Dennis Smith, el inclasificable
El participante de La voz, el actor de Negra, el cineasta, el que se fue a Londres porque quería ser una Spice Girl, el superficial, el profundo
La mesa está servida. El dueño de casa es fanático de las meriendas, pero, por cuestiones de agenda, el encuentro viene matizado por un brunch en su departamento en Belgrano. El anfitrión es Dennis Smith, una de las voces de La voz argentina, el que hace unos años estrenó una película de una lograda densidad y el que los sábados presenta un inclasificable espectáculo llamado Negra en ElKafka. Dennis es artista que está por fuera de los cánones del más furioso pop y de la escena alternativa.
Es el que dice: "Cuando trabajo en proyectos míos el que va a Once a comprar las cosas soy yo. Cuando hago algo como La voz mi fantasía es que mis proyectos ganen visibilidad. Estoy redispuesto a pagar ese precio". A lo largo de su vida pagó varios precios. "Durante muchos años trabajé para otras gentes. Pongamos, para Disney. Estaba buenísimo, pero sentía que algo mío no estaba terminando de suceder. En un momento, dije: «Yo hago todo lo que se me cante»." Y, claro, canta.
Que Dennis Smith se llame así parece ser su primera marca de su identidad popera. Pero es su nombre verdadero. Nació en Madrid y, a los 3 años, sus padres, junto a sus otros cuatro hermanos, volvieron a Buenos Aires. A esa edad, Dennis se la pasaba cantando "Lollipop", de Viudas e Hijas de Roque Enroll. "Tirame un besito cuando pase por tu portón", dice el tema. A los 7 se estaba quedando disfónico de tanto darles duro a las canciones de Valeria Lynch. Sus padres habían comprado un cassette de esta señora de voz potente y él se la pasaba cantando (lo mismo que hace ahora mientras el fotógrafo le saca fotos, o mientras prepara algo en la cocina, o mientras se desplaza de un lugar a otro del departamento).
Lo de merendar le viene de chico. Con su hermana Virgi se iban al jardín y, a la sombra de un árbol, tomaban el té durante buena parte de la tarde. Eso, recuerda él, debe haber sido de los 7 a los 12 años. "No jugaba con muñecas, pero nos tomábamos unas meriendas mortales", dice (y se ríe). "Cierto, soy medio mamarracho", acota, sin que exista comentario que genere ese otro comentario. En su relato sobre el pasado aparecen sus padres y sus hermanos, pero no su abuela. Es a ella a quien le dedica Negra, esa misma abuela cuya última palabra antes de morir fue "hola".
Volvamos al período Valeria Lynch. Una tía consiguió el teléfono de la entrenadora vocal de quien cantaba "Ámame en cámara lenta" y se fue a estudiar con ella. De los 7 a los 14 se la pasó ahí. Bueno, no todo el tiempo. De hecho, a los 11 estaba en Festilindo versión Nicolás Repetto. Después vino la muda de voz de quien, ahora, es una de las voces argentinas (por lo menos, según Telefé). Hizo el primario en una escuela de Castelar. Cuando estaba terminando se dio cuenta de que sus padres no lo habían anotado en un secundario. Vino este diálogo:
"–Papi, no tengo secundario.
–¿Y vos qué querés hacer?
–No sé..., pero hay varios compañeros que se van a anotar en el cole que queda a cinco cuadras.
–Bueno, vamos."
Y se anotó. Y se recibió. Mientras estaba en eso coqueteaba con una compañía de discos para hacer algo (algo que suene a famoso o bestia pop). Que sí..., que no...: no. Terminado el secundario se fue a vivir un año a Inglaterra. "Era fanático de las Spice Girls y yo quería ser una spice", se vuelve a reír. También sentía que para los fanáticos del pop ("¿yo?, siempre pop") Londres era la meca. De última, no estaba dispuesto a perderse el último tren que, en su mundo, conducían Whitney Houston y Mariah Carey. "Uno es sus influencias (bueno, casi siempre...). En mi caso, las influencias musicales no son algo que me haga trascender, lo sé; pero mis influencias en cine y teatro son un toque más «elevadas». Debe ser porque di con maestros como Agustín Alezzo."
Este año, con Negra , lo invitaron al Festival de Rafaela, el encuentro que reúne a lo más granado del circuito teatral porteño. En medio de ese entorno estaba él. "Si bien vengo de ese circuito sé que soy un bicho raro, pero yo hago todo lo que puedo. Siento que nunca me animé del todo a ser cantante, ésa es la verdad; por eso hice tantas cosas. Es que de adolescente tuve tantas decepciones con mi «ser cantante» que hice de todo. Por eso se me armó una carrera un tanto insólita."
–¿Te anotaste en La voz como revancha?
–Mirá, el 28 de diciembre del año pasado, para mi cumpleaños número 31..
Hagamos un stop urgente. O sea, el bellamente inclasificable Dennis nació el Día de los Inocentes. Me doy cuenta recién ahora, desgrabando la nota. Agrego otra cosa a cuento de nada: todas las casas en las que vivió las tiraron abajo.
Sigue hablando él: "Para mis cumples hago un showcito para los amigos. Siempre les pido que no me traigan regalos porque, ¡pobres!, les quemo la cabeza para que vean lo que hago durante el año. Esa vez, terminé de cantar y vino mi cuñada llorando. Me dijo: «¡Vos deberías estar cantando!». Me pegó. Me anoté en La voz porque quiero volver a intentar".
De La voz afirma que El Puma Rodríguez, su couch, es un capo. Que no es un programa destructivo y que canta con una banda de lujo. Sabe, también, que este nuevo intento en el que hoy a la noche se juega una carta importante lo agarra de otra forma. "Es que de adolescente «raro» tuve que luchar contra prejuicios y maltratos. Sí, soy afeminado; ¿y?".
Volver a intentar también remite a su experiencia en el programa Latin American Idol . Eso fue en 2006 e implicó todo un punto de quiebre. Fue cuando se dijo: "Basta de querer complacer a los otros". A los 15 días de terminar su participación en ese reality comenzó a filmar Roud muvi en un depósito de Almagro. Esa peli tiene una densidad y una variedad de pliegues atrapante. Es, como él, un objeto inclasificable.
En Latin American Idol no se llevaba bien con ninguno de los proyectos de ídolos. Era, nuevamente, el bicho raro. "Parecía que transcurría en algún exótico lugar del mundo, pero se grababa acá, en Don Torcuato. Yo salía de ahí y me tomaba el 60 hasta mi casa, bizarro." Al estrenar Roud muvi dijo basta. También se dijo que no podía vivir más con los prejuicios ajenos. "Conviví durante toda mi adolescencia con esos prejuicios y mi autoestima se las vio complicada –confiesa–. Desde chico fue así, sea porque cantaba, porque tengo nombre raro, porque soy afeminado o porque soy rubio."
El repertorio musical de Negra es de tanta amplitud estilística que lo pinta de cuerpo entero. "Son canciones que van en contra del estereotipo del artista popero. Cada vez que decía que iba a cantar «Todo cambia», de Mercedes Sosa, me retrucaban: «¿ Vos con una canción de la Sosa? La vas a hacer mierda». No, hago mi versión. Ella tenía una voz muy grave, y yo aguda; ella tenía una voz muy masculina, y yo muy femenina; ella trae la tierra y yo traigo otra cosa..."
–¿Qué traés vos?
–Yo traigo..., ¿qué traigo yo? No sé... Quizá traiga ganas de ser sincero..., pero no sé.
Y se queda en silencio, en un largo silencio. De repente, se embala y habla de artistas que decidieron no convivir con la mentira. Termina de decir todo esto y vuelve el silencio y vuelve a preguntarse "¿qué traigo yo?". Cuando se apaga el grabador, pone cara. "Uy, me puse triste", dirá justamente él, el que parece encarar la quinta esencia de lo superficial y lo profundo.
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