La bailarina celebra sus 20 años de éxito nacional e internacional con un espectáculo que reúne los mejores cuadros de todos sus espectáculos, en el Coliseo; pero además, hace un balance de su carrera, habla de política, rumores sobre supuestos romances, abusos sexuales o económicos y el amor a los 50
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Se pasó tres años prácticamente sin bailar y “llorando a mares todo el día”. Ahora, finalizada completamente la pandemia, Mora Godoy vuelve al ruedo con todo, “recargada se podría decir”, y lo hace celebrando su etapa de explosión en el medio y en los medios, tanto a nivel nacional como internacional, que comenzó hace dos décadas con el estreno de Tanguera, la obra que concibió, coreografío y protagonizó (el primer musical con historia de tango) con la que revolucionó el género y se ganó en todo el mundo el calificativo de “La reina del tango”. Hoy estrena en el Teatro Coliseo Mora Godoy, 20 años, un espectáculo que reúne los cuadros más significativos de todos sus shows, “los que más me representan, los que más impactaron a la gente”, adelanta la eximia bailarina que, en diálogo con LA NACION, acepta hacer un balance de su carrera y, también, adentrarse honestamente en terrenos menos amables como el de la política, los rumores en torno a relaciones afectivas con poderosos de turno y los acosos sexuales dentro del medio; dando muestras del carácter combativo por el que también se la reconoce y valora.
–¿Qué recuerdos tenés de aquel 8 de enero de 2002, cuando estrenaste Tanguera en El Nacional? ¿Pensabas que el musical tendría semejante éxito y cambiaría para siempre tu vida y tu carrera?
–Fue todo una locura. Ese mismo mes yo envié a integrantes de mi compañía a hacer la obra a Finlandia, Alemania, Suecia, Suiza y Rusia. O sea que mientras que yo hacía Tanguera acá había productores que apostaban por la obra en el exterior. Y nadie entendía por qué yo no viajaba y la protagonizaba en todas esas plazas. Pese a todo lo que pasaba en el país –un Presidente que abandonaba la Casa Rosada en helicóptero y la crisis económica que avanzaba– yo decidí quedarme aquí y trabajar exclusivamente para el público local. Mi idea original había sido estrenar, estar aquí sólo cuatro semanas, y luego viajar al exterior. Pero el éxito fue tal que me quedé todo el año a teatro lleno. A partir de allí, y con diferentes espectáculos (Tango emoción, Tango odisea, Bailando tango, Bailando tango remix, Buenos Aires tango, etcétera), con mi compañía no paré de trabajar por el mundo hasta la pandemia.
–¿Cuán difícil fue estar “parada” tres años por la pandemia? ¿Quedaron resabios de aquel stop inesperado? ¿Cómo los superaste?
–Fue muy duro. Para mí la pandemia significó un trompazo. El tango tuvo todo absolutamente en contra, empezando porque se baila de a dos, lo cual en medio de la pandemia era algo suicida. En cuanto a lo físico, no lo sufrí tanto y por eso hoy puedo decir que regreso a trabajar intacta, como si hubiera estado “frizada” todo este tiempo, de ahí que bailo y hago los trucos con la velocidad de siempre. Pero de la cabeza no puedo decir lo mismo: la pandemia en ese aspecto me dejó muy golpeada. ¿Por qué? Porque los bailarines nos sentimos absolutamente abandonados y eso dolió mucho. Hoy no me puedo olvidar de todo eso.
–¿Abandonados por el Estado?
–Y por los empresarios. Por la parte estatal no tuvimos ni IFE, ni ATP ni subsidios. No tuvimos nada de nada, como si no existiésemos, como si no fuésemos argentinos y formáramos parte de este país. Y en cuanto a los empresarios que nos habían contratado… nos tiraron a la calle, mientras que cobraban los subsidios y los ATP. ¿Quién reguló todo aquello? ¿Y con qué derechos lo hicieron? Nosotros estábamos trabajando en Tango Porteño y ni chau nos dijeron. ¿Por qué los productores poderosos hicieron algo así si para ellos se trataba de un vuelto? Mientras, viajaban por todo el mundo, en sus aviones privados. Yo tenía para comer, pero muchos bailarines no. En la pandemia todos nos vimos la cara: los hijos de p… resultaron mucho más hijos de p…., y los solidarios fueron mucho más solidarios con el prójimo. Hoy, cuando se baraja y se da de nuevo, sabemos bien quién es cada uno y qué lugar ocupa. Y con quienes no volveremos a trabajar jamás. Yo ayudé a todos los que pude y, por eso, hoy camino con la frente altísima, muchos no pueden decir lo mismo.
–A lo largo de este camino, ¿sentiste que hubo gestiones políticas que acompañaron, estimularon o favorecieron más el desarrollo del tango que otras? ¿Cuáles?
–En cuanto al tango, la de Hernán Lombardi fue impecable. Por su apoyo al género y por su mirada cultural. Después, en las diferentes gestiones y espacios, me encontré siempre con una gran mediocridad.
–A propósito del ex Ministro de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires que mencionás, en aquel momento se te vinculó afectivamente a él. ¿Esa relación existió o se trató de una operación de prensa para desacreditarte y descalificar tus logros?
–No, no existió. Y si hubiera existido, ¿qué? ¿Qué hubiera cambiado con respecto a mi trabajo? Supe del “rum rum”, pero no me importó. Con él mantengo una amistad y las veces que hemos hecho algo juntos fue realmente bueno, ¿entonces por qué no trabajar en su compañía cada vez que me lo ha ofrecido? ¿Para no alentar los rumores? Es muy fácil descalificar a una mujer, diciendo que obtiene un trabajo por una relación afectiva. Lo difícil es llenar teatros en todo el mundo, como lo hago yo. Por eso, a la gilada, no le doy cabida.
–¿Qué balance hacés de estos 20 años de proyección internacional?
–Lo primero que me surge decir es: ¡La mierda, eh, que una mujer en un mundo de hombres haya llegado adonde llegué!… y no lo digo sólo por el del tango, sino por el machismo imperante en todos lados, aquí y en otros lugares del mundo. Sólo con laburo y perseverancia, entendiendo que el éxito está hecho de mil fracasos y que por eso nunca hay que bajar los brazos y siempre hay que seguir adelante, y que si se te cierra una puerta tenés que buscar alguna otra que se abra. Hoy siento un tremendo abrazo de todo el mundo, del periodismo nacional e internacional que reconoce mis logros, y del público, que aplaude todos mis trabajos y manifiesta su constante apoyo en las boleterías. Así que el balance no podría ser mejor.
–¿Mora Godoy, 20 años es una suerte de “grandes éxitos” de tu carrera? ¿Qué podrá esperar el público de vos en esta ocasión?
–Sí. Estarán todos los cuadros que me piden en la calle, los que el público sigue recordando, como “La cumparsita” que hice en ShowMatch y quedó para siempre grabada en la retina de la gente; el fragmento de Tanguera que bailé para los presidentes de todo el mundo en el G20; y el “Libertango” que hice para los Juegos Olímpicos, que se transmitió para todo el planeta desde el Obelisco;, el “Huracán” del musical Chantecler, que sólo bailo con varones; un cuadro de Ástor Piazzolla, que remite a mi época de bailarina clásica, que haré con Matías Santos, el primer bailarín del Teatro Colón, y un final del que no puedo adelantar demasiado –salvo que contará con imágenes de los goles de Messi y Maradona– que seguramente shockeará a todos los espectadores. Yo creo que en este espectáculo el público podrá ver por primera vez todo lo que sé hacer. Se encontrarán con la Mora Godoy tanguera, pero también con la Mora Godoy clásica y contemporánea. El espectáculo contará con una pantalla LED gigante, desplazada a todo lo largo del escenario, donde se podrán ver imágenes de toda mi carrera, no sólo de estas dos últimas décadas. Por ejemplo, de cuando era una niña y estudiaba en el Teatro Colón, o de cuando Horacio Ferrer me entrega el Premio de la Academia Nacional del Tango y me regala los mejores elogios de mi vida.
–Sos la única mujer al frente de una compañía de tango (Mora Godoy Tango Company, compuesta por 18 bailarines) en los roles de bailarina, coreógrafa y directora. ¿Es más difícil para una mujer asumir todos esos roles que para un hombre? ¿Se la respeta igual que a un par varón?
–No me resulta difícil porque tengo mucha personalidad y me llevo muy bien con todos los bailarines. Soy exigente pero también me gusta divertirme y dejar un espacio para las risas en medio del trabajo. Sí reconozco que es mucha responsabilidad sobre una sola espalda, pero por ahora me lo banco bien. Me da lo mismo darle una directiva a una mujer que a un varón y ambos géneros me respetan por igual. Me encanta estar rodeada de excelentes bailarines, pero también me importa que sean buenas personas y que no resulten conflictivas. Tiene que imperar un buen clima de trabajo y cuando hay manzanas que pueden pudrir todo, los mismos integrantes de la compañía se encargan de sacarlas del cesto. Las decisiones las toman ellos, nunca yo. En ese sentido mi compañía es muy democrática.
–Siempre se ha hablado del machismo en el mundo del tango y, por otro lado, de los abusos que sufrirían las bailarinas. ¿Vos sufriste en carne propia alguna situación desagradable?
–Sí. Fue una sola vez pero me traumatizó. Yo tenía sólo 18 años y una persona que dirigía un ballet de tango me dijo que si no me acostaba con él me echaba, y como no accedí me echó. Lloré durante dos días y luego decidí dejar de bailar completamente. Temí que algo así se pudiera volver a repetir. Entonces empecé a estudiar Ciencias Políticas en la UBA y bastante más tarde entré a una compañía de jazz, pero sólo para pasar el tiempo. Hasta que una ex profesora del Teatro Colón me sentó y me dijo: “vos no podés dejar de bailar profesionalmente, si no retomás no te lo voy a perdonar nunca”. Y ahí le hice caso y retomé. Yo venía de una familia muy sólida, así que no iba a pisar el palito. ¿Pero qué le pasa una chica que siendo casi una niña acepta semejante imposición? Se arruina la vida para siempre. A mí, finalmente, ese hecho me fue forjando mi reconocido carácter. Y si hablamos de abusos, no podemos dejar de nombrar otro que seguimos sufriendo mucho las mujeres, que es el económico. Yo, de esos, sí he sufrido muchos. Yo creé obras y los productores me llevaron puesta con los contratos.
–¿A qué abuso te referís, concretamente? ¿Estás haciendo alusión al litigio que mantuviste con tu ex marido, Diego Romay, el productor original de Tanguera?
–Exacto. Tanguera fue una idea mía, yo la creé, surgió de mi cabeza y de la de nadie más. Después yo podría protagonizarla o no, pero los derechos de creación debieron ser míos. Eso no me volverá a pasar, sobre todo a partir de todo lo que aprendí durante la pandemia, hoy estoy parada en otro lado y sé cómo defender todos mis derechos. Por eso creo que mi futuro va a estar ligado a la enseñanza, pero también a empoderar mujeres, contándoles cómo llegué igual a pesar de la metralleta en el piso. Después de lo que sufrí con Tanguera me paré y volví a hacer otra obra y la volví a romper igual; después hice otra y más tarde otra y otras, y siempre con los mismos resultados. En eso consiste mi éxito, en no desfallecer ante las adversidades y en ser resiliente.
–¿Alguna vez pensaste qué habría sido de tu vida si no te hubieras dedicado al tango? ¿Acaso te habrías convertido en una consumada bailarina clásica o moderna?
–No, eso no hubiera pasado nunca. Porque salté a tiempo. Busqué mi propio espacio y sobresalir en otro género, aunque utilizando la técnica clásica que había adquirido durante tantos años. El tango me dio una libertad que no me daba la danza clásica, y yo soy una persona muy libre en la manera de pensar y de manejarme en la vida, también muy libre para bailar, coreografiar e inventar obras. Eso me lo dio absolutamente el tango, también la sensación de que no tengo techo, por eso le estoy tan agradecida.
–En el exterior te conocen como “La reina del tango”. ¿Aceptás de buena gana la corona?
–Me encanta ese título. A mí me da un poco de vergüenza admitirlo, pero reconozco que hoy Mora Godoy es una marca que pisa fuerte aquí y en todo el mundo. Una marca que habla de una identidad nacional que deja bien parado al país en cualquier circunstancia. Yo soy muy argentina y para mí es un orgullo lucir la bandera del país en todos los escenarios del mundo. De hecho en Mora Godoy, 20 años hasta luzco un vestido con los colores de la patria. Yo no sé si soy la mejor bailarina de tango, pero que tengo un sello propio y que lo que hago es bien potente y llamativo, nadie me lo puede negar.
–Por último, ¿es verdad que tu novio (desde hace un año y medio), Santiago Gilligan, no sabía quién eras y te verá bailar por primera vez hoy, en el estreno de Mora Godoy, 20 años?
–Sí, tal cual. Y eso me encantó. Siempre recuerdo lo que decía la gran Tita: “se acuestan con Tita Merello y se despiertan conmigo”. Una frase maravillosa, por cierto. Bueno, eso me pasó muchas veces y estaba cansada de que me sucediera. Y yo no soy una diva ni una “come hombres”, nada que ver, soy una persona muy tranquila. Yo lloré mucho durante la pandemia porque extrañaba mi oficio y él tal vez no lo entendía, pero me acompañaba y me sostenía. Ahora, luego de venir a todos los ensayos, lo comprende. Y me acepta de la misma manera que antes. Y se alegra de que ahora sonría todo el tiempo. Por suerte esta vez el amor y el baile no compiten y me hacen feliz por igual.
PARA AGENDAR:
Mora Godoy, 20 años
Junto a la Mora Godoy Tango Company, la orquesta de Fernando Marzan y el grupo Otros Aires
Teatro Coliseo, Marcelo T. de Alvear 1125.
Funciones: viernes y sábados, a las 20.30. Hasta el 19 de noviembre.
Entradas: por Ticketek o en la boletería del teatro.
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