David Byrne: otra ironía (y no tanto) sobre "el mejor show de todos los tiempos"
El título del nuevo EP del ex-Talking Heads toma el título de la opinión del periodismo sobre su última gira; el recital en la Argentina fue visto por apenas 3000 personas y quedó para la historia
"La gira de American Utopia de David Byrne podría ser el mejor show de todos los tiempos", escribió el crítico de la revista inglesa NME el 15 de junio tras el paso del cantante por la ciudad de Oxford. La exageración de la frase llamó tanto la atención del exlíder de Talking Heads, la banda que marcó la new wave de los ochenta, que en otro gesto de ironía decidió bautizar su nuevo EP, The Best Live Show of All Time - NME' EP.
El EP, que incluye seis canciones en vivo de la gira de American Utopia, se puede escuchar en las distintas plataformas digitales y se incluyó en una edición física de lujo de su ultima producción. El lanzamiento celebra el final de una gira de 144 conciertos que fue la más importante y ambiciosa artísticamente desde que David Byrne comenzó su etapa solista, en 1988.
American Utopia no fue un espectáculo más dentro de su abundante catálogo de prestigiosos proyectos: el sello Luaka Bop, su trabajo con Brian Eno y St Vincent, sus instalaciones para el MoMA, sus bitácoras sobre la vida sustentable en bicicleta o el mundo de la música. El espectáculo en vivo de American Utopia seguramente dejará un legado artístico tan importante como el espectáculo Stop Making Sense, que realizó con los Talking Heads en 1984. Esa obra de arte registrada en un documental dirigido por Jonathan Demme, considerada la mejor película de rock de la historia, subió el estándar de los conciertos de rock. El nuevo show que acompañó la edición de un disco solista nuevo, después de catorce años, puso la vara aún más alta. En una entrevista con NME, la revista que inspiró el título de su último material, Byrne se ríe cuando le preguntan si podrá superar el concepto de este show. "Bueno, como alguien escribió, no parece haber un límite de edad para la innovación, ¿quién sabe?".
La frase del mejor recital de todos los tiempos puede sonar exagerada, aunque el nuevo espectáculo de David Byrne fue acumulando a su paso solamente elogios y sorprendió a los espectadores y la crítica por igual. The Guardian dijo que "era un espectáculo sin precedente". En Buenos Aires causó el mismo asombro con su puesta radical y teatral. El artista galés, de 65 años, llegó para participar de un concierto en el tercer día del Lollapalooza, que se suspendió por la lluvia. Al otro día se presentó ante los privilegiados tres mil espectadores que fueron al Teatro Gran Rex.
Ese lunes 19 de marzo quedará marcado en el calendario cultural de la ciudad como el día en que se presentó uno de los mejores espectáculos que se hayan visto en el siglo XXI. Alcanza con recordar la primera escena del show, con David Byrne sosteniendo en su mano la réplica de un cerebro mientras cantaba "Here", un tema de su último disco. El comienzo no pudo ser más desconcertante y maravilloso para un concierto de rock.
"Difícilmente la gente que asistió al Teatro Gran Rex pueda olvidarse de esa primera secuencia. Difícilmente la misma gente se pueda olvidar en toda su vida de esta obra conceptual compuesta por 21 canciones. David Byrne convirtió la experiencia musical en una obra de arte. Así de simple. Así de genial", reseñó LA NACION en la crónica de ese concierto, tal como sucedió en otras partes del mundo.
David Byrne desafió la convenciones de un recital. Se pasó meses diseñando un dispositivo escénico que le permitiera reunir todas las artes. Creó un escenario minimalista, sin amplificadores ni tarimas a la vista, y un cortinado gris plata, donde entraban y salían los once integrantes de la banda en cada escena. Uniformó a los músicos con trajes de Kenzo gris y arneses para que pudieran trasladarse con sus instrumentos de un lugar a otro: la batería y las percusiones las repartió entre seis integrantes. "No puedo imaginarme haciendo un show con amplificadores ahora", reflexionó Byrne en medio de la gira. "Si los quitás, es como si pudieras flotar en el aire".
La coreógrafa Annie B. Parson, con la que trabajó desde 2008 en el tour que hicieron David Byrne y St Vincent, diseñó los fluidos movimientos que fueron otro de los puntos centrales del extrañamiento y el asombro que causaba el espectáculo: los once integrantes podían desplazarse al unísono en diagonales, marchando descalzos como en una protesta callejera, armando ruedas, saltando o moviéndose espasmódicamente por la vibración de la música.
El artista buscaba un efecto visceral en las personas, pero no sabía cómo sería recibida su atrevida apuesta escénica. "¿Le gustarían a la audiencia los resultados? Imposible de predecir. Un conocido director de cine me dijo que cuando vio el comienzo del espectáculo, pensó: 'Oh, ¿va a ser así? Esto es muy pretencioso'. (De hecho, le encantó el programa y pensó que el comienzo fue una mala dirección.) Cuando comenzamos a recorrer el programa, pude sentir que las audiencias intentaban descifrar el segundo o tercer número: '¿Es esto lo que es? ¿Me gusta?'. Para el cuarto número, parecía que habían decidido que les gustaba, además de estar complacidos con un artista que los respeta lo suficiente como para ofrecerles algo completamente nuevo".
Para todos los que vieron el show, el resultado fue fascinante: una pieza performática, un ritual colectivo, un recital, una obra sofisticada y directa con crítica, baile y humor.
"The Best Live Show of All Time", el flamante material editado por David Byrne, permite respirar algo del mítico aire de ese concierto. El artista eligió seis canciones grabadas en el show que ofreció en septiembre en el Kings Theatre de Brooklyn. Es apenas una síntesis caprichosa entre la selección de clásicos de Talking Heads y sus temas solistas, que trazan un hilo conductor entre aquel artista alienado y pospunk de fines de los setenta y este observador irónico del sueño americano. Como cuando canta la versión en vivo de "Dog's mind" de su último disco: "Somos perros en nuestro propio paraíso, en un parque temático propio".
En este adelanto en vivo de lo que podría ser un material más extenso y audiovisual para completar la experiencia, Byrne reparte dosis homeopáticas del itinerario de su espectáculo, donde combina orgánicamente el pulso bailable y afilado de la new wave, la luminosidad pop y las secuencias electrónicas. Del EP resaltan dos gemas de los Talking Heads: "I zimbra", de Fear of music, de 1979, y "This must be the place", del álbum Speaking in tongues, de 1983. Son los momentos eufóricos del show, que se complementan con las canciones de su último álbum "Every day is a miracle", "Everybody's coming to my house", "Dog's mind" y el final festivo que ofrece "Toe Jam".
"American Utopia podría ser el mejor show de todos los tiempos", anunció a todos el periodista inglés cuando llegó a la redacción de NME. Posiblemente así quedará grabado en la memoria para los que fueron al show de David Byrne en el Gran Rex.