En diálogo con Rolling Stone, el ex Talking Heads David Byrne habla sobre cocinar en cuarentena y hacerse cargo de los errores, mientras se espera en la Argentina el estreno de su película American Utopia, basada en las presentaciones en vivo de su último álbum y dirigida por Spike Lee.
¿Cómo estás llevando la cuarentena?
Como mucha gente, probablemente, mejoré mis dotes de cocinero. Algunos platos salieron muy bien y otros fueron verdaderos fracasos, pero nadie tiene por qué saberlo.
¿Qué hacés cuando te querés relajar?
Salgo a andar en bicicleta. Estuve pidiéndole a gente que me acompañe, amigos y miembros de la banda. Vamos a Brooklyn, Queens, Bronx, donde sea, exploramos nuevos barrios. Así, uno no se queda sentado, sino que ve un barrio nuevo, un lugar que no conocía, expandiendo la imagen del lugar en el que uno vive, entendiéndolo mejor. Está muy bueno.
¿Qué aprendiste de trabajar con Spike Lee en tu nueva película, American Utopia?
Una de las cosas que aprendí de él (y es algo que vengo aprendiendo hace años) es el entusiasmo que tiene cuando trabaja. A él lo entusiasma saber qué hacen la gente de cámara, los actores, la banda. Lo energiza todo lo que está pasando, y eso es contagioso y hace que los demás hagan un mejor trabajo.
En el show, tocás "Hell You Talmbout", la canción de protesta de Janelle Monáe de 2015, durante la cual vos y tus músicos nombran a afroamericanos asesinados. ¿Qué significa para vos ser un aliado?
Aprendí que todos tenemos un veneno adentro y es importante darse cuenta de que uno no es inmune a él. Nadie lo es. Por eso tenemos que trabajar y tratar de rechazar ese veneno, sacarlo del cuerpo. No es solo cuestión de desear que salga. Hay que trabajar. Y puede tomarte toda una vida.
Hace poco te disculpaste por haberte pintado la cara de negro y de marrón en un clip de Talking Heads. ¿Qué aprendiste de la experiencia de que la gente te llamara la atención sobre ello?
Me había olvidado por completo y pensé: "Oh, Dios, mirá esto. Cómo cambiaron los tiempos, y cuánto cambié yo". Pero pensé: "OK, voy a publicar esta disculpa y no voy a convertirlo en algo grande, voy a hablar de esto, hacerme cargo, y espero que la gente entienda que, desde entonces, maduré y cambié". Pero, como dije, es un proceso permanente. Hay que reconocer que la gente aceptó mi disculpa. Creo que sienten que lo hice bien, que estuvo bien salir públicamente a decirlo. Tu canción "Every Day Is a Miracle" se me quedó en la cabeza desde que vi American Utopia.
¿Cómo hacés para despertarte y sentir eso todos los días?
Hay que aferrarse a esa sensación cuando aparece. Sin dudas, hay mañanas en las que me levanto, leo un par de diarios en Internet y me siento bastante deprimido y sin ánimo. Otras, digo: "No, vamos, hoy tengo cosas que hacer". Y así la llevo. La letra absurda de "I Zimbra", de Talking Heads, es un poema dadaísta de Hugo Ball. ¿Cuándo es necesario dejar de tener sentido? Nunca. Mi hija tiene un hijo pequeño y estoy orgulloso de haberle enseñado a hacer girar una secadora de lechuga con la cabeza.
Muchos fans parecen obsesionados con Talking Heads. ¿Qué consejos les darías para seguir adelante?
Me di cuenta de que no se trata de mí. Para la gente que experimentó esa música, en un momento particular de su vida, fue algo muy formativo. Y no podés decirles: "¿Puedo componer una canción tan buena como una de Talking Heads?". Obvio que puedo. Pero para ellos jamás vas a estar a la altura de lo que pasó, y eso no es un fracaso de mi parte, es la vida.
¿Qué consejo te darías a vos mismo cuando eras joven?
No te preocupes por la vida, todo va a estar bien.
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