De padres a hijos: cuando el arte de la actuación es un legado de familia
Juan y Laura Grandinetti, Nicolás y Johanna Francella, Tamara Garzón, Ángela Torres, Lorenzo Ferro y Miranda de la Serna, herederos de una estirpe y un oficio
Desde muy chiquitos acompañaron a sus padres en sus proyectos artísticos. Tienen muchos recuerdos de la infancia entre camarines, sets de grabación y escenarios. Aprendieron desde temprano la mecánica del oficio, mientras nacía un ferviente deseo por incursionar en ese mundo. Más que legado, una convicción muy personal de crecer y desarrollarse con su propia impronta en el plano de la actuación.
A los 25 años, Juan Grandinetti comparte con LA NACION un cálido recuerdo de su infancia: "De muy chico le dije a mi papá [Darío Grandinetti] que quería ser actor. Él me lo recuerda siempre porque dice que nunca había escuchado a un chico de tres años tan seguro". Sin embargo, aquello que definió por completo su vocación fue ver a su padre actuando en Ella en mi cabeza durante una temporada en Mar del Plata. "Tenía 14 años y ver esa obra me produjo las ganas finales de dedicarme a la actuación y empezar a estudiar", asegura.
Aquella pasión en común entre padre e hijo se trasladó en el último año al cine, donde trabajaron juntos en tres películas: Te esperaré, Despido procedente y Pescador. "Ya habíamos hecho teatro juntos, donde tuve un poco de miedo a que se mezclaran los roles de padre e hijo, pero él fue muy respetuoso y ocupó el rol de compañero, lo que facilitó el trabajo. Incluso nos divertíamos mucho y nos tentábamos un poquito sobre el escenario", detalla. Por su parte, su hermana Laura Grandinetti actualmente trabaja en la obra Yo no duermo la siesta, de Paula Marull. Tras la experiencia de su primer protagónico en cine con el drama Pinamar, Juan se embarcó en el rodaje del thriller Bruja, protagonizado por Érica Rivas, Leticia Brédice y Pablo Rago. Además, comparte las jornadas de grabación con otra actriz muy joven: Miranda de la Serna, de 16 años, hija de Rivas y Rodrigo de la Serna.
En tanto, para Ángela Torres el contacto con la actuación también comenzó desde muy temprana edad. Hija de la actriz Gloria Carrá y nieta de la inolvidable Lolita Torres, esta actriz de 18 años conversa con LA NACION sobre sus primeros pasos en la actuación: "Tenía siete años cuando acompañaba a mi mamá a las grabaciones de Patito feo y estaba todo el día en el estudio con otros chicos actores. Los veía y me moría por trabajar, hasta que un día me acerqué a uno de los guionistas y le dije: «Dios, por favor métanme en una escena»".
Finalmente participó en siete capítulos de esta serie infantojuvenil. "Ahí me di cuenta de que me sentía muy cómoda en eso y que realmente lo disfrutaba mucho", sostiene. "Quizá no era consciente en ese momento de lo que significaba la palabra actriz, pero quería cantar, quería bailar, hacer comedia musical. Eso estaba ahí dentro e incluso creo que siempre fue parte de mí."
En abril pasado se destacó por su labor en un complejo personaje adolescente para la película Los padecientes, adaptación de la novela homónima de Gabriel Rolón, mientras que hoy combina las funciones de la obra El diario de Anna Frank con la despedida en Buenos Aires del musical Peter Pan: todos podemos volar (hace algunos días) para arrancar luego la gira por el interior, además de dedicarse a la grabación de su primer disco como cantante.
Por su parte, para Tomás Kirzner la gran apuesta fue presentarse al casting de la comedia televisiva Fanny, la fan. Hijo de Araceli González y Adrián Suar, Toto se presentó a la prueba de Underground como el resto de los aspirantes. Lejos de haber hecho el fácil camino de empezar su carrera en Pol-ka -productora de su padre-, este joven de 18 años comenzó a estudiar teatro y a construir su propio camino. Allí interpretó a Titi, un inquieto asistente de producción de TV, para esta comedia que encabezaron Agustina Cherri, Nicolás Furtado y Luciano Cáceres. Fanny, la fan se puede ver por la web de Telefé y a través de su aplicación para dispositivos móviles, desde que la señal dejó de emitirla al aire.
En el caso de la familia de Guillermo Francella, la partida es doble: tanto Johanna como Nicolás decidieron formarse y trabajar en el mundo actoral. Ambos están sumergidos en la vorágine de las grabaciones diarias para la TV, mientras mantienen en paralelo sus proyectos en el cine y el teatro. Nicolás actualmente es uno de los protagonistas de Las estrellas, ficción de Pol-ka para El Trece, mientras que a los 26 años continúa sumando trabajos en la pantalla grande. En abril pasado se estrenaron dos películas en las que trabajó: Los padecientes y Maracaibo, donde actuó junto a Jorge Marrale, Mercedes Morán y Matías Mayer.
En tanto, Johanna, de 23 años, hizo su debut en el teatro en mayo pasado con Justo en lo mejor de mi vida, junto a Miguel Ángel Rodríguez, Julia Calvo, Diego Pérez y Pepe Monje (actualmente en cartel, en el Paseo La Plaza), mientras que en la pantalla chica está en plena grabación de la nueva novela de Telefé Golpe al corazón, protagonizada por Sebastián Estevanez y Eleonora Wexler.
Con sólo 18 años, Lorenzo Ferro tiene por delante el gran desafío de interpretar a Robledo Puch en El ángel, la nueva película de Luis Ortega, inspirada en la historia de este asesino serial argentino que durante su juventud mató a once personas. Fue luego de su experiencia para la ficción Educando a Nina que el hijo de Rafael Ferro decidió presentarse al casting que hizo Underground para dar con el actor indicado para este papel y en el que rápidamente quedó seleccionado.
En esta ambiciosa producción, el Chino Darín interpreta, a los 28 años, a Jorge Ibáñez, cómplice de Robledo Puch, y junto a Cecilia Roth, Daniel Fanego, Mercedes Morán y Peter Lanzani recrearán los hechos criminales de este oscuro personaje que ya lleva preso 45 años. A su vez, el hijo de Ricardo Darín se encuentra con varios proyectos para el cine, entre ellos la comedia romántica española Las leyes de la termodinámica y el thriller Memorias del calabozo, donde interpreta al escritor uruguayo Mauricio Rosencof.
Por su parte, Tamara Garzón recuerda también gran parte de su crianza en el ambiente artístico. "Era el plan preferido y mientras mis amigas jugaban a las Barbies, yo quería estar en un estudio o en el teatro", cuenta esta actriz de 28 años, hija de Alicia Zanca y Gustavo Garzón. "Desde muy chica entendí el código y sabía que si iba al teatro no tenía que hablar; sabía que la acompañaba a mi mamá y estaba cuatro horas en camarines hasta que ella terminaba. Era feliz." En cine participó de la película de terror Los olvidados, de los hermanos Luciano y Nicolás Onetti, que se rodó en las ruinas de Villa Epecuén y que se presentó un adelanto en mayo pasado durante el Festival de Cannes. En tanto, en teatro interpreta Plantas de interior y ensaya El zorro y la quebrada, que se estrenará en septiembre. "Si bien actúo desde los 16, siento que hace poco firmé mi contrato personal con el trabajo, cuando pude preguntarme de grande si la cosa era por acá, más allá de donde vengo", reflexiona.
Con un panorama prometedor, este equipo sub 30 incluso ya planifica liderar sus propios proyectos. Así es como Tamara comparte un trabajo muy personal: "Hace ya casi un año que estoy escribiendo un guión con un profesor sobre los últimos meses de vida de mi mamá. Empecé a escribirla pensando que era un dramón, pero terminó siendo una comedia medio despampanante, al estilo Alex de la Iglesia. Una comedia dramática que me gustaría poder terminar pronto y dirigir mi propia película", finaliza con entusiasmo.
Pepito, el pionero
A los cuatro años ya era la imagen de una conocida marca de sidra. Con una copa en la mano, Pepito posaba junto a sus padres: Ana María Campoy y José “Pepe” Cibrián. Hoy, a 50 años de sus primeros pasos en el musical, Pepe Cibrián Campoy recuerda sus inicios como hijo de dos grandes figuras del espectáculo.
“En esa época era muy difícil trascender siendo hijo de famosos –cuenta–. Pero he tenido el privilegio de tener padres que me empujaron, me produjeron e incluso ayudaron a pagar una carrera mientras yo laburaba como un animal.”
Tras presentar su primera obra Mundo pobre querido, decidió hacer una gira por Mar del Plata. “¡No me fue a ver nadie! –se ríe–. No bastaba ser el “hijo de” y me sirvió mucho ese golpe. Durante varios años no me iba a ver nadie hasta que logré que me fueran a ver muchos.”
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