La banda de Ian Gillan se presentó el miércoles 6 por la noche en Tecnópolis
Hay noticias que impactan doblemente cuando uno se enfrenta con los hechos. Una cosa es saber que la gira “The Long Goodbye” de Deep Purple es probablemente la última del grupo, y otra, asumir la realidad de que este monstruo sagrado, que ha venido rockeando el planeta durante 50 años, está a punto de desaparecer. Como sucedió el año pasado con la despedida de Black Sabbath, esta banda única e influyente está dando una demostración final de su poderío, como para que se la extrañe por siempre.
Ante un Tecnópolis colmado por una audiencia devota, Purple comenzó con una sucesión ininterrumpida de cuatro temas clásicos de su repertorio, como para afirmar su identidad y su vigencia. “Highway Star”, “Pictures of home”, “Bloodsucker” y “Strange kind of woman” sonaron como recién llegadas de los 70 a través del túnel del tiempo. Luego hubo un homenaje a Jon Lord (tecladista original de la banda, fallecido en 2012) con “Uncommon man”, con un gran despliegue instrumental que mostró –como sucedería a lo largo de todo el show- el “interplay” entre el tecladista Don Airey y el guitarrista Steve Morse. Ambos consiguen replicar de manera impecable los “duelos” de órgano y viola que caracterizaban a Lord y el guitarrista Ritchie Blackmore, y constituyen la marca registrada del sonido de la banda.
Como era de esperarse, el set estuvo integrado en su mayoría por temas de la era dorada del grupo – también sonaron “Lazy”, “Perfect Strangers”, “Knocking at your Back Door” -, interpretados con la majestuosidad y reverencia que corresponde a su ilustre historia. El último álbum de estudio, Infinite (2017), estuvo representado sólo por un tema, “Birds of Prey”.
Airey, que se destaca especialmente por el sonido inconfundible del órgano Hammond con los parlantes giratorios Leslie, deslumbró con un solo que incluyó fragmentos de varios tangos, entre ellos “La cumparsita” y “Adiós Nonino”. La base del baterista Ian Paice (único que estuvo presente en todos los discos del grupo hasta la fecha) y Roger Glover , que tuvo incluso su solo de bajo en los bises, es el andamiaje único que sostiene el edificio pesado de los Purple, capaz de deslizarse desde intrincadas sutilezas jazzísticas hasta complejos arreglos progresivos, pasando por aplastantes galopes metaleros. Por su parte, Ian Gillan demostró que se conserva en excelente forma vocal, reeditando por momentos sus legendarios agudos en temas como “Space truckin’” y – obviamente – “Smoke on the water”, el imbatible doble golpe con que cerraron la parte principal de su show de algo más de una hora y media.
Para los bises arremetieron con “Hush”, un cover de Joe South que fue el primer single del grupo en 1968, y “Black night”, otro de sus riffs antológicos coreado por todos los presentes. Gillan reconoció en varios momentos la respuesta del público, al que llamó “la mejor audiencia en todo el mundo”, para perderse finalmente en el backstage junto a sus compañeros de grupo – que demoraban el saludo como si no se quisieran ir – mientras sonaba como fondo “Deep Purple”, por Nino Tempo y April Stevens, la canción que originó el nombre de la banda.
Cheap Trick, que precedió a Deep Purple en lo que fue su primer show en Argentina, también sonó con la contundencia que corresponde a una banda formada en 1974, y mantiene tres de sus integrantes originales, el cantante y guitarrista Robin Zander, el guitarrista líder Rick Nielsen y el bajista Tom Petersson. El único cambio es el baterista Daxx Nielsen, quien reemplazó a Bun E Carlos a partir de 2010. La banda de Illinois fue el sorpresivo agregado de último momento a este Festival, cuando se anunció que Lynyrd Skynyrd, que habían sido anunciados inicialmente, no serían de la partida a causa de la enfermedad que aqueja a la hija del cantante Johnny Van Zant.
Los Cheap Trick impactaron con su característica mezcla de estructuras pop con sonido pesado, y tocaron varios temas de su álbum clásico, Cheap Trick at Budokan, de 1978. Y si bien pasaron por sus hits de FM como la balada “The flame” y “I want you to want me”, la parte más convincente fue cuando rockearon en gran forma en temas como “Clock strikes ten”, “Come on, come on” y su cover del “Ain´t that a shame” de Elvis Presley.
Hubo lugar también para que Petersson hiciera su solo (es probablemente el único integrante de un grupo famoso que utiliza un bajo de 12 cuerdas), para luego interpretar una extraña versión del “I´m Waiting for the Man” de Velvet Underground, y también para que Nielsen exhumara su cómica guitarra de doble mango construída a su imagen y semejanza. Sobre el final, con temas como “Surrender” y “Dream police” volvieron a demostrar la contundencia de su combinación de estribillos beatleros y bases casi heavy, que recuerdan por momentos a Queen y Aerosmith.
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