fue quizá la pareja más tranquila la que ganó el certamen, señal de que la historia de los jugadores menos polémicos fue la que más disfrutó el público. Que Paula y Facundo fueran los ganadores es algo que habla mucho sobre quiénes fueron los espectadores de este programa y cómo ellos apostaron por una historia de amor notablemente común.
Por otra parte hubo una pata que faltó y que terminó desarmando la lógica del juego: entre los participantes no hubo demasiados amagues de romance. Técnicamente el disparador del programa debía ser el mostrar posibles infidelidades y las broncas que podían surgir a partir de esos romances apasionados e improvisados, pero más allá de algunos episodios puntuales (el reggaetón de Matías y Victoria) no hubo mucha más tela para cortar. En ese momento fue la propia producción la que debió arengar conflictos entre ambas casas con el objetivo de motorizar crisis de todo tipo. Siguiendo ese camino, la incorporación de Agostina y Gonzalo fue uno de los manotazos de ahogado más groseros del ciclo, evidenciando la desesperada necesidad por inyectarle drama a un reality que para ese punto ya parecía destinado a no despegar jamás. Ese torpe truco de mago al que se le ven los hilos fue uno de los mayores problemas que tuvo el programa, porque dejó en evidencia la necesidad de poner sal en la herida de los participantes, forzando peleas y no permitiendo que sean las propias historias las que evolucionen a su ritmo.
Con el rating descendiendo, la intención de Telefe fue la de “esconder” al reality. Paulatinamente los segmentos dedicados a Despedida de solteros iban desapareciendo de la programación del canal, y el ciclo parecía ir a la deriva librado a su propia suerte. Fue un destino inmerecido teniendo en cuenta que la intención fue la de crear un formato que pudiera venderse al exterior. Pero en muchas primeras ediciones, las reglas del juego deben pulirse y el resultado no siempre es el esperado. Y Despedida de solteros tuvo mucho de eso, de transmitir un juego cuyas reglas parecían escribirse sobre la marcha mientras el rating no dejaba de descender. Más allá de eso, lo cierto es que el programa merece una segunda edición, y también merece poder corregir errores que en este debut no pudieron evitarse. Pero en tiempos en los que los que manda el minuto a minuto y las segundas oportunidades no abundan, el destino de este reality puede que no sea el más promisorio.
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