Los bailarines del Teatro Colón volvieron de vacaciones hace unas semanas y ya entran y salen de ensayos, entran y salen de roles, más y menos clásicos. Recuperan el ritmo. La temporada del Ballet se iniciará oficialmente en la sala con un título de gran marquesina, el primer miércoles de abril: Don Quijote, de Vladimir Vasiliev, con Isaac Hernández como Basilio (es decir, un hit del ballet, montado por una leyenda de la danza, que tendrá por protagonista al latinoamericano del English National Ballet considerado hoy el mejor bailarín del mundo). Pero antes, esta noche, mañana y el domingo, a modo de gran aperitivo del año, la compañía que conduce Paloma Herrera presentará en el Anfiteatro del Parque Centenario un espectáculo gratuito, variado en estilos, que acerca la danza al gran público e incluye un preestreno: Clear, la única pieza contemporánea en el rompecabezas de la temporada, que "vale como cuarenta", bromea la directora haciendo alusión a la exigencia física de esa coreografía.
Creada por el director del Houston Ballet, el australiano Stanton Welch, para siete bailarines varones y una mujer, sobre el Concierto para violín y oboe en do menor de Bach, Clear se verá por primera vez en el país y con este elenco, que luego la bailará en invierno en el escenario del teatro. "Tiene pasos que parecen imposibles de hacer –retoma Herrera, en una entrevista que mira hacia adelante, en el inicio de su tercer año al frente del Ballet Estable–. Es una obra que pone a la compañía a tope y si, en general, siempre el estándar lo marcan las mujeres (con El lago de los cisnes, La bayadera o Giselle, donde tienen que están impecables), ya que los hombres están realmente muy bien en este momento pensé en poner un ballet que mida el estándar de la compañía a partir de ellos".
El menú del fin de semana en el parque incluye, además, los siguientes fragmentos de títulos del repertorio: el pas de deux del dormitorio y pas de trois de El Corsario, y de grand pas de deux el "Vals de las flores", de El Cascanueces, de Rudolf Nureyev.
–Este es el lugar que tiene el contemporáneo en la temporada, más como un detalle que como protagonista.
–El programa de la Noche clásica y contemporánea, en junio, incluye Fancy Free, de Jerome Robbins. A mi criterio, en un programa mixto la gente que viene por un ballet tiene que salir atraído por el otro, de manera de ir ganando público. Si viene a ver el estilo clásico de Balanchine y de pronto se encuentra con Clear, dice: "Ah, no está tan mal". Siempre cuando ponés cosas contemporáneas cuesta más. Hay que acompañar ese proceso.
–Priman en tus planes los grandes títulos del repertorio clásico: Don Quijote, La Cenicienta, La Sylphide, El lago de los cisnes… ¿Cómo pensás el armado de ese rompecabezas que es una temporada?
–Pienso en la variedad, la inspiración de los bailarines y en el público que los va a ver. Como el año pasado, en éste hay un título para todo. El Corsario fue como un superboom; Coppelia, más familiar, Romeo y Julieta muy dramático y La viuda alegre una comedia, más light. Quiero decir: dentro de los clásicos se puede armar una temporada en la que no sea todo igual. Ahora, por ejemplo, con Don Quijote, quería que fuera justamente el de Vasiliev, con él presente, porque ha sido un grande y acá en el Argentina sobre todo; no es lo mismo hacer "un" Quijote que hacer "este" Quijote, con toda la profundidad que tiene. La Cenicienta sería el equivalente de lo más familiar, esos ballets completos que no son estrictamente para chicos, pero que los acerca al teatro, porque son amigables. Busco tener un abanico.
–¿A la hora de programar sentís la exigencia que los títulos tienen que ser exitosos en la respuesta del público?
–Siempre puede fallar, sea clásico o no: si ponés un Corsario y no es bueno va a fallar de cualquier forma. El programa mixto, por ejemplo, es muy difícil de armar, por los derechos de las obras que se requieren, porque en comparación son más caros que un ballet completo, y no lo hago porque venda o no venda, sino pensando de los dos lados. Uno siempre quiere que la gente lo disfrute, pero lo más importante en este sentido son los bailarines. ¿Qué los inspira, hacer siempre lo mismo o tener esta gama posibilidades, desde una obra más cómica y otra más dramática hasta una cosa más de fuerza? Estar ensayando ya Quijote a la vez que hacemos este programa mixto es lo que siempre pensé que hay que hacer como forma de trabajo.
–Es esa una rutina con la que ya venís y se entiende que está instalada…
–Claro. Por eso se fueron de vacaciones y hoy bailan Cascanueces como si diciembre fuera ayer. Termina un título y llega el otro, viene un repositor y se va el otro, y no todos son iguales: algunos son superestrictos y otros más relajados, algunos van muy rápido y otros repiten. Hay que tener la versatilidad para adaptarse.
–Otra característica de 2019 son los nombres fuertes: por un lado, vendrá prácticamente una leyenda, Vasiliev, y por otro, con sentido de la oportunidad, el mexicano Isaac Hernández llega cuando es considerado el mejor bailarín del mundo yMisty Copeland, un personaje de gran popularidad en Estados Unidos incluso por fuera de la danza.
–Me parece que es importante que todo sea lo más especial posible. ¿Se puede hacer Quijote? Sí, pero si puedo traer a Vasiliev y a Isaac es más especial aún. Para mí esta es una forma de vida: las cosas se pueden hacer okey o se pueden hacer con más intensidad, y disfrutarlas más. Y todo con su equilibrio, es decir: es importante que venga gente de afuera, ver los diferentes estilos, cómo trabajan, y al mismo tiempo es importante darle lugar a los nuestros, por eso todas las opening nights son para los bailarines de la casa.
–Por fuera de ese criterio de oportunidad está la presencia de Marcelo Gomes en la programación, tras la ola de casos y denuncias de abusos en todo el mundo. Un caso sensible. ¿Por qué correr ese riesgo?
–No me pareció un riesgo. Igualmente, yo no tomo las decisiones sola y en este caso pregunté en la dirección general si en la situación en la que está Marcelo seguíamos adelante. A mí personalmente no me afectó, porque no se probó nada en su caso, fue algo que quedó en veremos, y él como bailarín y persona, desde que lo conozco, ha sido impecable. Lo que se haya dicho…
–Tal vez su caso se visibilizó porque surgió a la par del de Peter Martins en el New York City Ballet, pero lo cierto es que a Gomes le costó su lugar en American Ballet Theater.
–Lo de Peter Martins es más complejo, viene de mucho tiempo atrás. Lo de Marcelo quedó ahí, le costó el lugar en el ABT, sí, pero siguió trabajando como coreógrafo y como bailarín después… Él estaba en la lista de las personas a las que yo quería invitar desde antes, lo propuse y la decisión fue continuar. También está en su última etapa como bailarín y Cenicienta me parece un ballet que le queda perfecto. Es muy príncipe.
–Otro tema de época es el lugar de las mujeres. Hay en este momento en el mundo importantes compañías de danza dirigidas por mujeres. Tamara Rojo en el English National Ballet, Aurelie Dupont en la Ópera de París, vos en el Teatro Colón, por nombrar tres casos bien significativos.
–Nunca lo vi como una cuestión de género; creo en general que te merecés algo o no te lo merecés. No lo sentí así tampoco cuando llegué a Nueva York por ser latina. A veces no tomo conciencia, pero es el doble de esfuerzo para una mujer salir adelante.
–En el Teatro Colón justamente no debería sentirse una diferencia siendo que hay una directora general, María Victoria Alcaraz.
–Me siento muy acompañada, pero más allá de eso, digo lo que tengo que decir, no me siento condicionada, y tengo mi foco en la dirección sin pensar en cómo lo vayan a tomar porque soy mujer.
–Como los casos que mencionaba antes, la tuya es una generación de bailarinas de mucho éxito en su trayectoria que enseguida después de los 40 pasaron a ocupar puestos de conducción. ¿Con qué preparación, con qué recursos para dar ese salto?
–Hay gente que siempre se imaginó su futuro en la dirección como aquel que sabe que se dedicará a ser coreógrafo. Bueno, yo no, jamás. En este cargo aprendí un montón de mí misma, cosas que no conocía que yo tenía. Tengo más cintura, por ejemplo; antes era yo y mi cuerpo, podía pasarme horas sin hablar; ahora hay un montón de cosas que dependen de mí, y puedo entender, planear y si algo no funciona ver cómo podemos hacer… Todo no es blanco o negro. Siento que la experiencia que tuve con tantos partenaires, maestros, coreógrafos, en viajes, todo eso es imposible de ganar de otra forma; no lo podés estudiar. Me llevo muy bien con los bailarines, me siento cómoda con el staff, con los repositores... Es algo que me sorprendió por completo.
–Y toda la otra parte de la dirección: los horarios, los reglamentos, los presupuestos, la administración del equipo, esos factores sobre los que necesariamente no traías experiencia. ¿Cuánto lo manejás y en qué medida lo delegás?
–Soy una directora artística del ballet, lo mío es lo artístico. Tengo mis puntos de vista, por supuesto, pero lo mío es la programación, los repartos, los repositores. Por supuesto sé que si un título demanda mucho presupuesto el otro tendrá que balancearlo. Encontrar el equilibrio.
–¿Es una idea de compañía o es un fantasma la "pérdida de la estabilidad" de la que algunos hablan?
–Es un fantasma, no sé de dónde sale eso. Hay concursos previstos. Sé que soy la cara visible de la compañía, pero mi función es la dirección artística, y hay otras cuestiones en las que puedo estar o no de acuerdo, pero no dependen de mí. Lo que me parece importante en este sentido es que la gente trabaje y esté inspirada. Puede haber estables que trabajen bien y otros que no; lo importante es la ética, la cultura de trabajo, eso es lo que hay que cambiar.
–¿Para cuándo la creación de una obra nueva para el Ballet del Colón?
–Para hacer una creación importante hay que tener un montón de fichas ajustadas: conocer bien la compañía, tener el coreógrafo apropiado, una idea, la música. Todavía no está todo. Sí conozco la dinámica de la compañía y confío en ella; está sólida para un trabajo de creación. Pero es un megaproyecto que hay que pensar bien y está en mi cabeza como un hermosa posibilidad, pero no para este año.
–Hasta acá tu mayor logro fue aumentar la cantidad de funciones con gran respuesta de público. Ya asentada, con un tercer año por delante, ¿cuál sería el próximo desafío?
–Ese era un círculo que necesitaba desesperadamente cambiar: se creía que si el Ballet no tenía tantas funciones era porque no había público y si no tiene público no se puede pedir más funciones. Cambiada esa dinámica, con la compañía supersólida, ahora que se puede confiar en todos los sentidos –y el público también puede confiar en que estamos en otro nivel–, se pueden tomar otros riesgos y seguir sumando desafíos. Tal vez el próximo paso sea salir al extranjero.
PARA AGENDAR
- El Ballet Estable del Teatro Colón en el Anfiteatro de Parque Centenario. La cita es hoy y mañana, a las 20, y pasado mañana, a las 19, en Leopoldo Marechal 1000. Las entradas gratuitas se retiran dos horas antes de la función en el mismo anfiteatro del Parque Centenario.
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