Un paseo elegante por todos los estilos de la danza española
Bata de cola, mantón de Manila, capa, sombrero y castañuelas: la Compañía de Antonio Najarro trae de la península un espectáculo de altísima calidad que da cuenta que no sólo de flamenco se nutre la historia de este baile
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Querencia por la Compañía de Antonio Najarro. Idea original y coreografía: Antonio Najarro. Composición musical: Moisés Sánchez interpretada por la Orquesta de Extremadura y el Percusionista flamenco Odei Lizaso. Diseño de iluminación: Pau Fullana. Diseño de Vestuario: Yaiza Pinillos. Funciones: hoy, a las 20.30; mañana, a a las 21.30, en el Teatro Coliseo
Nuestra opinión: Muy Bueno
Que la danza española tiene más que flamenco para mostrar. Que además de tener salero hay que tener elegancia. Que el vestuario es una parte vital de un espectáculo de danza. Esas parecieran ser las tres premisas de Querencia, el espectáculo que la Compañía de Antonio Najarro ha traído a Buenos Aires durante su gira latinoamericana. Y el público presente lo entiende perfectamente y agradece la altísima calidad de la función.
Si bien el flamenco y las danzas de otras regiones se asoman al escenario, Querencia tiene mucho de Escuela Bolera y de danza estilizada. Esa esquina donde la búsqueda de la perfección de la danza académica clásica se encuentra con las castañuelas y las faldas con volados. Entonces hay fouettés y jetés, pero el braceo expresa siglos de baile español. Y el floreo de las manos no cesa nunca.
Después de una introducción tras una teleta que anticipa lo que vendrá, se suceden once cuadros independientes entre sí y nombrados con números romanos. Así es como Najarro lleva al público de paseo por los estilos que ha aprendido en las academias de danza en España y no los fusiona: los presenta ordenadamente para que nada pierda su protagonismo.
En el Cuadro II, el dúo de Carlos Romero y Tania Martín se vuelve un trío centrado en la bata de cola. En el Cuadro V hay mantones de Manila con tintes oscuros en sus flecos, que vuelan y abrigan a María Calderón, Cristina Carnero, Tania Martín, Alejandra de Castro, Celeste Cerezo y Lucía Cardeñoso.
Una cobriza capa española brilla junto a Carlos Romero cuando es solista del Cuadro VI. Y luego se suman Ethan Soriano, Alejandro Lara, Álvaro Brito y Álvaro Madrid para que el juego con el sombrero cordobés traiga una reminiscencia a las ruedas de un tren a vapor.
La música que acompaña el espectáculo, de 75 minutos de duración, ha sido compuesta por el pianista Moisés Sánchez y ejecutada por la Orquesta de Extremadura. Cada uno de los movimientos acompaña sinfónicamente el garbo de toda la compañía, que completa el sonido grabado con el vivo de sus palmas y su zapateo. Y sus castañuelas, instrumento najarresco, si los hay.
El diseño de iluminación de Pau Fullana, corta la oscuridad con un puñal y separa con claridad cada uno de los climas. Y el diseño de vestuario de Yaiza Pinillos tiene una factura perfecta que reelabora los figurines tradicionales de la escuela bolera, pero los trae al presente con brillos sobrios de bronce y peltre, mucho negro. Y transparencias impensadas en el siglo XVIII.
Los catorce intérpretes de la compañía se ven livianos y proyectados hacia la altura. Sin narrativa alguna, a veces el movimiento parece evocar encuentros y desencuentros, inocencia adolescente o deidades hindúes con muchos brazos. Pero son apenas ráfagas que invocan alguna imagen más figurativa.
Sólo hacia el final del espectáculo suceden dos cuadros con un tinte más interpretativo. Cuando Tania Martín llega en andas, como una faraona y con mantilla negra y peineta y mueve los hilos de Álvaro Madrid y Alejandro Lara. Y en el Cuadro X donde Daniel Ramos despliega un solo más contemporáneo y libre de vestuario y ataduras.
Con un final rítmico y brillante, toda la compañía y su director reciben el aplauso de una audiencia entusiasta, que espera disfrutar próximamente de los múltiples proyectos de Najarro, con el mismo amor con el que siempre es recibido por el público porteño.
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