Una compañía joven que se atreve a correr nuevos riesgos
El elenco provincial hizo El Mesías, de Wainrot
SALTA.- Inmaculados, sobre una escena teñida de un azul celestial, la mitad de los bailarines del Ballet de la provincia de Salta salen a escena. El desafío es grande: El Mesías , de Mauricio Wainrot, es una obra complicada para esta compañía que todavía no cumplió los dos años; un elenco formado fundamentalmente en un estilo clásico tradicional. Algunos experimentan por primera vez una contracción en su cuerpo y muchos se refieren a esa segunda posición tan abierta -en oposición a la académica, más estrecha- como la "segunda Wainrot".
A pesar de ciertas debilidades -en las levantadas, por ejemplo-, la veintena de intérpretes que el miércoles último, Día Internacional de la Danza, estrenó esta coreografía sobre el oratorio de Händel, se vio profesional y ajustada. Artistas como la bellísima Erika Zimmermann, en el papel central, llegaron a transmitir la espiritualidad que encierra la obra, y otros, como el brasileño-japonés Theo Kiyoyuki Yano, irradiaron luminosidad. Hubo cuadros grupales que por su sincronía fueron unísonos, y escenas de pechos hinchados, brazos abiertos y miradas elevadas que lograron conmover.
Con orgullo y osadía, el director del team , Leandro Regueiro, dice que es la primera vez que se da El Mesías en el interior -además del Ballet Contemporáneo del San Martín, la pieza integra el repertorio de las óperas de Bordeaux y de Niza, del Royal Winnipeg canadiense y el Flandres de Bélgica-. "Nos atrevemos a traer obras interesantes y difíciles, que nos hacen crecer", considera el "maestro", como lo llama aquí todo el mundo, en diálogo con LA NACION, que viajó invitado por este organismo provincial para asistir al estreno de aquella obra.
Regueiro y Liliana Ivanoff, la subdirectora, están casados hace 40 años, se conocieron ya bailarines y siguieron camino juntos. Ambos iniciaron su ruta en el Argentino de La Plata, pasaron a comienzos de los 70 un lustro en escenarios de Alemania y, de vuelta en el país, siguieron su carrera como integrantes del Estable del Colón, en el que se jubilaron del escenario y luego se desempeñaron como ensayistas y maestros del Instituto Superior de Arte. "Siempre hemos funcionado de una manera conjunta y ahora esto parecía como una aventura. Tenemos dos hijos que se hicieron grandes y en vez de irse ellos de casa resulta que nos fuimos nosotros", comentan con gracia.
La pregunta obligada, entonces, es por qué estuvieron dispuestos a dejar Buenos Aires y el mayor de los coliseos por un elenco con todo por hacer. "Empezaron los problemas en la escuela", observa Regueiro, formador de generaciones de varones, desde Maximiliano Guerra hasta la joven promesa Gerardo Wyss. "La gran debacle del Colón", completa Ivanoff. Ellos ganaron por concurso sus puestos de directores en el Ballet de Salta y pusieron en marcha un proyecto que concibieron sobre la base de sus antecedentes. "Inconscientemente nos fuimos preparando para esto -advierten-. Tratamos de aprender, de llevarnos la menor cantidad de errores de las experiencias que hemos hecho. Trabajamos bajo reglamentaciones muy estrictas, que en vez de ayudar a la compañía [del Colón] la perjudicaban. Entonces, quisimos que nuestro reglamento fuera lo más flexible posible en bien del espectáculo." En consecuencia, aquí no hay estabilidad; todos los bailarines pertenecen por contrato a un mismo cuerpo, sin categorías, y concursarán su puesto en él cada dos años; trabajan de lunes a viernes, en su sede de la Casa de la Cultura, en la que toman, además, su clase diaria, obligatoria y paga. Vaya las diferencias.
Con su fuerte en el conocimiento artístico, la dupla tuvo que empezar a familiarizarse con cuestiones de la función pública que les resultaban un tanto ajenas. Por eso, a veces, se topan con un presupuesto que les deja asuntos pendientes y sobrellevan con mucha voluntad una estructura todavía chica, con vacantes que deberían cubrirse en el corto plazo -desde rubros técnicos hasta otros operativos para que, por ejemplo, tras el ensayo general la maestra no termine llevándose a casa para lavar el vestuario del espectáculo-.
Cualidades excepcionales
Pero, fundamentalmente, el Ballet de la Provincia de Salta sobresale por un puñado de características excepcionales. Es una compañía clásica -dispuesta a tomar riesgos, a probar lenguajes de coreógrafos invitados- creada por decreto en junio de 2007 para darle un hermano a la Orquesta Sinfónica que dirige Luis Gorelik. Pero, también, nace como reflejo de una ciudad sembrada de estudios de danza. Curiosamente sólo el diez por ciento del staff -ahora de 45 intérpretes- es salteño y la variedad de su composición se entiende como el fruto de un estricto concurso abierto internacional. Por eso en este ballet hay bailarines de diferentes provincias (Córdoba, Santa Fe, Chaco, Mendoza, Tucumán) y de otros países de América latina (Brasil, Paraguay, Perú, Chile). Hay quienes ya dieron sus primeros pasos profesionales y otros debutantes; hay dos pares de hermanos, tres matrimonios y varios noviazgos; hay mucho talento y potencial. El vigor y la energía de la juventud (el mayor del elenco apenas cruzó la barrera de los 30) es su denominador común. Y aun con lo disímil de sus formaciones, los bailarines lograron funcionar en un ensamble que sorprende por sus virtudes. "Queremos demostrarle al público de Salta que el ballet no es nada más que El lago de los cisnes , el tutú blanco y la coronita", decía Ivanoff. Y allí van: mañana y pasado, volverán a medir su desafío en el Teatro Provincial con El Mesías .
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