Una Carmen urbana y emancipada, en el regreso de Jorge Amarante
Tras varios años en México, el coreógrafo vuelve a los escenarios locales con una puesta que reimagina el clásico
Decía Antonio Gades que Carmen era un personaje que se habían robado los franceses y que él procuraba traerlo de vuelta a España: "Hice Carmen -afirmaba- porque quería quitarle esa visión superficial que no permite ver a la mujer emancipada que en realidad es". Por su parte, el coreógrafo argentino Jorge Amarante montó su versión danzada de Carmen intentando, también, evitar el estereotipo; la ve como "una mujer que es liberal, que es amor por sí misma, con un carácter fuerte, casi siempre apasionado, que le es propio". Su concepción -que, según anticipa, actualiza ciertos aspectos del drama tradicional- se verá mañana en el ND Teatro.
Con una carrera destacable como intérprete en roles centrales (Drosselmeyer en El cascanueces; Albrecht en Giselle; Sigfrido en El lago de los cisnes; Florimond en La bella durmiente, casi todos con el Ballet Estable del Teatro Colón) y con una trayectoria más que atendible como coreógrafo, un día de 2014 Jorge Amarante (49) armó sus valijas y, junto con su mujer y sus dos hijas, partió a México para asumir la dirección del Ballet de Monterrey, el segundo en importancia después del oficial, la Compañía Nacional de Danza de México. Hace unos meses, cuando sintió que la experiencia mexicana se había consumado, el coreógrafo regresó a Buenos Aires, y para su reencuentro con el público local eligió Carmen.
En sus orígenes como bailarín, no bien egresó del Instituto Superior de Arte del Colón, Amarante pasó a integrar el Ballet del Teatro Argentino de La Plata, que dirigía Esmeralda Agoglia. Duró poco: unos meses después, un concurso en el Teatro Colón le permitió ingresar al Ballet Estable del primer coliseo. Su evolución técnica y artística, sin embargo, pudo apreciarse cuando, a los 21 años, ingresó al Ballet Argentino de Julio Bocca; las giras de 1990 y 1991 de este grupo lo contaron en sus filas.
"Pero mantuve mis lazos con el Teatro Colón, donde desarrollé gran parte de mi carrera -advierte-, ya desde los días del Taller Coreográfico, destinado a foguear a los bailarines del Ballet en la composición". Así, varios de los integrantes del Cuerpo Estable lo acompañaron cuando, en 2003, Amarante decidió formar su propia compañía, el Surdance Ensemble, con el que desarrolló su propio lenguaje. "En realidad, con el oficio coreográfico buscaba nuevas formas de expresarme", aclara, mientras devora una suculenta torta de chocolate con el aire entusiasta y espontáneo de un adolescente.
Con sus propias huestes emprendió su periplo internacional; participaron del Festival de Toronto (Canadá), del Festival Internacional de Danza Contemporánea de Bogotá y luego, también en Colombia, del Festival de Cali. Algunas de las obras que integraron el repertorio del grupo fueron Assai, Cantus, Grappa Tango (presentada también en el Colón) y, entre otras, Punto de encuentro, que se alzó con el premio al mejor coreógrafo en el Concurso Internacional de Ballet de La Habana.
De pronto se vio dando clases en el Ballet Estudio, que dirigían Olga Ferri y Enrique Lommi, lo que le facilitó un estrecho rapport con la titular del estudio, una de las bailarinas más prestigiosas de la historia de la danza argentina. "Yo no había estudiado con Olga -señala-, pero ella había visto casi todas mis obras en video y le gustaban, lo que me deparó trabajar dos años con ella y con Analía". Amarante se refiere a Analía Sosa Guerrero, su esposa, maestra durante años allí, en el Ballet Estudio, y también integrante, hasta el día de hoy, del cuerpo de baile del primer coliseo.
En 2008 sobrevino el nombramiento oficial para dirigir, con Olga Ferri, el Ballet del Colón. Duraron menos de un año al frente de la compañía. "Fue el año del Master Plan -recuerda Amarante-, cuando empezaron las reformas del Teatro, que se extendieron durante tres años. Fue duro, pero en esa experiencia aprendí mucho".
México, ida y vuelta
En 2014 llegó la propuesta para dirigir el Ballet de Monterrey, ámbito que le resultaba familiar porque durante una década había viajado intermitentemente a México para montar allí sus obras. El despegue fue muy rápido: no había que pensarlo mucho. Pocos días antes de partir, al final de una clase en el Ballet Estudio, reunió a sus alumnos y les dijo: "Esta fue la última clase". Todos lloraron.
Al cabo de cinco años de esa despedida, a mediados de 2018, estaba de regreso. Se tomó unas semanas de relax para la readaptación y finalmente pensó: "¿Por qué no montar Carmen?". Era materia conocida para él porque un par de años atrás la había hecho en Monterrey. Volvió a convocar a integrantes del Ballet del Colón y ahí está el espectáculo, (casi) listo para levantar el telón.
En cuanto a la elección de Carmen para la rentrée a su país, Amarante confiesa que siempre lo apasionaron tanto la trama como los personajes. "Además -agrega-, la obra pegó fuerte en México, lo que me da cierta confianza".
La base musical de esta producción sigue siendo la de Rodión Schedrin, pero el coreógrafo le agregó unos diez minutos, con dos piezas de la suite que había armado el propio Bizet: la "Danza bohemia" y la "Seguidilla", que es lo que baila Escamillo, que aquí no es un torero. Y no incluye, como en la versión de Gades, apelaciones a figuras del flamenco.
"Esta es una Carmen totalmente moderna, urbana -puntualiza-, que se desarrolla en una 'caja negra', formada por cuatro bastidores. Tampoco tiene nada que ver con la de Alberto Alonso, a la que conozco bien porque la bailé. Esto es 'a tierra', a media punta. Es danza, pero también hay mucha actuación".
Con un lenguaje dancístico que fluctúa entre el neoclásico y el contemporáneo, el coreógrafo estima que el resultado es una pieza "sanguínea, pasional", que además alude indirectamente a una cuestión muy actual, como la preocupación por los femicidios. En cuanto a la asignación de un rol tan comprometido como el de Carmen, Amarante afirma haber encontrado en Macarena Giménez a la intérprete ideal. A José lo encarna Maximiliano Iglesias, que es pareja de Macarena en la vida real, y Jiva Velázquez compone un Escamillo que en lugar de torero es un donjuán. Todo con el respaldo de Karina Battilana en la producción.
El entrevistado se dispone a apurar lo que queda de un cortado porque el diálogo se va cerrando. Pero en el final todavía se dispara una pregunta ineludible: si el coreógrafo ya acaricia alguna idea para una pieza nueva. Jorge Amarante tiene claro cuál será su próximo paso: "Sí -responde-. Con Karina Battilana ya estamos trabajando en una pieza que entrelazará dos cuentos infantiles tradicionales, pero todavía no quiero revelar cuáles son".
Carmen
Coreografía de Jorge Amarante
Mañana, a las 21.
En el ND Teatro, Paraguay 918.
Localidades, entre $400 y $800.
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