Darín, el malo de la película
Protagoniza "Nueve reinas", policial con algo de comedia, que fue dirigido por Fabián Bielinsky.
La televisión fue una suerte de segundo hogar durante varias temporadas. Pero después del alto rating de "Mi cuñado" y de la experiencia -lograda, pero menos rimbombante en materia de mediciones de audiencia- de "La mujer del presidente", Ricardo Darín decidió tomar distancia y concentrar sus energías en el teatro (sigue en gira por el interior con "Art", obra que protagoniza junto a Germán Palacios y Oscar Martínez) y recrear, en cine, personajes menos cercanos a la comedia.
Por lo pronto este jueves, con el estreno de "Nueve reinas", la ópera prima de Fabián Bielinsky que encabeza junto a Gastón Pauls (y en la que participan Leticia Brédice y Tomás Fonzi), Darín se mostrará, por primera vez, como el malo de la película. Allí es Marcos, un estafador "capaz de vender a la madre con tal de lograr sus objetivos". Se trata -dice- de un personaje que, como los que realizó este año en los unitarios televisivos "Por ese palpitar" y "Tiempofinal", le permiten "probarse y correr riesgos, no resignarse a la tranquilidad de tocar siempre la misma cuerda artística".
Darín habla de su personaje, este estratego del arrebato callejero. Y por medio de él, del universo de engaños y farsantes que plantea el film, el primero de Bielinsky. "Marcos desarrolló la capacidad de ver la más mínima posibilidad de sacar partido en beneficio propio ante la ingenuidad de los demás -comenta Darín-. Pero a pesar de que no usa armas ni es un criminal pesado, es un delincuente. El y Juan (Gastón Pauls) mueven la pieza indicada en el momento oportuno, como para que la víctima se avive de que le robaron mucho tiempo después de que ellos se hayan ido. Ellos son sólo abusadores."
-Se jactan de no ser delincuentes.
-Y se ponen virulentos con esa denominación. Porque no es lo mismo un "chorro" que un "punga", un arrebatador o una mechera. Hay códigos. Para ellos, la cuestión pasa por cómo birlarte lo que tenés, sin que te des cuenta. Y como saben que hace falta una capacidad y un arte para eso, se vanaglorian de poseer ese arte.
-Antes del rodaje dijiste que Bielinsky te convocó, entre otras cosas, porque le interesaba ver hasta qué punto podían diluir esa parte querible de los personajes que habías hecho hasta entonces. Con el film terminado, ¿creés que lo lograron?
-Como a Marcos algunas cosas no le salen como las había planeado, mínimamente hay una especie de redención. Pero eso de sentir misericordia es una redención muy nuestra. Yo creo que es un gran hijo de p..., no por los resultados, sino por el modus operandi. Un tipo al que le importa sólo su beneficio. Me parece que si decide olvidarse de todas las cosas que Marcos decide olvidarse, es un gran cínico.
-¿En qué se diferencia este personaje de un villano típico?
-El típico es malo desde que empieza hasta que termina la historia. Allí hay una pequeña diferencia con respecto a Marcos. Ocurre que él es un villano disfrazado de otra cosa, entonces por momentos consigue engañar y que confíen en él; puede resultar querible. Es atípico porque no mata a nadie, no ejerce violencia física ni anda a los tiros; pero por lo demás, es un gran cínico.
-Mas allá de la historia que cuenta, ¿la película puede ser un reflejo de la Argentina de hoy?
-Puede ser. En la descripción callejera que hace Marcos sobre las distintas denominaciones que tiene cada uno de los tipos que se dedican a estafar, puede haber paralelismos, identificaciones, espejismos. Pero como la película precisamente no baja línea en ese sentido, es un cuento. Si un cuento está bien contado, uno puede encontrar paralelismos en donde quiera en función de las cosas que conoce. Uno puede llegar a verse reflejado y decir: "A mí me hicieron eso". Y, los menos, decir: "Yo hice eso". Quiero creer que son los menos...
-En algún aspecto, Marcos también es un chanta. ¿En qué se distingue de los que hiciste en televisión?
-Este es un chanta y tiene pequeños momentos de redención, pero después vuelve a mostrar cuán maldito es. Lo que pasa es que la terminología en nuestro país, generalmente, adquiere un significado distinto. A los chantas los tenemos incorporados casi familiarmente. Sin embargo, como todos tenemos uno cerca, hemos aprendido a convivir con ellos, también de algún modo aprendimos a quererlos y a justificarlos. Lo cual es un gran problema.
-En los últimos años parece predominar la sensación de que el vivo es el que gana.
-Estos últimos quince años es un sálvese quien pueda. Muchas veces escuchamos que un fulano se mandó una muy grosera y dicen: "Sí, pero qué bien la hizo". Aparentemente, en ese "qué bien la hizo" está implícito un reconocimiento, un arte y un ojo especialista para ver la oportunidad y el momento exacto. Entonces, automáticamente, sin darnos cuenta estamos venerando y ponderando a esa persona. Y la ponemos como ejemplo, lo cual es aún más embromado. No es una pretensión del director ni de la película, pero en ese sentido, en algún punto el film nos desenmascara; nos pone el espejo delante para que nos miremos.
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