De dueña del futuro a convidada de piedra: una doble despedida expone la encrucijada que vive hoy la TV por cable en la Argentina
El fin de ciclo para I.Sat y la versión local de MuchMusic recupera en la memoria aquella etapa de apogeo y optimismo infinito que la TV paga vivió en nuestro país hace exactos 30 años
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El apagón definitivo de I.Sat y MuchMusic acaba de cerrar en la Argentina un tramo fundamental de la gran historia de la televisión por cable, actual convidada de piedra de una colosal evolución audiovisual que está muy lejos todavía de adquirir su configuración definitiva.
Estas dos señales, símbolos indiscutidos de toda una época, cesaron para siempre sus transmisiones regionales en el primer minuto de marzo por decisión de la actual propietaria del uso de ambas marcas, Warner Bros. Discovery. Detrás de esta determinación asoma una gigantesca paradoja: dos señales concebidas en su origen desde criterios televisivos más flexibles, disruptivos e innovadores dejan su lugar a otras que responden a un perfil de género televisivo más bien tradicional, el teleteatro (TNT Novelas) y la animación (Adult Swim).
Lo que el adiós de I.Sat y MuchMusic sugiere va mucho más allá de dos simples nombres de la pantalla. La trayectoria completa de estas dos señales reproduce en pequeña escala lo que ocurrió en nuestro país con el gran marco televisivo e industrial en el que ambas se desarrollaron. Y esa historia vivió su momento clave hace tres décadas exactas.
En 1994 se produjo la consolidación definitiva en la Argentina de la industria de la televisión por cable, a la que apostaron con mucha fuerza durante casi toda la década grandes actores e inversores locales y sobre todo extranjeros. La creencia de que por el cable pasaba de manera irreversible la TV del futuro se extendía por entonces casi sin cuestionamientos por todo el mundo audiovisual.
El mejor ejemplo local de esa tendencia se produjo a fines de 1994 con la entrada en la Argentina de Tele-Communications, Inc. (TCI), el principal operador de TV por cable en Estados Unidos, con la resonante adquisición de buena parte del capital accionario de Cablevisión, una de las empresas locales más fuertes del sector.
Avidez por la TV
Cablevisión, Video Cable Comunicación (VCC), el grupo Clarín y Telefé vivieron durante ese tiempo el apogeo de un negocio millonario que parecía no encontrar su techo. En los hogares argentinos había una avidez inagotable por ampliar la oferta televisiva. La escueta disponibilidad de opciones que ofrecía desde siempre la TV de aire se multiplicaba de inmediato, casi por arte de magia, gracias a las nuevas tecnologías y a una transformación creativa, artística, operativa y empresarial que se producía en nuestro país a ritmo de vértigo.
Los 125 canales que llegaban con el servicio vía cable y sin antena de los nuevos operadores se convertían para la gente en una atracción irresistible. Todo el mundo quería empacharse de televisión en ese tiempo y tener en el servicio básico hasta aquellas señales que en todas partes se cobraban aparte como opción Premium y ofrecían contenidos preferenciales.
Toda la industria empezaba a moverse y a transformarse con la misma aceleración. Junto a los operadores, poderosos nombres que hablaban por primera vez en la Argentina el idioma de la globalización audiovisual, aparecía de manera paralela la creciente expansión de los productores y distribuidores de señales. A ellos les correspondía llenar los casilleros del enorme tablero que no paraba de agrandarse frente a los asombrados ojos del televidente común y corriente.
Fue un momento floreciente para todos los protagonistas y artífices del mundo del entretenimiento. En los hogares empezaban a reconocerse por fin, después de tanto tiempo de aislamiento, los grandes nombres mundiales del protagonismo televisivo, de TNT a HBO. Y también empezaron a llegar desde la pantalla nuevos compañeros de aventuras para los espectadores argentinos, nombres extraños que rápidamente se hicieron muy familiares: Space, Infinito, Júpiter, Universo, Venus.
Todos estos canales, cada uno con su propia especialización temática y emisiones sin pausa durante las 24 horas, surgieron de una misma fábrica creativa, llamada Imagen Satelital. Creada por el empresario argentino Alberto González, fue la primera productora argentina de señales dedicada a abastecer a los grandes operadores de la TV por cable en el armado de sus respectivas programaciones. Además de estos nombres propios, Imagen Satelital también ofrecía a los operadores un menú de señales locales y sobre todo de origen extranjero, a las cuales representaba en el ámbito local: de Utilísima Televisión y Crónica TV a Locomotion (casi olvidado canal dedicado a la animación), Fashion TV, Playboy TV y el mexicano Canal de las Estrellas.
De todas ellas, I.Sat y MuchMusic resultaron las experiencias más raras, atractivas, novedosas, llamativas y transformadoras. No surgieron al mismo tiempo y tampoco tuvieron puntos de conexión en sus respectivos procesos de conformación y consolidación televisiva. Pero a partir de esos rasgos comunes no resulta extraño que ambas historias se hayan cerrado al mismo tiempo en la región.
Recordaremos a I.Sat sobre todo por su extraordinaria labor docente. Desde las redes sociales, apenas se supo la noticia de su despedida, una multitud de nostálgicos televidentes le agradecían a la señal por toda la educación televisiva que les brindó desde un incondicional espíritu de diversidad. Allí había lugar para toda clase de expresiones del cine independiente, con espacio inclusive para el under, las corrientes experimentales y “bizarras”, toda clase de rarezas, y hasta para “las peores películas del mundo”, título de uno de sus ciclos. Lo mismo ocurría con la programación de series y documentales.
Esa voluntad provocadora y disruptiva que I.Sat expresaba alrededor del cine y sus manifestaciones paralelas aparecía, por el lado de la música, en MuchMusic. Las dos tuvieron un nacimiento más o menos cercano (MuchMusic en 1992, I.Sat un año después), pero la mayor diferencia tiene que ver con el origen. I.Sat, acrónimo de Imagen Satelital, fue una creación genuinamente argentina que se nutrió mayormente de material fílmico extranjero, mientras que MuchMusic funcionó en la Argentina como versión local de un modelo inventado en Canadá por uno de los grandes pioneros y visionarios de la TV globalizada durante la segunda mitad del siglo XX, Moses Znaimer.
Znaimer lanzó en 1984 con ese nombre el primer proyecto genuino de canal musical de 24 horas como respuesta a la aparición, tres años atrás, de MTV. El revolucionario concepto visual impuesto por MTV sobre la base de videoclips, separadores y una serie de recursos artísticos armados desde el uso transformador del sonido y el montaje encontró en MuchMusic una expresión mucho más rica y enriquecedora, en la que se mezclaban la tradición y la modernidad.
Lo que conocimos en la Argentina (y que funcionó en su momento extraordinariamente bien, más allá de su mayor o menor masividad) fue la impecable adaptación local de esa idea original expuesta desde los estudios originales de MuchMusic en el corazón de Toronto, sobre todo a partir de un estudio con ventana a la calle desde donde podía verse al canal en funcionamiento en tiempo real.
Quienes interactuaban allí con el público (nuevo y sobre todo muy curioso en términos generacionales) eran los VJ o video jockeys, presentadores que transformaban al videoclip en la materia prima de su actividad, presentándolos como si fueran discos, y los solistas y grupos que actuaban en vivo adaptándose a esa modalidad y completando la oferta musical. La señal inclusive llevó a las calles de Toronto su celebración anual de entrega de premios como extensión de esa idea televisiva de contacto directo con la gente a través de un canal dedicado a la música.
La otra gran novedad de MuchMusic terminó emparentando esta idea televisiva con la de I.Sat. Detrás de ellas, respectivamente, aparecía el trabajo creativo de dos grandes figuras de la generación y la producción de la TV paga argentina: Ralph Haiek y Mariano César. ¿Qué dejaron estas señales como gran legado? Sobre todo la muestra de ese talento televisivo genuinamente argentino que tres décadas atrás llegó a ser ampliamente reconocido en el mundo.
La Argentina no había conocido hasta ese momento una experiencia televisiva de tanta apertura al planeta como la que se vivió en los años 90. Por entonces se decía que nuestro país había sumado a lo que vendía al mundo un nuevo tipo de exportación no tradicional a través de los formatos y los contenidos televisivos, sobre todo ideas originales para relatos de ficción que no tardaron en difundirse y hacer populares a algunas de sus estrellas (Andrea del Boca, Natalia Oreiro) y, más tarde, encontraron sus réplicas o remakes en varios países.
Lo que veíamos durante esa etapa en I.Sat y en MuchMusic fue la manifestación en escala mucho más pequeña, y sobre todo con alcance y destino de consumo local, de esas amplias muestras de creatividad. Cada señal desde su propia identidad proponía en la pantalla una sucesión de pequeños o grandes momentos de innovación y originalidad televisiva: separadores, clips, microprogramas, formatos novedosos, vueltas de tuerca sobre ideas tradicionales y algunos contenidos que inauguraron destacadas carreras para sus protagonistas.
La aparición de Santiago del Moro como VJ, las creativas intervenciones del dúo Mariano Cohn-Gastón Duprat en las tandas, la llegada de Cupido (con Franco Torchia) como novedosa variante de los shows de citas y la presencia de personajes inclasificables como el Gordo Liberosky y el Mono Mario quedan como testimonios de la originalidad de MuchMusic. Lo mismo perdura por el lado de I.Sat con el recuerdo de Alfredo Casero como presentador de ciclos de cine de artes marciales, Alan Pauls y su experta voz al hablar de películas independientes y los cuentos policiales narrados por Alberto Laiseca.
El final de I.Sat y la versión argentina de MuchMusic, que se produjo junto al de Glitz (una señal sin historia que casi nadie recordará por aquí), refrescó por un rato nuestra memoria televisiva y nos llevó durante un rato de viaje hacia los recuerdos de un tiempo en el que solo se hablaba de cable cuando mencionábamos a la televisión.
Hoy, el cable (y por extensión la idea misma de TV paga) es el convidado de piedra de un escenario en el que todavía se mantiene de un lado la vigencia de la TV paga y por el otro se abre cada vez más como un camino de certidumbre hacia el futuro todo lo que pasa alrededor de las plataformas de streaming.
Es todo ese proceso interminable de transformaciones lo que termina dejando atrás como un objeto perdido y abandonado a lo que en su tiempo, apenas 30 años atrás, surgió desde la pantalla como una novedad revulsiva, provocadora y audaz. Difícilmente las señales que llegan para reemplazar a las que se van despierten en el público una identificación parecida y un compromiso afectivo tan fuerte. Lo que llega parece a priori mucho más neutro y frío, televisivamente hablando, que aquello que se va.
Es cierto que en los últimos tiempos, poco y nada quedaba en las señales que acaban de despedirse de las buenas épocas. Pero el doble adiós se siente con fuerza y deja en muchos la sensación de un fin de ciclo que va más allá de ellas. Toda una época de la historia de la creación televisiva en la Argentina es lo que se cierra. Alrededor de la TV representada por I.Sat y por MuchMusic, como dice la canción, hubo un tiempo que fue hermoso y libre de verdad.
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