Del sueño a la pesadilla
"Psicópata americano" ("American Psycho", Estados Unidos-Canadá/2000). Producción de Edward Pressman y Lions Gate presentada por Eurocine. Fotografía: Andrzej Sekula. Diseño de producción: Gideon Ponte. Dirección de arte: Andrew Stearn. Edición: Andrew Marcus. Música: John Cale. Intérpretes: Christian Bale, Willem Dafoe, Jared Leto, Josh Lucas, Samantha Mathis, Matt Ross, Bill Sage, Chlo‘ Sevigny, Cara Seymour, Justin Theroux, Guinever Turner y Reese Whiterspoon. Guión: Mary Harron y Guinevere Turner, basado sobre la novela de Bret Easton Ellis. Dirección: Mary Harron. Duración: 101 minutos. Para mayores de 18 años. Nuestra opinión: muy buena.
"Psicópata americano" combina elementos muy reconocibles de géneros tales como el thriller (un detective que persigue a un asesino serial), el gore (la mostración de los crímenes en los que se apela a las más diversas y sangrientas técnicas) o el drama psicológico (los desgarradores conflictos de un protagonista acosado por sus demonios internos, sus personalidades desdobladas).
Pero esta segunda película de la directora canadiense Mary Harron no es "El silencio de los inocentes", "El loco de la motosierra" ni "El talentoso Sr. Ripley", exponentes de los géneros citados y con los que mantiene ciertas similitudes. La definición que mejor le calza, entonces, a esta adaptación del best seller de Bret Easton Ellis, es la de una sátira de época.
Harron y su coguionista Guinevere Turner, dos reconocidas feministas del cine independiente norteamericano que ya habían descripto con inteligencia los bohemios años 60 en "Yo le disparé a Andy Warhol", invirtieron muchos meses en redondear su propia versión de un libro acusado, en medio de la pirotécnica controversia que generó su publicación en 1991, de "pornográfico, misógino y amoral". Y lograron lo que parecía imposible: ser fieles a las principales situaciones concebidas por el autor y a la vez encontrar un tono y una mirada totalmente diferentes.
Una fábula social
A Harron le hubiese resultado imposible -tanto por la extensión del libro como por el tiempo transcurrido desde la publicación de la novela- reconstruir esa descripción minuciosa, casi quirúrgica, de la superficialidad, el cinismo, el snobismo y las miserias de los yuppies que surgieron en Wall Street durante la floreciente y reaccionaria década del 80.
Harron tomó la distancia necesaria de aquella revolución conservadora del reaganismo y consiguió una fábula social, siempre incisiva y despiadada, pero esta vez sustentada en un humor casi paródico.
"Psicópata americano" es también una película "de época" en el sentido en el que suele entenderlo el cine de qualité , gracias al proverbial aporte del fotógrafo Andrzej Sekula (habitual colaborador de Quentin Tarantino), la banda sonora compuesta por el gran John Cale, la impecable selección de temas musicales (que tiene una enorme importancia en la definición psicológica del protagonista), el logrado diseño que recupera el por entonces tan en boga minimalismo y a un preciso recorrido por ese mundo de sofisticados restaurantes y descontroladas discotecas del Soho neoyorquino donde los émulos de Donald Trump ostentaban sus trajes de Valentino o sus camisas de Armani.
Caricatura generacional -como en su momento lo fueron "La naranja mecánica" o "American Gigolo"-, "Psicópata americano" es además un trabajo sobre la ambigüedad sexual (la carga homoerótica es muy fuerte) en un micromundo cerrado y dominado por el machismo, el exhibicionismo y la hipercompetitividad.
Un retrato mucho más incómodo en su descripción del yuppismo que anteriores incursiones como, por ejemplo, "Wall Street", de Oliver Stone.
Impotencia y desesperación
En este viaje alucinatorio por el universo interior y exterior de un serial-killer de 26 años que mató a más de 40 personas, buena parte del mérito corresponde al extraordinario trabajo del joven actor galés Christian Bale (visto en trabajos tan disímiles como "Velvet Goldmine", "Conflictos de amor en Metroland" y "Retrato de una dama").
Su caracterización no se limita a untarse cada mañana una batería de cremas, hacer metódicos ejercicios físicos, humillar a su secretaria, mentir compulsivamente o ejecutar planificados asesinatos como forma de liberar sus impulsos más reprimidos. Cuando su Patrick Bateman reconoce que "mi máscara de cordura está a punto de desaparecer", Bale consigue transmitir toda la impotencia, la desesperación y la desdicha de su criatura enmascarada.
En él reside buena parte de los logros de una película discutida y discutible (por ciertos desniveles narrativos que seguramente se deben a los cortes y las presiones de último momento), pero que jamás deja lugar a la indiferencia.
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