Debutó como actriz en el cine de la mano de Ricardo Darín y asegura que su vocación es otra: “Fue la anécdota de mi vida”
Leyla Bechara, politóloga y streamer, no dudó en aceptar el papel de Isabel para la película Argentina, 1985, que retrató el Juicio a las Juntas en la última dictadura militar; hoy, se destaca con sus análisis en las redes sociales
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Vio más de 15 veces la película, pero siempre se ríe y llora en las mismas escenas. Leyla Bechara estudió Ciencia Política y se dedica al análisis como streamer, pero nunca pensó en ser actriz. Por eso, le sorprendió tanto recibir una llamada de Katia, la directora del casting de Argentina, 1985, con la noticia de que protagonizaría un papel en el film de Santiago Mitre. “Fue una locura, no lo podía creer. Me confirmaron que iba a estar nueve semanas de rodaje, porque yo creía que era un bolo nada más, y que Ricardo Darín y Peter Lanzani eran los protagonistas. Es una historia que alguien tenía que contar en el cine y nos tocó a nosotros”, señaló a LA NACION.
Leyla Bechara, de 26 años, vivió en General Villegas, en la provincia de Buenos Aires, antes de mudarse a Capital. Desde muy chica, emergió su interés por la política y los derechos humanos, cuando comenzó a participar en las discusiones de la organización de estudiantes de su colegio. Una premisa que la llevó a estudiar Ciencia Política y a sumergirse en la historia de la Argentina. “Entendés la importancia de llevar adelante la lucha contra el olvido y por la justicia de lo que implican las dictaduras en las sociedades. Tenemos una trayectoria impresionante y unas Madres y Abuelas que, literalmente, dan su vida”, aseveró.
En el marco de continuar con la lucha por la memoria, la politóloga no dudó en aceptar el papel que le propusieron en Argentina, 1985. Así, Leyla interpretó a Isabel, uno de los siete miembros del equipo que acompañó en la Fiscalía a Julio César Strassera y Luis Moreno Ocampo, en el histórico film de Santiago Mitre que aterrizó en los cines argentinos el pasado 29 de septiembre. “No termino de dimensionar el impacto que tuvo y sigue teniendo. Recién arranca el camino de la película, más allá de lo mainstream, los premios, la nominación al Oscar; es un insumo histórico y pedagógico súper potente”, advirtió.
“La última dictadura [1976-1983] fue de las más sangrientas y oscuras, y la Argentina es un reflejo, una pantalla, para que el resto del mundo tenga un proceso similar o se sienta conmovido y motivado a seguir la lucha”, señaló Bechara. Y siguió: “El juicio fue el más importante de la historia -para mí, del mundo-, porque Núremberg [1945] fue más simbólico, pero nosotros seguimos teniendo juicios a día de hoy y metiendo presos a los militares condenados”.
La politóloga destacó la visibilización de los delitos sexuales, que previamente se encontraban bajo la figura de “tormentos”. “Era una deuda pendiente, porque hubo realmente una saña contra las mujeres, sobre las violaciones. En el proceso, también hay mucho que hacer todavía”, señaló.
El Nunca Más, material de consulta durante el rodaje
“Lo primero que hicimos fue leer el Nunca Más [1984]. Yo no lo había leído nunca. Es un relato muy crudo, con todos los testimonios de las personas que declararon ante la Conadep [Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas] y la prueba fundamental del juicio”, reveló Bechara a LA NACION. Y agregó: “Nos juntábamos a leerlo, era material de consulta”.
Bechara aseguró que una de las escenas que más le emocionan, una y otra vez, es aquella en la que se pidió a las Madres de Plaza de Mayo que se quitaran sus pañuelos blancos por representar un símbolo político. “Siempre lloro en ese momento, me pone la piel de gallina. Pensar en cuántas cosas negociaron ellas para que hoy estemos donde estamos. Secuestraron a sus hijos, los mataron, y la ternura con la que hoy siguen buscándolos, sin rencor, es una función de vida inaudita y hermosa”, apuntó.
También el momento del testimonio de Adriana Calvo. “Su hija llevó la película a los colegios y a las cárceles, donde la pasan y generan un debate posterior. Es maravilloso. Una militancia”, agregó.
“Cada vez que estábamos en el salón de Tribunales y escuchábamos: ‘¡Acción!’, era otra cosa. Las paredes ya habían escuchado este alegato final. Hubo un momento de mucha solemnidad en el rodaje, porque éramos todos muy conscientes de que teníamos que ser fieles a la realidad”, argumentó.
“Strassera nunca estuvo solo”
Leyla Bechara, junto a sus compañeros de elenco, se reunió con algunos de los protagonistas reales del juicio histórico. “Al principio, pensé que mi personaje formaba parte de la parte ficcionada de la historia. Pero sí, se convirtió en jueza en Santa Fe y siguió adelante con juicios por crímenes de lesa humanidad”, relató.
Y expresó: “Son historias de héroes y heroínas que no están contadas en los libros. Hay un punto en la película que me emociona mucho, y es esa idea de un doble héroe: el hombre gris, Julio César Strassera, que se convierte en héroe de la patria; pero también la idea de un héroe colectivo. Nunca estuvo solo, siempre estuvo apuntalado por su familia, por su equipo o por la misma sociedad”.
“Se trató de un grupo de siete pibes, todos muy pendejos, con un compromiso por la historia y la democracia muy consciente. Pero también con mucha inocencia, porque los ayudantes de la Fiscalía nos revelaron que, aunque tenían consciencia de lo que hacían, también había mucha ingenuidad: ‘No sabíamos dónde iba a terminar esto, pero había que hacerlo’”, relató.
Un papel que representó más allá de su debut como actriz. “Es un poco hollywoodense pensar que una película puede impactar en los procesos sociales y culturales, pero así fue. Por mi parte, trato de hacer lo posible para que los derechos humanos sean la bandera más orgullosa que podamos levantar, y que nuestra generación, que nació en democracia, no olvide la historia de la Argentina”, sentenció.
Y destacó su emoción cada vez que se produce un avance en la búsqueda de las personas desaparecidas, como la aparición reciente del nieto 133: “Esto aún no terminó. Hay que restituir la identidad de muchas personas y no tiene que ocurrir nunca más. El legado es fundamental, cuando la lucha se fortalece todos los años, y los 24 de Marzo, con su vida, sus apellidos y sus vidas puestas a juego, para que otros levanten esa bandera”.
“Además, no hay nada más feminista que mujeres, familiares de desaparecidos y víctimas, apuntalando la historia. También hay una reivindicación ahí del rol de las mujeres en estos espacios, que siempre se pensó que estábamos en casa o cuidando, y acá lograron que se hiciera justicia”, puntualizó.
Debut y despedida
La llamada de la directora del casting de Argentina, 1985, que contactó a Leyla a través de las redes sociales, la tomó completamente por sorpresa. “El desafío actoral nunca estuvo presente ni era un sueño, pero sí el peso político que implicaba esta historia desde el primer momento. Asumí el legado de contar lo que pasó desde mi compromiso con los derechos humanos. Así que dije: ‘Hagámoslo’”, expresó.
Bechara se desempeña como politóloga y streamer a través de Twitch y YouTube. “El análisis crítico de la política surgió de la inspiración de creadores de contenido digital de otros países, en medio de una búsqueda por romper con la intelectualidad”, advirtió.
Y añadió: “Vengo del campo de la Academia y de los libros, donde se habla difícil, y me parece re importante romper esa barrera de la capacidad de crítica que, a veces, queda enquistada en un círculo cerrado. Usar la política para crear puentes”. La streamer continuó: “Tengo una orientación política partidaria peronista, pero siempre con la actitud crítica de alguien que quiere que le pasen las mejores cosas a este país y, para eso, necesitamos que la sociedad esté politizada. No con slogans, sino con proyectos reales”.
En tanto, afirmó que no se encuentra en sus planes actuales continuar en el mundo de la actuación. “Mi vocación es otra. Fue un debut y despedida, la anécdota de mi vida”, sentenció. Y agregó: “No sé si algún proyecto va a estar a la altura de este. Aunque perdimos el Oscar, fue una decisión de priorizar una narrativa antibélica [Sin novedad en el frente], que tiene sentido en el momento que vivimos, antes que el orgullo nacional de recuperar la democracia y meter en cana a los culpables. Yo creí que lo ganábamos, pero está bien, es más lindo todo lo que pasó en el pueblo argentino con el reconocimiento que a través de un título académico”.
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