Un homenaje como campana de largada
Con Querida Noemí, el festival porteño rindió homenaje a Lapzeson, que falleció este año
En la noche primaveral de octubre, una larga cola de entusiastas inundaba la vereda de la avenida Triunvirato; los vecinos de Villa Urquiza se preguntaban qué se está celebrando allí, en el Centro Cultural 25 de Mayo, donde anteayer se puso en marcha el 10° Festival Buenos Aires Danza Contemporánea.
En la inauguración del ya clásico evento, que dirige Roxana Grinstein y continúa hasta el próximo miércoles, bailarines y maestros, jóvenes y veteranos, aficionados y profesionales, artistas y docentes presenciaron el espectáculo central de un programa que pautó el carácter de homenaje de la velada, cifrado en la pieza Querida Noemí: recuerdo a Noemí Lapzeson, la gran maestra argentina que murió en Suiza en enero de este año, concebido por su discípula, Romina Pedroli.
Al final de esa rica performance (que incluyó proyecciones y música en vivo) se sirvió un cóctel en el hall principal del Centro Cultural, mientras que en el primer piso, en "la redonda", parte de los espectadores siguieron las alternativas de la pieza De la continuidad de la forma, creación de Emanuel Ludueña.
Marcas de una gran creadora
El rasgo dominante de la apertura del festival -decíamos- fue el homenaje a Lapzeson; su figura y su herencia artística se destacaron tanto por su refinamiento estético como por sus implicancias emocionales. Romina Pedroli, otra argentina que en algún momento también emigró a Suiza tras los pasos de la excepcional coreógrafa, tradujo en su propio cuerpo el legado de su maestra. Pedroli es, entre los artistas locales, la intérprete que acaso más definidamente absorbió -y continúa haciéndolo- los lineamientos estéticos "de culto" que Lapzeson desarrolló en su vasta producción y sus clases.
Querida Noemí se desarrolló en dos partes: primero, en el foyer del teatro, donde la bailarina interpretó el unipersonal "Pasos", y continuó en el escenario de la sala principal. "Pasos" es una pieza que Lapzeson compuso especialmente para su discípula y que ambas dieron a conocer en Buenos Aires en 2010. En el solo la ejecutante despliega en quince minutos las incontables posibilidades expresivas de un cuerpo "instalado", sin desplazamiento, con preponderancia del torso, en una apoteosis minimalista de la espalda, los hombros, los omóplatos y la cabeza, hasta elevar y movilizar las extremidades. Esta búsqueda en áreas insospechadas del movimiento, que la artista suizo-argentina concibió con virtuosismo, se transfiere a Pedroli en una admirable mímesis.
La segunda parte reunió materiales de diversos órdenes, principalmente fílmicos, en los que se recuperan las enseñanzas de Lapzeson, su bello rostro en primer plano, sus entrevistas en francés, sus confesiones acerca del rol de la danza: "Trato de 'des-danzar' la danza", dice en un momento. La frase sintetiza buena parte de su incansable búsqueda del ascetismo expresivo.
Memorias en movimiento
El homenaje a Noemí Lapzeson forma parte de una sección del Festival de Danza Contemporánea dedicada a grandes figuras de ese arte en el país.
El sábado, a las 20, en la Usina del Arte, Graciela Martínez y Ana Kamien, dos creadoras que representan momentos icónicos del Instituto Di Tella, harán una conferencia performática como puente con aquellas creaciones.
El domingo, a las 17.30, en el C.C. 25 de Mayo, Margarita Bali presentará una versión de Doblar mujer por líneas de punto, obra de 1995, junto a Gabriela Prado. El mismo día, a las 19, en el Cultural San Martín, Doris Petroni revisitará una obra de Ana Itelman.
El miércoles, a las 18, en el San Martín, Lucía Llopis presentará una obra sobre la figura María Fux.
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