Urban Splendor: cruce de estilos, temas universales y golpe de efecto
La compañía de Débora Levit, coreógrafa radicada en Estados Unidos hace ya dos décadas, se presenta en el la calle Corrientes
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Urban Splendor. Coreografía y dirección: Débora Levit. Intérpretes: Soledad Bayona, Florencia Liserre, Soledad Mangia, Daniel Sciarrone, Gabriela Azar, Federico Cáceres, Antonella Ferreiro y Walter Emmanuel. Diseño de iluminación: Carolina Rabenstein. Video: Euge Choque. Escenografía: Noelia Svoboda y Daniel Bracesco. Teatro El Nacional. Próxima funciones: 18 y 25 de octubre, a las 20.30. Nuestra opinión: Muy bueno.
La compañía de danza contemporánea de Débora Levit atravesó la pandemia compartiendo videos de sus coreografías en las redes sociales y le llegó el momento de volver al encuentro de los cuerpos. Fiel a su estética de cruce de las danzas urbanas, el lyrical jazz y las proyecciones multimedia, Urban Splendor regresó a las funciones presenciales sobre el escenario del Teatro El Nacional, al que le sacan bastante el jugo aprovechando para colgarse por el proscenio. El espectáculo, que ronda los 60 minutos, abre con Rush hour, un clásico de este elenco, sobre la velocidad en las grandes ciudades, para luego continuar con nuevas creaciones donde transita otras temáticas, también universales, como las adicciones o el cambio climático.
La banda de sonido, sin autores detallados en el programa, por momentos se asemeja demasiado a la música lo-fi y es quizás el eslabón más débil de la cadena de rubros técnicos. Por el contrario, el diseño de iluminación de Carolina Rabenstein y el video de Euge Choque que se proyecta sobre los cuerpos, y la escenografía de Noelia Svoboda y Daniel Bracesco, logran en conjunto un efecto narrativo que completa la propuesta coreográfica.
Trabajando sobre toda la profundidad del escenario, pero siempre desde un plano central y frontal, los ocho intérpretes han crecido en expresividad sin perder la capacidad técnica que les permite atravesar todos los lenguajes con soltura e incluso a arriesgarse a hacer varios fouettés con los pies descalzos.
Casi todas las coreografías son autónomas, o podrían serlo, excepto el tríptico que alude directamente a la adicción a la cocaína, en el que todos los recursos expresivos y técnicos apuntan hacia el mismo lado.
Del sólido elenco es necesario destacar a Soledad Mangia, que se luce en un dúo con la inocencia del primer amor, junto a Daniel Sciarrone. Y que no puede esconder la gracia en la pisada y el zarandeo que le dio el primer puesto en Baile Folklórico Estilizado en la última edición de Pre-Cosquín.
En todo el espectáculo se trasluce la mano de Débora Levit, radicada en Nueva York hace más de 20 años, quien logra crear un repertorio que podría ser visto en cualquier ciudad del mundo sin perderse en las traducciones.
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