Un collage que asombra, fascina y sorprende
Doblar mujer por línea de puntos... revisitada
Dirección: Margarita Bali / Coreografía: Bali en colaboración con Gabriela Prado / Intérpretes: Bali, Prado / Música: György Ligeti y Gabriel Gendin / Iluminación: Eli Sirlin / Escenografía: Raúl Gómez /Vestuario: Eli Kuris Dik, Julieta Harca /Sala: Payró, San Martín 766 / Funciones: sábados, a las 19 / Duración: 50 minutos. Nuestra opinión: Muy Buena
La expresividad llevada al límite, despojada de toda solemnidad, apropiándose del espacio, desafiando las leyes de gravedad y haciendo uso de un humor tan absurdo como eficaz es parte de esta pieza que Margarita Bali y Gabriela Prado estrenaron en 1995, en el Cultural Recoleta, y que ahora decidieron revisitar, en el Payró, sala en la que se conocieron las primeras obras de Nucleodanza, compañía creada por Margarita Bali, Susana Tambutti y Ana Deutsch, que entre los años 70 y los 90 deslumbraron acá y en el exterior con múltiples coreografías.
A esta "revisita" se suman una obra de videodanza, recortes de críticas periodísticas a Nucleodanza, imágenes de la inolvidable "Visita", de Monti, dirigida por Jaime Kogan, y un diálogo entre Bali, Prado y el público en el que Margarita hace una apretada síntesis de su trabajo.
El espectáculo tiene el formato de un collage que asombra, fascina y sorprende a la vez, porque la creatividad de esta pieza plantea desafíos interpretativos que hoy casi han desaparecido de los escenarios.
Al comienzo se observa en formato puro, la obra original, con Prado debatiéndose en un duelo corporal y espacial con una mesa y una silla en escorzo, que pone en crisis las perspectivas, las que parecen diluirse y adquirir múltiples líneas de fuga en esa caja de resonancias que es el escenario. El cuerpo de la bailarina de deconstruye como si de una figura cubista se tratara. No es casual que se mencione irónicamente a Picasso.
Mientras la música de Ligeti y Gendin se escucha de fondo, Gabriela Prado personifica burlonamente a una mujer que impúdicamente juega con las líneas, los planos y la plasticidad de su cuerpo. La intérprete subraya su femineidad como si quisiera despojarse de recuerdos, conductas y formas establecidas para huir en pos de algo tan intangible como "subversivo" en su contenido.
La obra de Prado y Bali tiene influencias en su cuestionamiento del rol de la mujer a Pina Bausch y en su instancia lúdica al bailarín-objeto como lo entendía Alwin Nikolais. El resultado despoja al público de todo preconcepto. Más aún cuando se suma Bali a un divertido diálogo con Prado sobre la gestación de la obra, para dar inicio poco después a imágenes de un videodanza, especialidad también de Margarita, de la que aún se recuerda su obra Pizzurno pixelado, estrenada en el Fiba 2005.
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