Un "Oscar" de la danza para el Río de la Plata
La argentina Ludmila Pagliero y la uruguaya María Riccetto ganaron ayer el Benois de la Danse en Moscú
La danza tiene un galardón que se ha hecho llamar “el Oscar” para ilustrar rápidamente y a todos los públicos el impacto que tiene en este arte. Se entregan anualmente en el mítico Teatro Bolshoi de Moscú (que no por historia, sino por el brillo, sería en este caso el equivalente del Dolby de Hollywood). Anoche los Benois de la Danse tuvieron su 25a edición, que terminó con una gran noticia para este rincón del mundo: la argentina Ludmila Pagliero, étoile de la Ópera de París, y María Riccetto, primera figura del Sodre uruguayo, compartieron el premio de mejor bailarina.
Ya desde el backstage, antes de salir a saludar, Riccetto confirmó la noticia a LA NACION: “Estoy feliz y en shock”. Su nominación por el rol de Tatiana en Onieguin, obra que fue un trampolín para su trayectoria, era ya una distinción para esta uruguaya, de 37 años, que hizo su carrera internacional en el ABT de Nueva York y que en 2012 resolvió continuar su desafío con la vuelta a casa. Y si la sorpresa fue grande para ella, mayor aún para Pagliero: su ausencia en el teatro durante la ceremonia a raíz de una lesión en la pierna de la que se recupera favorablemente no era buen presagio, pero el reconocimiento barrió cualquier atisbo de injusticia. “Lo había dado por perdido, porque no podía ir. Manuel Legris fue quien me propuso [por la interpretación de Other dances, de Jerome Robbins] y la admiración que siento por él ya era una gran felicidad”, confió anoche “con calor en el corazón”. Cualquiera que, al menos en calidad de público, haya tenido una experiencia con el ex bailarín francés podrá entender lo que ella quiere decir.
Más allá de las consideraciones personales y el merecimiento de ambas a la par (“¡Qué viva Sudamérica!”, se oye desde París), un buen correlato es que el premio sirva para que el público las reconozca y se acerque a la danza de calidad. Hace apenas días Riccetto era elogiada en esta sección por su genial interpretación de Catalina La Grande en Hamlet Ruso, el ballet de Boris Eifman que con dirección de Julio Bocca se vio en la calle Corrientes. Y especialmente la ocasión debería resultar un imán de convocatoria para Pagliero: este invierno estará recorriendo el país con el Ballet del Sur de Bahía Blanca haciendo La Sylphide (el 28 y 29 de julio serán las funciones en el Teatro Coliseo) en una gira que terminará en el mágico Teatro del Lago de Frutillar, en Chile. Ella, que dejó el país a los 16 años y consiguió lo que ningún argentino antes en Francia –ingresar en la compañía sin haberse formado en la escuela de la Ópera, alcanzar la máxima categoría de étoile–, paradójicamente recién el año pasado hizo su primera obra completa en el Teatro Colón. El Benois de la Danse confirma que su lugar está donde debe: en la cima del podio mundial.
Ayer a la medianoche, en la Ciudad Luz, Pagliero atendía el teléfono que sonaba insistentemente con mensajes de felicitaciones que le llegaban de todas las latitudes. “Saber que me otorgan este premio es una gran felicidad –dice, con la sencillez que la caracteriza–, aunque estar nominada era ya ser reconocida por ese jurado tan importante”. A propósito, el cuerpo de notables presidido por Yuri Grigorovich que falló a favor de las rioplatenses señaló a los ganadores de otras categorías: Hugo Marchand y Denis Rodkin compartieron el logro al bailarín masculino, la candiense Crystal Pite fue la mejor coreógrafa y la trayectoria distinguida fue la de una eminencia, también latinoamericana: la brasileñoa Marcia Haydee que dirige el Ballet de Santiago. Además de Bocca y Legris, el tribunal de jueces lo conformaron más nombres indiscutidos de la danza mundial, como Julie Kent y Brigitte Lefevre. Pagliero se refiere a ellos con especial atención y agradecimiento, porque entiende que es “un privilegio tener a esa gente que se ocupa y que te observa y que quiere regalarte este reconocimiento”, que además del prestigio consiste en una estatuilla (no hay una contrapartida monetaria). “Es muy difícil el trabajo del jurado, poder establecer una comparación entre los bailarines, porque cada uno de los nominados lo está por obras muy diferentes interpretadas en la última temporada 2016-2017, que van desde un gran ballet clásico a una pieza de quince minutos, como en mi caso”, sigue la argentina, y cuenta los desafíos de la pieza que le valió este “Oscar”. Other dances tiene la particularidad de ponerte en un escenario, improvisando mientras la música te inspira, con la libertad de no tener que interpretar, sino de existir como artista. Me da la posibilidad de ser Ludmila Pagliero y no Tatiana ni Giselle ni Aurora [da los nombres de algunos personajes célebres del repertorio del ballet, con una historia conocida detrás]. Es un momento de danza donde el único interés o búsqueda es ser uno mismo. Y eso es muy difícil, porque hay libertad de interpretación, pero al mismo tiempo está muy encuadrado. Entrás al escenario sin artificios y sos vos en el estado que estás ese día.” Y ese día de marzo cuando Legris vio a Pagliero bailar Other dances no dudó en proponerla para el Benois de la danse.
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